El mundo multipolar del candidato Obama

El mundo multipolar del candidato Obama

(PD).- Barack Obama se enfrenta a un mundo particularmente convulso y a una América diferente. Irak, Irán, Oriente medio, Cuba. El cambio climático, la pobreza y la energía. La crisis económica, el hastío de las clases medias y las reformas sanitarias. La inmigración, el Nafta, y la renegociación de tratados comerciales. La diplomacia y la fuerza. El terrorismo internacional.

Obama tendrá que transformar su mensaje de esperanza (We can change) en otro de confianza, explicando cómo enfrentará estos retos en el nuevo mundo multipolar del siglo XXI.

«Estoy completamente seguro de que durante generaciones podremos mirar atrás y contarles a nuestros hijos que este fue el momento en el que restauramos nuestra imagen de ser la última y mejor esperanza de la tierra».

Escribe José María Peredo Pombo en Safe Democracy que podría haber firmado la frase cualquiera de los grandes Presidentes de los Estados Unidos en el siglo XX.

Pero la cita pertenece al discurso que el pasado tres de junio pronunció en St. Paul, Minnesota, el mejor candidato de todos los tiempos en unas primarias, Barack Obama, al sentirse el hombre elegido por el partido Demócrata para afrontar la última carrera hacia la Casa Blanca.

En ese momento tan esperado por la prensa, por la historia y por millones de compromisarios demócratas que le han dado en estos largos meses su apoyo, al senador de Illinois, como en tantas ocasiones durante esta campaña, no le tembló la voz.

Pero, a partir de ahora, ante una sociedad diversa y quizá parcialmente hostil y un rival republicano comprometido sólo con la victoria, Obama tendrá que transformar su mensaje de esperanza, el de podemos cambiar, en otro de confianza, el de cómo lo vamos a hacer.

EL CAMBIO RECIÉN COMIENZA

El cambio en el discurso del senador afroamericano ya ha comenzado. Empezó cuando Obama tendió la mano a Hillary Clinton, a quien necesitará para cohesionar el voto liberal de los millones de demócratas que pensaban que para salir del atolladero interno y global en el que está sumida la sociedad norteamericana, hacía falta experiencia en la gestión de un multilateralismo activo.

El cambio de talante también se ha manifestado con el lanzamiento de un profundo mensaje de compromiso social y económico con las clases medias.

La batalla hacia la presidencia la ha iniciado, el senador, descalificando las propuestas de renovación republicana que está planteando John McCain, y reafirmando su idea de cambio pero ahora en términos más pragmáticos. De Irak hay que irse, pero siendo muy cuidadosos con el modo y las consecuencias. Con los iraníes hay que hablar, pero con firmeza y precondiciones. Israel es nuestro aliado, y en el seno del todopoderoso lobby del AIPAC, Jerusalén es su capital.

El candidato demócrata ha entendido que el cambio de política y de imagen, el salto de la guerra a la diplomacia que ha propuesto con tanta decisión, no puede en ningún caso derivar en debilidad, ni en improvisación.

Cuando Carter se quedó anclado en los ideales de la campaña electoral de 1976 y pretendió deshacerse del pasado belicoso y anticomunista de Estados Unidos, terminó su presidencia secuestrado por la revolución integrista iraní y humillado por la gerontocracia soviética.

A Kennedy, años antes, casi le estalla una guerra nuclear entre Bahía de Cochinos y los misiles de Kruschev a los pocos meses de pedir a sus compatriotas en una emotiva toma de posesión en el Capitolio, un compromiso mayor con su país y con la libertad.

EL MUNDO YA NO ES LO QUE ERA

Barack Obama se enfrenta a un mundo particularmente convulso y a una América diferente a la que todos, menos él, conocíamos. Irak, Irán, Oriente medio, Cuba. El cambio climático, la pobreza y la energía. La crisis económica, el hastío de las clases medias y las reformas sanitarias. La inmigración, el Nafta, y la renegociación de tratados comerciales. La diplomacia y la fuerza.

El terrorismo internacional. Uno a uno, los temas que preocupan a los norteamericanos, a los países aliados y a la política internacional, se han convertido después de ese mágico momento de St. Paul, en las cuestiones que le colocarán sus responsables de campaña en los atriles desde donde el senador ha cautivado a millones de personas en todo el mundo, pero solo a la mitad más uno de sus votantes.

Cambiar América y el mundo al mismo tiempo ha sido una vieja aspiración de los presidentes de Estados Unidos, pero muy pocos lo han logrado. Roosevelt contuvo a la sociedad americana en su caída al abismo de la depresión de los años 30, pero no fue capaz de contener la emergencia de los totalitarismos en Europa. Truman y Eisenhower pusieron en marcha la locomotora financiera doméstica y la economía internacional, pero no supieron detener la espiral armamentista que fortaleció de igual manera los arsenales americanos y los comunistas y propició la proliferación nuclear en China, Francia o Gran Bretaña. Johnson construyó la Gran Sociedad de los años sesenta fundamentada sobre los derechos civiles pero mantuvo e incrementó una política exterior agresiva y desbocada en Vietnam y el extremo oriente.

Obama debe de tener claro que no podrá construir una política exterior firme y global sin el apoyo de países y alianzas que contribuyan a retomar los principios del multilateralismo, sobre los cuales el senador aún no se ha pronunciado con claridad.

MENOR PODER BLANDO

El profesor de Relaciones Internacionales Joseph Nye estuvo en España el pasado mes asistiendo a un seminario sobre política exterior norteamericana organizado por el Real Instituto Elcano y por el Centre for Strategic and International Studies, think tank de carácter moderado, muy al estilo de los tiempos que vienen.

Nye, fervoroso partidario de Obama lo cual llena de credibilidad al candidato de Illinois, fue quien elaboró hace algunos años el concepto de poder blando a través del cual Estados Unidos debería atraer a sus aliados y rivales en vez de imponer sus criterios utilizando en todo caso la fuerza política o militar.

Pero tal vez hoy, en el mundo global que Nye describiera antes incluso de que la globalización hubiera nacido en realidad, Estados Unidos no tenga el mismo poder de atracción. El poder internacional se ha fragmentado, las dinámicas económica y política han configurado nuevas potencias. Europa flaquea y China se reafirma. Rusia crece y lava su imagen. Brasil y la India limpian sus cuentas. El mundo no es hoy lo que era.

La campaña demócrata ha demostrado que la América pentecostalista que había fabricado la Administración Bush no era tal y el godspell político propuesto por Obama ha llenado los mítines de aplausos y conquistado los corazones de millones de americanos que han gritado con una sola voz, sí podemos (yes we can).

Pero en el próximo mandato presidencial, la superpotencia ejercerá su hegemonía en una sociedad internacional en la que América y el mundo han vuelto a separarse. En la que Estados Unidos puede no ser ya la última y mejor esperanza de la tierra para muchos ciudadanos en el mundo. Aunque lo siga siendo, todavía y más que nunca, para muchos ciudadanos de Minnesota.

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