Al Ándalus: mito y utopía, suicidio de Occidente

Al Ándalus
Al Ándalus

A medio camino entre el exotismo y el bulo interesado, la idealización del pasado islámico ha calado en la opinión pública. Rosa María Rodríguez Magda deshace muchos equívocos.

Escribe Carmelo López-Arias en Elsemanaldigital que hace pocas fechas reseñábamos el libro-testimonio de Magdi Allam, el musulmán bautizado por Benedicto XVI, conforme a la tradición, el pasado Domingo de Pascua.

A los pocos días, la presentación en Madrid de esta obra tuvo que suspenderse porque el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el de la Alianza de Civilizaciones, se negó a garantizar la seguridad de su autor, amenazado en Italia desde hace años por grupos islamistas, y más tras su conversión al cristianismo.

Un modelo interesado

Esos islamistas son los mismos de Al Qaeda que el 7 de octubre de 2001, desde la cadena Al Jazeera, proclamaron que no consentirían en Palestina «la tragedia de Al Ándalus». Los mismos que, como hizo Ayman al Zawahiri, número dos de dicha organización terrorista, en julio de 2006, anuncian la Yihad para «todo territorio que fue musulmán, desde Al Ándalus hasta Irak». Los mismos que recibieron de este criminal, en febrero de 2007, esta arenga: «Que Alá os conceda el favor de pisar pronto con vuestros pies puros sobre el usurpado Al Ándalus».

Estas tres últimas citas están tomadas de una importante obra de la profesora Rosa María Rodríguez Magda, que ha sido galardonada con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2008: Inexistente Al Ándalus, se titula, y la ha editado la asturiana Nobel con el subtítulo De cómo los intelectuales reinventan el Islam.

Y el valor de estas páginas no es sólo que nos explican ese cómo, sino sobre todo que nos explican el para qué. Porque la idealización de la religión mahometana que denuncia Rodríguez Magda, y sobre todo del pasado musulmán español, no procede sólo de errores históricos y científicos: en ciertos casos hay una manipulación interesada en la que confluyen intereses distintos. Tres, en concreto: «Unos desean hacerse perdonar, otros revivir un pasado glorioso y algunos recuperar el dominio a través de la violencia».

Los primeros son occidentales que odian a Occidente porque lo consideran responsable de todos los males de la Humanidad pasada y presente: una peculiar forma de masoquismo en virtud del cual le piden al ciudadano que sea «comprensivo, multicultural y solidario, mientras se le disuade de cualquier conciencia nacional y se le culpabiliza por ello, otorgando sin embargo prerrogativas identitarias a las comunidades exógenas».

Para los segundos, Al Ándalus es tanto un mito retroactivo como prospectivo: «La manipulación de su historia pretender ser el fundamento de su utopía como futurible».

Para los terceros, finalmente, un pasado ideal es la justificación perfecta para, por ejemplo, los terroristas suicidas, a los que dedica nuestra autora un cuarto capítulo fundamental para entender tantas masacres en tantos lugares del mundo: que no las cometen enfermos mentales, ni personas desesperadas por falta de recursos, ni habitantes de un país invadido por norteamericanos o israelíes, sino individuos que, a esas u otras circunstancias, añaden el ser «reclutados y adoctrinados» en «un proceso de fanatización promovido minuciosamente».

Al Ándalus: historia y mito

Rodríguez Magda arranca su estudio con un repaso a los orígenes de la polémica sobre la influencia musulmana en España, desde un hito del arabismo contemporáneo como fue la obra de José Antonio Conde (1765-1820) a la célebre polémica entre Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz (recomendemos de paso su España, un enigma histórico, en Edhasa). La corriente que sobrevalora la influencia de lo musulmán en el pasado patrio ha calado hondo en la opinión pública, porque «resulta altamente provechoso a múltiples intereses»: al literato por su exotismo, al nacionalismo andaluz como mito fundacional, al integrismo islamista ofreciéndole un agravio que vengar, a los adalides del antiimperialismo un modelo ideal que oponer al occidental…

Su base histórica es escasa, sostiene este apasionante volumen, y procede de transferir a ese periodo histórico con siglos de antigüedad todas las virtudes políticamente correctas que querrían algunos ver triunfar en el presente. Pero ni la convivencia de las tres culturas fue tal (el islam entró y se mantuvo por la espada), ni la conservación de la cultura griega se debe sólo ni principalmente a los árabes, ni sus filósofos aportaron gran cosa en cuanto musulmanes sino a pesar de serlo (y muchos fueron persiguidos por los ortodoxos del islam), etc.

Dos aportaciones: el velo y los derechos humanos

Tras esta argumentación sencilla, clara y contundente, Rodríguez Magda añade dos capítulos de especial importancia para polémicas más concretas.

En uno compara exhaustivamente la idea de derechos humanos que recogen las constituciones de los países democráticos occidentales en sintonía con la ONU, con proclamaciones similares de países musulmanes. Hay una diferencia sustancial, explica: aquéllas se fundamentan en el contrato social, éstas en la ley islámica. Luego ni son asimilables, ni pueden considerarse tales a la hora de plantear el manido concepto de multiculturalidad.

En el otro explica las diferentes clases de velo y su significado en el contexto del avance integrista, y destaca cómo la respuesta dubitativa a su utilización en Occidente contrasta con la actitud de los países musulmanes que temen dicho avance (Túnez, Turquía, Marruecos), «más decidida, pues ellos sí que saben lo que significa la aparición masiva del velo en el contexto social». Y propone una disyuntiva quizá discutible, pero interesante: si se considera que el velo no es obligatorio en el islam, no se agrede la libertad religiosa prohibiéndolo en las escuelas; y si se considera que sí es obligatorio, entonces hay que entenderlo en su contexto, y su contexto es contrario a la libertad de la mujer, y entonces debería prohibirse por eso.

En resumen, si recomendábamos el libro de Magdi Allam porque se va haciendo necesario disponer de una pequeña biblioteca sobre estos temas, cruciales en nuestro tiempo, añadamos a la lista esta obra de Rosa María Rodríguez Magda. En estas batallas de ideas, hechos y principios nos jugamos mucho.

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