Bienvenida la igualdad: hombres divorciados mantenidos por sus ex mujeres

Bienvenida la igualdad: hombres divorciados mantenidos por sus ex mujeres

(Debbie Schlussel / PD).-Tengo ideas encontradas sobre el artículo de portada del Wall Street Journal, «Los hombres que reciben pensiones de divorcio quieren respeto». La enfermedad es la desaparición del papel de los sexos. Más y más hombres se están convirtiendo rápidamente en mujeres. Y más y más mujeres se están convirtiendo rápidamente en hombres. No, no me estoy refiriendo a cambios de sexo, sino a los roles de los sexos.

Siempre he estado segura de que realmente las feministas no desean verdadera «igualdad». Que, cuando las mujeres tienen que adoptar de pronto las responsabilidades tradicionalmente masculinas — las cargas, en realidad — que acompañan a esa igualdad, como pagar una pensión de divorcio por ser el cónyuge que lleva el pan a la mesa, de pronto ellas ya no creen en «la igualdad». Se retractan. Quieren las ventajas masculinas, pero no el conjunto de deberes y desventajas que las acompañan. Cuando las mujeres como la antigua presentadora de Good Morning America Joan Lunden se quejan de tener que pagar la pensión a sus maridos con menos recursos, yo digo, «Bienvenida a la igualdad, tía».

Por otra parte, el incremento en la cifra de mujeres que pagan pensiones a sus parejas civiles o maridos menos ricos es un síntoma claro de la enfermedad de América. La enfermedad es la desaparición del papel de los sexos. Más y más hombres se están convirtiendo rápidamente en mujeres. Y más y más mujeres se están convirtiendo rápidamente en hombres. No, no me estoy refiriendo a cambios de sexo, sino a los roles de los sexos. No es algo bueno que haya cada vez más hombres que juegan a ser mamás, y cada vez más mujeres que son la única fuente de recursos económicos de la relación.

Cuando presentaba un programa radiofónico diario en Detroit, una vez pregunté a mi audiencia mayoritariamente masculina si se casaría con una mujer que tuviera más dinero o ganase más dinero que ellos, y porqué motivo. En aquella época, Ben Affleck estaba prometido con Jennifer López, una de las contadas mujeres del mundo con muchos más activos económicos que él. Podría haber elegido casarse con cualquiera, pero elegía a una de las pocas mujeres que serían el hombre de la relación (que más tarde hizo aguas, y estoy segura que en parte por ese motivo).

Pocos participantes de mi programa dijeron que querrían ganar menos que la mujer con la que estaban, pero unos cuantos dijeron que no les importaría ser un mantenido. Sin embargo, ser un mantenido en ocasiones llega con condiciones. No es «el hombre» de la relación. Mientras que muchas parejas pueden situar la línea en que son socios paritarios al 50% en su relación, simplemente no es el caso. Tal cosa no existe. En cada relación existe una parte más débil y una parte más fuerte. Una parte es siempre más poderosa que la otra.

Si eres la principal fuente de ingresos, eres «el hombre». Tienes el poder. La otra persona se ve reducida al papel femenino. Simplemente es así, a pesar de lo que pueda decir Gloria Steinem o cómo quiera que sean las cosas. Los hombres están encasillados como cazadores. Cuando son reducidos a amas de llaves con el papel de mamá, es degradante y castrante, a pesar de lo que puedan decir. Simplemente no tienen el respeto hacia su esposa femenina que piensan tener. Es un engaño emocional.

De manera que, mientras leo el artículo del Wall Street Journal, me siento mal, por una parte, por algunos de los hombres del artículo ‐ y, por la otra, me pregunto el motivo de que se metieran en una relación en la que ellos son los que dan el gran braguetazo desde el principio. A pesar de lo que normalmente nos muestran las películas, normalmente esto no funciona, al igual que no funcionó — al final — ni siquiera para Affleck.

En algunos de los casos del artículo del Journal, el hombre pasaba de ser la fuente de recursos a ser la situación de debilidad involuntariamente, a causa de que la esposa progresa en su carrera mientras él está estancado.

Después está el asunto de la atención del principio. Si te casas con alguien — sea hombre o mujer — ¿debes tener derecho a la mitad o incluso a una gran parte de sus activos financieros? Si estabas allí cuando tu cónyuge ascendía y le ayudaste a llegar allí, ciertamente mereces parte del pastel.

El caso de Joan Lunden constituye un gran ejemplo. Su ex marido la convirtió de una paleta retrógrada de pelo ratonero en la presentadora sofisticada y arreglada de una cadena de noticias importante que lideraba la franja de la mañana en la televisión pre-cable e Internet. Él fue su gurú y él la hizo ganar millones. Y aún así, ella se queja de tener que pagarle 18.000 dólares al mes en pensión por divorcio. Parafraseando una obscena pegatina que me encontré una vez, «La pensión es el precio por los servicios prestados».

En el caso de Joe Garnick — del artículo del Journal ‐ él abandonó su trabajo para ayudar a su esposa a ascender profesionalmente y se convirtió en la mamá. Mala idea. La esposa, hoy su ex esposa, no apreció sus esfuerzos. Y ahora ella y sus parientes sin clase están intentando además ridiculizarle difamándole en la prensa. Lo siento por él. En una inversión total del relato clásico, ahora él se encuentra en la posición que tradicionalmente solíamos pensar como la postura de la ex esposa, la mujer que lo abandona todo por su hombre:

En el matrimonio de Joe y Diane Garnick, ella trabajaba 12 horas todos los días como estratega de derivados para Merrill Lynch, ingresando varias veces lo que ingresaba él como vendedor de lavabos. De manera que en el 2001, él abandonó su trabajo y se centró en la educación de sus hijos, mantener la casa limpia y hacer la compra.

Tras su divorcio en el 2002, recibía una pensión de 50.000 dólares al año durante 4 años de la señora Garnick, ahora estratega de inversiones en Invesco Ltd.

Como padre que hace de madre, Garnick observa que no aprovechó oportunidades profesionales que habrían impulsado su potencial para ganar dinero, particularmente aquellas que implicaban viajar. «No podía viajar teniendo un hijo», dice Garnick.

Garnick utilizó el dinero de la pensión para lograr una licenciatura en matemáticas de un centro universitario público. Pero ha vuelto a su antiguo trabajo de vender retretes, donde gana solamente la mitad que antes de abandonar el trabajo. «La sociedad piensa que solamente porque eres un hombre puedes retomar una carrera tras haberla abandonado durante 10 años y volver como si tal cosa», dice. «Simplemente no es el caso».

Aun así, los parientes de su ex esposa siguen refiriéndose a Garnick como «el inútil», dice. Y la propia señora Garnick explica que, «En algunos casos, la pensión se ha convertido en el equivalente a un programa de la seguridad social para ex-maridos sufragado por las mujeres que trabajan”.

Y así, con el señor Garnick y los demás, hemos dado un cambio radical al matrimonio y la educación de los hijos. La carrera de un hombre — que generalmente constituye una parte mayor de su identidad que la de la mujer — ha dejado de ser lo que solía por abandonar a su indiferente, masculina y ambiciosa esposa.

Y podemos contar con ver más casos así, como documenta el Departamento de Trabajo de un tercio de las esposas americanas que ganan más que sus maridos a fecha de 2005. En una noticia relacionada, el Journal también informaba de que las mujeres con licenciaturas superiores (y yo tengo una) son el doble de dadas a divorciarse de hombres con educación superior. Existen estadísticas parecidas en el caso de mujeres licenciadas en Derecho o medicina. Y no olvide que, como observaba antes, los hombres se están convirtiendo en una especie en peligro de extinción mientras las mujeres dominan los centros de licenciatura profesional.

De manera que, pregunto, ¿es esto bueno para América? — hombres que ocupan un papel en el que ahora son las esposas que piden pensiones, y mujeres que se convierten en hombres, colocando a sus maridos en posición de abandonar su masculinidad — sustento y carrera — para impulsar la de sus esposas. Como preguntaba antes, solamente si te gusta que tu cónyuge sea una mujer, y que tu esposa sea un hombre.

Estoy completamente a favor de la igualdad de los maridos en un divorcio. Pero es un concepto extraño que «la igualdad total» en el caso de los hombres implique haber asumido el papel de esposa como prerrequisito. Simplemente va contra la naturaleza. ¿Las mujeres como cazadoras y los hombres como cuidadores del hogar?

No gracias. América no es como los Village People.

© 2008, Debbie Schlussel

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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