Cambio climático: nueva fuente de conflictos armados

(PD).- Si no se frenan los efectos del cambio climático, y la sequía avanza en amplias zonas del mundo, factores como el hambre, los desplazamientos de población, el desequilibrio y los conflictos se agudizarán.

Escribe Mabel González Bustelo en Safe Democracy que «los países más pobres sufrirán las peores consecuencias y los países desarrollados deben afrontar y abordar sus responsabilidades al respecto».

En el año 2007 el cambio climático logró por fin situarse en la agenda política global como uno de los grandes problemas que afronta la humanidad. Así lo reflejaron las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), y su importancia también quedó constatada en la concesión del premio Nobel de la Paz al citado organismo y al ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.

Pero además, cobró fuerza y visibilidad una dimensión hasta ahora poco estudiada del fenómeno: el cambio climático como posible fuente de tensiones y conflictos. Una muestra de ello es que el año pasado, por primera vez, el Consejo de Seguridad de la ONU debatió sobre el cambio climático como amenaza para la paz y la seguridad global.

Los efectos del cambio climático amenazan la paz y estabilidad en amplias regiones del mundo, especialmente en aquellas donde vienen a sumarse a una situación de fragilidad estatal, gobiernos débiles, problemas económicos e inestabilidad. Su combinación con los problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a la escalada de las mismas e incluso a conflictos armados.

COMPETENCIA POR RECURSOS CADA VEZ MÁS ESCASOS

Según la organización International Alert, 46 países (en los que viven 2.700 millones de personas) están en claro riesgo de sufrir conflictos violentos, mientras en otros 56 las instituciones tendrán serios problemas para gestionar los efectos de este fenómeno, ya que éste se sumará a los retos ya presentes.

Las regiones más afectadas serían África, el centro y sur de Asia y zonas de América Latina como la región andina. Se trata de algunas de las regiones más pobres del mundo.

Hay varias formas en las que el cambio climático puede generar tensión e incluso conflictos. Una de ellas es la competencia por recursos cada vez más escasos. “Con la desertización, se dificulta la coexistencia entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que solían compartir los recursos” El avance de la desertificación y el cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y en último término aumentar la inseguridad alimentaria. 430 millones de personas ya viven actualmente con escasez de agua, y todas las predicciones del IPCC indican que este número aumentará.

Un ejemplo de ello podría ser la guerra en Darfur (Sudán), que se ha calificado como el primer conflicto del cambio climático. Aunque las interpretaciones más frecuentes lo explican como un enfrentamiento de raíces étnicas entre árabes y africanos, la realidad es más compleja.

OTRA LAMENTABLE RAZÓN PARA EL DESPLAZAMIENTO DE PERSONAS

Hay que tener en cuenta el enfrentamiento por la tierra y las fuentes de agua entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que tradicionalmente habían compartido los recursos, pero que ahora tienen más difícil hacerlo por el avance del desierto.

Otros elementos que han contribuido a la violencia son el abandono de la región por parte del gobierno central, la debilidad estatal, la proliferación de armas ligeras o la intervención de actores externos, entre otros.

Asimismo, otro factor de inestabilidad pueden ser los grandes movimientos de población. Las formas de vida de cientos de millones de personas van a resultar afectadas por las consecuencias del cambio climático, y son previsibles grandes movimientos de población, dentro de los países (hacia otras zonas rurales o hacia las ciudades) y cruzando fronteras.

Tanto desde la ONU como desde numerosas ONG se afirma que, para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos. Este movimiento, por sí mismo, no tiene por qué generar inestabilidad, pero lo hará si los recursos en el lugar de llegada también son escasos y esto genera fricciones con las comunidades locales. Por ejemplo, además de las consecuencias internas, el conflicto de Darfur ha llevado a 300.000 personas a huir al país vecino, Chad. Esto ha extendido el conflicto a este país, y se ha sumado a la violencia interétnica y al enfrentamiento entre Gobierno y rebeldes. El resultado es que casi 200.000 personas en Chad también han tenido que abandonar sus hogares.
LOS ESTADOS FRÁGILES, LOS MÁS AMENAZADOS

La salud pública también puede resultar afectada. Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como el cólera o la malaria aumentarán.

Esto es grave porque se producirá en países que en muchos casos no disponen de los recursos sanitarios suficientes como para hacer frente a estas epidemias. Y la falta de acción de los Estados frente a estos problemas es uno de los grandes factores que minan su legitimidad.

Los países que resultarán más afectados serán aquellos donde las nuevas condiciones vengan a sumarse a un contexto de guerras recientes o inestabilidad política, pobreza y desigualdad y mal gobierno.

La cuestión de la fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos de estos Estados carecen. En estos casos, es más probable que los ciudadanos se sientan desprotegidos y rompan el contrato social con el Estado, llegando a adoptar conductas violentas en busca de una forma de vida.

Es evidente que ésta no es ni será la única fuente de violencia en el mundo. El año pasado había activos 28 conflictos y 70 situaciones de tensión. Cada uno de ellos tiene raíces locales y motivaciones específicas, aunque pueden rastrearse rasgos comunes en la fragilidad estatal, la ubicación en regiones periféricas del sistema internacional, su exclusión del modelo actual de globalización, etc. Tras todos ellos hay también motivaciones políticas que probablemente seguirán existiendo en el futuro y que es necesario tener presente para comprender el origen y evolución de los conflictos violentos. Lo que el cambio climático puede hacer es exacerbar y extender las situaciones de tensión, poner aún más en entredicho la eficacia estatal y colocar en situación de vulnerabilidad a más millones de personas.

LA RESPONSABILIDAD DE LOS PAÍSES RICOS

Una cuestión importante que no puede obviarse es la extrema injusticia que supone todo esto. Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero (aunque ahora se han sumado a ellos China e India, entre otras potencias emergentes).

Frente a esto, los efectos los sufrirán los países y poblaciones más pobres, que son los que menos han contribuido a esta situación.

Los países ricos tienen importantes responsabilidades hacia el resto del mundo y ésta debería ser una de ellas: por un lado cambiar su conducta para frenar el avance del cambio climático; por otro, una creciente y decidida cooperación internacional para ayudar a los países que no lo han generado a paliar sus impactos.

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