Respuesta a la madre de Alex

(Jeff Jacoby).- “Hola, John McCain. Este es Alex. Y es lo que más quiero. Hasta el momento sus habilidades incluyen probar cualquier comida nueva y perseguir al perro. Eso y hacer que mi corazón se desboque cada vez que le miro. Y por eso, John McCain, cuando dice usted que se quedaría en Irak 100 años, ¿contaba con Alex? Porque si es así, no va a disponer de él.”

Hola, madre de Alex – soy John McCain. Su hijo es adorable, y no la culpo de estar como loca con él. Créame, sé exactamente cómo se siente. He sido bendecido con siete hijos — Doug, Andrew, Sidney, Meghan, Jack, Jim, y Bridget – y por mi experiencia le puedo decir que el intenso vínculo que siente solamente se va a reforzar a lo largo del tiempo. Incluso después de que Alex se haya convertido en un joven adulto, su amor por él la traerá de cabeza. Pocas cosas le darán mayor paz interior que saber que su hijo está feliz y sano – y en caso de que algo le amenace o le hiera, sentirá dolor con inquietud y deseará protegerle.

De manera que entiendo el motivo de que recele o se indigne si le dicen que yo apoyo una guerra interminable e inganable en Irak, o que veo a niños como Alex como conveniente carne de cañón para esa guerra. Cualquier padre decente echaría pestes de un político que fuera alegremente indiferente a la perspectiva de tropas americanas luchando y muriendo otros 100 años.

Pero yo no soy ese político. Lo último que quiero es ver a nuestro país inmerso en una guerra que está condenado a perder. Esa es la clase de guerra que estábamos librando en Irak antes de comenzar el “incremento” en enero de 2007 — la estrategia mejorada de contrainsurgencia que yo había defendido durante cuatro años antes de que el Presidente Bush accediera finalmente a cambiar de curso.

Hoy, gracias a ese cambio de estrategia, nuestras perspectivas de éxito en Irak son más brillantes que nunca. “Cruce los dedos, pero el gobierno respaldado por Estados Unidos y el ejército podrían estar ganando la guerra,” editorializaba recientemente el Washington Post. Apenas el otro día, una noticia en la portada de USA Today destacaba lo dramáticamente que han mejorado las cosas. “Los ataques y los accidentes en carretera,” abría el artículo del 23 de junio, «han descendido casi un 90 por ciento a lo largo del último año.» Por supuesto en tiempo de guerra no hay garantías, pero creo que las probabilidades de que la guerra de Irak acabe en victoria antes de que Alex sea lo bastante mayor para ir al parvulario son prometedoras.

Pero hasta en un Irak pacífico de posguerra es probable que haya un papel para las tropas americanas, igual que en las demás zonas de conflicto. A pesar de lo que a MoveOn, AFSCME y el Partido Demócrata les gustaría que usted creyera, yo no pienso en otro siglo de guerra en Irak. Pienso en un siglo de paz. Ese es el motivo de que cuando un votante mencionó durante un acto en New Hampshire en enero que el Presidente Bush había hablado de “quedarnos en Irak durante 50 años,” yo respondí: “Aunque sean 100.” Después de todo, continué, “Llevamos 60 años en Japón. Hemos estado en Corea del Sur 50 años más o menos. Eso valdría por mi parte, *mientras los americanos no estén resultando heridos o perjudicados o dañados o asesinados.* Barack Obama y sus partidarios omiten siempre la letra pequeña, pero convendrá usted en que son esenciales para lo que quiero decir.

Al margen de cuales puedan ser nuestras diferencias políticas, usted y yo odiamos la guerra. Mi familia tiene una larga tradición de servicio al país, y como mi padre y mi abuelo antes, sé de primera mano lo terribles que pueden ser sus costes. Los sacrificios de la guerra no son simples abstracciones o lemas políticos para mí. Nunca podría ser indiferente a poner en peligro a los valientes americanos — mis dos hijos menores entre ellos – que llevan el uniforme de la nación y se presentan voluntarios a defender su seguridad y su libertad.

¿Y quién sabe? Quizá su pequeño crezca para ser uno de esos valientes americanos. El mundo seguirá siendo un lugar peligroso, y aún necesitaremos hombres y mujeres que nos defiendan de aquellos que quieren perjudicarnos. Si Alex elige presentarse a filas, tendrá el apoyo y la estima de una nación agradecida. Y, estoy seguro, de su orgullosa y amante madre.

Jeff Jacoby es columnista de The Boston Globe

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