Rudyard Kipling inspira al ejército de Estados Unidos deplegado en Afganistán

Rudyard Kipling inspira al ejército de Estados Unidos deplegado en Afganistán

(David Ignatius)-. Este parche alejado y montañoso de Afganistán se encuentra cerca de donde Rudyard Kipling situó su famoso relato «El hombre que pudo reinar». Y mientras uno escucha recitar los nombres de las tribus y las subtribus de la región al lugarteniente coronel Chris Kolenda, se da cuenta de que él y otros americanos aquí podrían ser personajes de Kipling de carne y hueso.

La base de Kolenda está de verdad «perdida de la mano de Dios», como los viajeros británicos del siglo XIX describían a veces esta parte del mundo. Se encuentra ubicada en una región inolvidablemente bella del noroeste de Afganistán, a unas cuantas millas de la frontera con Pakistán. Una tierra de montañas escarpadas, valles fluviales estrechos y primitivas granjas colgantes.

No hay carreteras asfaltadas, y en la mayor parte de las aldeas no hay electricidad y no hay agua corriente. Se llega a la base mediante un helicóptero Black Hawk, que se eleva sobre los acaudalados ríos y los aislados cañones del Kush hindú.

Kolenda habla como un etólogo aficionado mientras explica la estructura tribal de Kamdesh, un área justo al norte de aquí donde las fuerzas norteamericanas han estado intentando apartar a los ancianos y los mulás de los insurgentes.

Él identifica una tribu principal, cuatro subtribus y 12 clanes, cada uno con su historia de feudos y amistades. Si el ejército americano no comprende la cultura local, explica Kolenda, cometerá errores al intentar forjar alianzas que puedan estabilizar la zona.

El hecho sorprendente es que Kolenda, natural de Nebraska, y sus soldados de la Task Force están teniendo cierto éxito. Cuando llegó aquí en junio de 2007, esta zona era en su mayor parte una zona prohibida para las fuerzas americanas. Eso significó algo de lucha encarnizada el verano pasado para obligar a los insurgentes a salir de los centros de población y adentrarse en lo más profundo de las montañas.

Una vez que hubo obligado a retroceder a los insurgentes, la estrategia de Kolenda consistió en rehabilitar la estructura tribal tradicional, que había perdido vigencia durante 30 años de guerra frente a una nueva élite con armas y dinero. Trabajando a través de las (BEG ITAL)shuras(END ITAL) tribales, o consejos locales, ofreció a los ancianos un acuerdo: si ellos proporcionaban seguridad, él les traería desarrollo económico en forma de carreteras, puentes, escuelas y ambulatorios.

Financió estos proyectos en su mayor parte con efectivo procedente del Programa de Respuesta de Emergencia del Alto Mando, o CERP, que ha demostrado ser una de las armas norteamericanas más potentes en Irak y Afganistán.

Kolenda se ganó gradualmente la confianza de los líderes tribales, viajando hasta un refugio insurgente en 16 ocasiones para reunirse con los ancianos. Este año, los ataques contra fuerzas norteamericanas en la mayoría de las zonas de la región han cesado casi por completo.

Alison Blosser, una joven funcionaria del Departamento de Estado, está utilizando un enfoque similar para ayudar a dirigir el Equipo de Reconstrucción Provincial de la provincia de Kunar, radicado al sur de aquí, en Asadabad. Licenciada de la Ohio State, habla un Pashtu fluido, que aprendió antes de asumir su anterior destino en el consulado de los Estados Unidos en Peshawar, Pakistán.

Ataviada con el pañuelo islámico y protección antibalas, sería una versión moderna de Gertrude Bell, la afamada aventurera británica y administradora colonial de los años 20.

Blosser y sus colegas han empleado lo que llaman una “estrategia de carreteras» para traer la estabilidad a Kunar. El mayor proyecto hasta la fecha fue la construcción de una carretera asfaltada de dos carriles desde Jalalabad, en las exuberantes zonas altas en lo alto del valle del Río Kunar, hasta Asadabad.

La carretera es un imán de desarrollo económico en lo que había sido una fortaleza insurgente, y el Equipo de Reconstrucción Provincial está planeando nuevas carreteras en lo que Blosser llama los «valles capilares» donde los insurgentes han huido.

Los ancianos tribales ven la prosperidad que han traído las nuevas carreteras y quieren lo mismo para sus aldeas. «Nosotros decimos, ‘De acuerdo, pero tenéis que garantizar la seguridad'», dice Blosser. Esa es la esencia de la estrategia de contrainsurgencia que las fuerzas norteamericanas están empleando en Afganistán. Mientras el ejército limpia zonas nuevas, los Equipos de Reconstrucción Provincial siguen los pasos rápidamente con carreteras, puentes y escuelas.

De vuelta en Kabul, el General Dan K. McNeill, el mando supremo de las fuerzas americanas en Afganistán, reflexiona sobre cómo los enfrentamientos de contrainsurgencia han cambiado al ejército norteamericano. En los tiempos en que era comandante de batallón en los años 80, dice, «Pensaba que todo era avanzar, disparar y comunicar». La nueva generación, dice, comprende que estas habilidades militares tradicionales no ganarán las guerras de contrainsurgencia de hoy.

El término moderno para lo que están haciendo estos soldados y diplomáticos americanos en Afganistán es «nation building», pero parte de las estrategias y habilidades recuerdan al antiguo Ministerio Colonial británico. América ha tenido poca experiencia en este tipo de combate distante pero, como dice McNeill, el ejército norteamericano es «una institución de aprendizaje», y está aprendiendo gradualmente cómo librar este tipo de guerra.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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