Las palabras matan

Las palabras matan

(PD).-Matan algunas. Y el ejemplo más sanguinolento es «autodeterminación». Ha sido ese derecho, tan aplaudido por la progresía, el que ha tapizado los Balcanes de fosas comunes y la excusa tras la que se han parapetado los grandes matarifes de la Historia, para perpetrar sus peores fechorías.

Nadie repara en ello, -escribe Alfonso Rojo en ABC– pero conviene recordar que el argumento con el que Hitler justificó el desmembramiento de la antigua Checoslovaquia, en vísperas de la II Guerra Mundial, fue el «sacrosanto derecho a la autodeterminación» de los tres millones de alemanes que habitaban los Sudetes.

A los energúmenos que enarbolan ese principio -sea en el País Vasco, Cataluña o Rusia- hay que restregarles por la cara que el ejercicio de la «autodeterminación» suele venir cargado de dinamita. Y antes de dar un paso deberían definir quién es el sujeto de ese aparentemente inalienable derecho: ¿Una raza? ¿Un territorio? ¿Una comunidad?

La imposibilidad de dar una respuesta coherente a una pregunta tan simple, provocó el rosario de carnicerías que salpicaron la antigua Yugoslavia hace 15 años. Los serbios de Croacia, que eran 400.000, se negaron a acompañar a los 4 millones de croatas, cuando éstos se proclamaron independientes de Belgrado. Para ellos, el sujeto del derecho era la comunidad serbocroata, ortodoxa y alfabetizada en cirílico, mientras para las autoridades de Zagreb era el territorio -todo él- englobado dentro de las fronteras de la República de Croacia. Y el asunto se dirimió a tiros, con campos de concentración, y limpiezas étnicas, como ocurrió después en Bosnia y ha pasado en Kosovo.

¿Con qué autoridad moral negarán ahora EE.UU. y los que han reconocido la independencia de Kosovo el derecho de los serbios kosovares a «autodeterminarse»? El Gobierno Zapatero tiene claro que no se ha respetado ni la Carta de la ONU, ni el Acta Final de Helsinki ni la resolución 1244 del Consejo de Seguridad, pero parece estar imponiéndose la tesis de que España debe mantener un «perfil bajo», participar en la misión de EULEX y en KFOR, dando la impresión de que lo ocurrido en Kosovo no puede tener repercusiones en España. En otras palabras: la táctica del avestruz.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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