Un presentador de la CNN llama «criminales» a los inmigrantes ilegales

Un presentador de la CNN llama "criminales" a los inmigrantes ilegales

(PD).-Azuzando una de sus temáticas favoritas la otra noche, Lou Dobbs, de CNN, invocaba repetidamente los términos «extranjeros ilegales criminales» mientras se empleaba a fondo por alimentar el estereotipo de que los inmigrantes ilegales elevan los índices de homicidios. El incesante capricho de Dobbs en la materia, por supuesto, le ha granjeado una secuela. El nativismo de cerrar las fronteras no hará que nadie salga elegido presidente — basta con preguntar a los candidatos que Republicanos Tom Tancredo, Mitt Romney o Rudy Giuliani — pero es innegable que es bueno para las audiencias televisivas.

Afortunadamente, -explica Jeff Jacoby en su web– los políticos y las personalidades de la televisión no son las únicas personas interesadas en inmigración y crimen. Considere un nuevo estudio del Instituto de Política Pública de California, que ofrece significativamente más sustancia en la materia que nada de lo que es probable que se encuentre en la televisión por cable o en la campaña presidencial.

El documento, obra de las economistas Kristin F. Butcher y Anne Morrison Piehl, examina el impacto de la inmigración en los índices de homicidios analizando datos procedentes de California, que tiene con diferencia la mayor población de reclusos de la nación. 1/8 de todos los reclusos estatales en Estados Unidos están encarcelados en California, al igual que el 30% de todos los presos que no son ciudadanos americanos. Lo que demuestran Butcher y Piehl es que los inmigrantes, lejos de ser más dados a acabar entre rejas, son dramáticamente menos tendentes a acabar así.

Las cifras son llamativas: mientras que los inmigrantes (legales e ilegales) suponen el 35% de los adultos de California, representan apenas el 17% de los presos del estado. Los varones nacidos en Estados Unidos son encarcelados en prisiones de California a dos veces y medio el ritmo de los varones nacidos en el extranjero. Dentro de la horquilla de edades implicada con más frecuencia en los homicidios (las edades de 18 a 40), los naturales de Estados Unidos — sorprendentemente — son 10 veces más dados a encontrarse en prisión o en la cárcel que los inmigrantes (el 4,2% de los primeros se encuentran en correccionales, y solamente el 0,42% de los segundos). Incluso cuando la atención se centra en los reclusos nacidos en México y que no son ciudadanos — el grupo demográfico que es más probable que contenga extranjeros ilegales — el ritmo de encarcelamiento es de apenas la octava parte del de los varones nacidos en Estados Unidos.

Butcher y Piehl compararon también los índices de homicidios entre ciudades de California. Concluyeron que las ciudades con mayores cifras de inmigrantes recién llegados tienen índices de criminalidad inferiores, mientras que las ciudades con menos inmigrantes experimentan niveles de criminalidad más elevados.

«En conjunto, estas pruebas sugieren que los inmigrantes tienen niveles muy reducidos de actividad criminal en California», escriben las investigadoras — una conclusión «consistente con los estudios nacionales sobre inmigración y crimen, que también encuentran índices de actividad criminal muy reducidos para los nacidos en el extranjero». Butcher y Piehl tratan la aparentemente irreconciliable estadística de que casi la quinta parte de los reclusos federales son extranjeros ilegales. En realidad, explican, no hay contradicción: dado que las personas detenidas por violación de las leyes de inmigración son automáticamente transferidas a penitenciarías federales, los no ciudadanos están representados de manera desproporcionada entre los reclusos federales. En cualquier caso, la población reclusa federal comprende apenas el 8% del total de la cifra de presos en toda la nación.

Pero no tienen que examinar cuidadosamente estudios de laboratorios de ideas para reconocer que la inmigración, ilegal o de cualquier otra manera, no eleva los índices de homicidios de Estados Unidos.

Durante la última docena de años o así, la cifra de inmigrantes ilegales en Estados Unidos se ha duplicado hasta alrededor de 12 millones. Esos mismos años fueron testigos de un desplome dramático a nivel nacional en los crímenes violentos y los crímenes contra la propiedad. De igual manera, el incremento en la inmigración ilegal no evitó que la cantidad de casos pendientes del sistema social descendiera, o que se crearan millones de puestos de trabajo nuevos.

Los americanos pueden no tener las estadísticas a mano, pero la mayor parte de ellos comprende que los inmigrantes, hasta aquellos que ingresan en el país sin permiso, no están aquí para dar problemas, sino para ganarse mejor la vida por ellos y sus familias. Sí, Dobbs tiene sus partidarios; en una nación de 300 millones de personas, usted puede encontrar audiencia para impulsar de manera histérica cualquier causa. Pero muchos más americanos reconocen que demonizar a los inmigrantes ilegales es tan fútil como mezquino. En las encuestas, solamente una minoría de los participantes afirma que los inmigrantes deberían ser obligados a irse; la preferencia de la mayoría consistente es que los inmigrantes ilegales tengan una manera de obtener la ciudadanía americana.

El espectáculo más inquietante de la carrera presidencial de 2008 hasta la fecha fue la tentativa por parte de Tancredo, Romney y Giuliani de obtener la candidatura de su partido a través de un ataque Dobbsiano a los inmigrantes ilegales. ¿Y el suceso más esperanzador? El rechazo del Partido Republicano a ese cebo y su respaldo al Senador John McCain, que había rehusado desde el principio tomar parte en la crítica obsesiva anti-inmigrante.

De manera que un punto más al sentido común americano. Los que agitan pasiones anti-inmigración no han desaparecido — pero ninguno de ellos será el próximo presidente de los Estados Unidos.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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