Las feministas no saben si apoyar a Obama o a Clinton

Las feministas no saben si apoyar a Obama o a Clinton

(PD).-Esta columna podría ofender o al menos sorprender a muchas personas, entre las que me incluyo. Es una columna en la que invito a aquellas que residen en Tejas, Ohio, Rhode Island y Vermont a votar a Hillary Clinton en las primarias próximas.

El pensamiento en función del individuo y según el asunto del que se trate, en contraste con el pensamiento como ideólogo o miembro del partido, normalmente ofende a todo el mundo. Cambiar de opinión en función del momento histórico también confunde a la gente y conduce a acusaciones de oportunismo o «cambiar por conveniencia».

Hablo sobre mí -explica Phyllis Chesler en su web– y no sobre Hillary Clinton. Pero la observación también se aplica a ella.

Estamos en guerra y votar a defendernos es una maniobra prudente y responsable; no es un movimiento traidor o «propio de mentes huecas». Hillary Clinton votó «a favor de la guerra» y fue inteligente en hacerlo en aquel momento. Sí, quizá debiéramos haber invadido Irán, las zonas tribales paquistaníes y Arabia Saudí, no solamente Afganistán o Irak; quizá la guerra contra el barbarismo totalitario no se pueda ganar por medios militares y educativos — aunque tenemos que ganar o estamos acabados — quizá debíamos haber enviado tropas al principio y equiparlas de manera más eficaz — pero ahora parece estar funcionando «el incremento». Demos a Clinton lo que es de Clinton.

No todas las feministas nos oponemos a la autodefensa. Muy al contrario. Muchas de nosotras fuimos pioneras en el arrinconado derecho de la mujer a la autodefensa y el derecho de la mujer a entrar en terrenos antes exclusivos de los hombres, incluyendo el de las fuerzas armadas. Es cierto: el feminismo organizado tiene un pésimo historial en lo que respecta a apoyar al ejército, incluyendo a las mujeres en el ejército; muchas feministas solamente apoyaron a las mujeres militares que presuntamente eran violadas o humilladas sexualmente, pero no a esas mujeres en el ejército que querían convertirse en oficiales. Puede leer el excelente libro de Erin Solaro en la materia: «Mujeres en la línea de fuego: lo que debe saber sobre las mujeres en el ejército».

No todas las feministas perciben a John McCain negativamente porque sea un héroe de guerra genuino en toda regla — ciertamente yo no. Su sufrimiento en nombre de nuestro país fue único, y lo que hizo con su vida después en términos de servicio al público también ha sido único. No he revisado aún su historial de votación y políticas propuestas en los ámbitos nacional y exterior, y sin duda lo haré, pero en el futuro próximo, no mañana. Este es el momento histórico en el que los americanos Demócratas registrados tienen que elegir entre Clinton y Obama.

Mi hijo ha sido voluntario de la campaña de Clinton, pero en realidad «le gusta» Obama. Me ha suplicado no ser demasiado histérica-polémica-«racista» si escribo acerca de Obama. Creo que mi hijo es representativo de muchos americanos que tienen entre 18 y 30 años, que «flipan» con el rap negro, los deportes y las estrellas del cine y la televisión, y que inconscientemente pueden estar percibiendo a Obama de la misma manera, como una estrella «política». La generación de mi hijo percibe como «sexy» a las estrellas afroamericanas (sin importar que tal adoración erotizada pueda suponer otra forma de racismo más oculta). Mi argumento es que los jóvenes americanos dan por sentado nuestros logros feministas tan duramente logrados. Las mujeres en el poder no son «sexy», en cierto sentido son como profesoras escolares que pueden estar en lo cierto pero que… no son divertidas.

Esta generación piensa ser políticamente correcta con el racismo e intuye que votar a alguien por ser afroamericano (o porque es blanco y afroamericano a la vez) es “cool” o una ceremonia de redención a realizar. Aquí es donde me resigno. Los jóvenes son siempre demasiado jóvenes para reconocer un culto en gestación, demasiado inquietos, demasiado optimistas para reconocer los posibles indicios del fascismo.

No estoy diciendo que Obama sea fascista, pero su seguimiento propio de un culto está maduro para el giro. Aquí es donde convengo con Herr Doktor Freud: la vida es trágica en sí misma. Y este momento de la historia también es trágico de manera esencial. No comprender esto es un error fatal — nuestro talón de Aquiles, si lo prefiere.

Al contrario que Obama, Clinton es algo conocido. No describe de manera evasiva — al menos no más de lo que cualquier pensador independiente o político está obligado a hacer. Clinton ha trabajado muy duro en el Senado y es muy buena en todos los asuntos nacionales centrales: las mujeres, los niños, la educación, la sanidad, etc. Es odiada injustamente — no por estar casada con «ese hombre» y no porque haya colaborado con él o al menos se haya beneficiado de la corrupción de su marido y abusado de su poder, sino porque es una mujer a la que realmente le importan los derechos de la mujer.

Bien, ya lo he dicho. Siendo esto cierto, los medios (que son percibidos con demasiada frecuencia como demasiado políticamente correctos) siguen siendo sexistas hasta la médula. Sí, una puede andar y mascar chicle al mismo tiempo. En cambio, los medios apenas han cuestionado a Obama, pero no hacen más que cuestionar a Clinton. Con frecuencia con segundas intenciones. Y todo el tiempo.

Pero, lo que es más importante: no hay demasiadas mujeres preparándose para elegir a la primera candidata presidencial que realmente tiene posibilidad de ganar. He discutido todos los posibles motivos del sabotaje entre mujeres tanto el libro de 1998 «Cartas a una joven feminista» como el libro de 2002 «La inhumanidad de la mujer hacia la mujer».

Las feministas tampoco se preparan para elegir a Clinton. Lo que comenzó como una petición pacifista y pro-Obama presentada por Katha Pollitt, de la revista Nation, en la ciudad de Nueva York, ha pasado a ser nacional y atraído al menos 1000 firmas o más. Las firmas son muy instructivas. Pertenecen a mujeres que conozco personalmente pero cuya política ha sido siempre más marxista o socialista que feminista; otras hemos combatido con ellas durante al menos 40 años a causa de esta distinción. Muchas de las firmantes ocupan cargos públicos o son profesoras honorarias, artistas conocidas, activistas, escritoras y políticas como Kathleen Chalfant, Barbara Ehrenreich, Ronnie Eldridge, Mary Gordon, Marilyn Hacker, Alicia Kessler Harris, Frances Kissling, Margaret Randall, Susan Sarandon – y del claustro feminista de mi vieja universidad, la Universidad de Nueva York.

Por supuesto, tienen todo el derecho a preferir y hacer campaña por Obama, y yo tengo todo el derecho a hacerlo por Clinton. Es lo que hace grande a nuestro país.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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