El exceso de proteccionismo en América

El exceso de proteccionismo en América

(PD).- Puesto que algunas personas quieren obligar a los americanos a comprar exclusivamente productos agrícolas americanos u otros productos, la pregunta es porqué no defienden mantener lejos del país a todos esos músicos extranjeros, cantantes de ópera, orquestas, bandas, directores de orquesta, actores, directores de cine y todos los demás no nativos que negocian sus contratos y su caché en nuestras costas.

Como explica Tibor R. Machan en un artículo publicado en su blog, durante un tiempo al menos, las universidades canadienses tuvieron una política de no contratar a profesores procedentes de América porque, bueno, hay muchos más profesores norteamericanos cualificados que se presentan a los puestos de ese país que licenciados para competir en un mercado exigente. Pero ese es exactamente el caso que se da con muchos artistas, así como médicos y científicos — están ocupando puestos que podrían estar ocupados por americanos.

Por supuesto la idea resulta obscena. Pero aun así eso es exactamente a lo que se reduce el proteccionismo de la industria agrícola o de la industria automovilística o de cualquier otra profesión e industria. Globalización significa eliminación de las restricciones entre países, nada de nada. El mercado laboral o profesional también debería haberse liberado completamente de la interferencia gubernamental excepto en lo que se reduce a los enemigos explícitos, declarados y conocidos del país. ¡Pero no se atreva siquiera a sugerir eso a los Senadores Obama o Clinton!

Cualquiera que se queje de la disolución cultural, por supuesto, llega tarde — durante siglos esa disolución se ha prolongado a lo grande. El profesor Tyler Cowen, de la Universidad George Mason, dejaba esto completamente claro en su gran libro ‘Destrucción creativa’ (Princeton University Press, 2004). Demostraba que no existe ningún campo en el que prevalezca la pureza, ninguno, ni en la música folk, ni en la alta cocina, ni ninguna parte. En la práctica, el grueso de la creatividad artística — o de la moda o del estilo en realidad — consiste en tradiciones mezcladas y después en volverlas a mezclar una y otra vez con el proceso de manera tan radical que nadie es capaz de enlazar el resultado con alguna región específica del planeta o con algún «pueblo.»

Con frecuencia muy triste el llamamiento a la pureza se disfraza de prejuicios de odio. Uno de mis parientes cercanos que aún reside en el país solía quejarse de cómo están destruyendo la herencia artística del país los elementos extranjeros y similares. Por supuesto, esto no era sino un disfraz, porque lo que realmente le resultaba tan ofensivo era que hay una buena cantidad de profesionales, artistas, intelectuales y educadores judíos en el país que algunos preferirían tenerlos en exclusiva. Caso de que lo dude, no hay ningún daño en desear encontrarse en entornos familiares de vez en cuando. Recuerdo que una vez mi familia realizó un viaje corto a la ciudad alemana de Augsburg mientras yo trabajaba en Lugano, Suiza, y al llegar a la ciudad observamos lo alta que era la gente en comparación con los habitantes de Ticino, que es la zona italiana de Suiza en la que se ubica Lugano. Y uno de nosotros exclamó que era una buena señal encontrarse con personas tan altas como nosotros. ¿Y por qué no? A menos que uno convierta esto en una especie de cruzada contra los menos altos, a menos que uno castigue a los hijos de uno por enamorarse o querer casarse con individuos no tan altos, no hay perjuicio en sentir comodidad entre aquellos parecidos a uno mismo.

En la práctica, la gente manifiesta de manera muy libre y sin disculparse preferencias como ésta en las relaciones personales, basadas en rasgos físicos de personas con las que se sienten más cómodos que con otras. Mientras el razonamiento y la inteligencia de uno se pongan en marcha y se niegue a ampliar tales preferencias a una especie de doctrina de especialidad o pureza, no hay daño ni ofensa. La gente que procede de Alemania bien puede preferir la música, la literatura o la poesía alemanas, mientras la gente que proceda de Polonia o de Italia o Siria pueda decantarse, con bastante frecuencia al menos, por lo que les hace sentir cómodos. Convertir esto en un asunto de principios, por supuesto, es una tontería — se elimina una gran cantidad de creatividad humana cuando uno se obceca según estas directrices. Pero preferir entornos familiares puede ser una experiencia muy complaciente para la mayoría de nosotros.

Y para algunos de nosotros una sensación más cosmopolita parece mejor puesto que procedemos de diversos lugares que son enormes crisoles culturales, artísticos y arquitectónicos. El hecho es que el mundo tiene espacio para todas estas variedades de preferencias y gustos, y mientras son desarrollados de una manera civilizada y pacífica y nadie se lo toma tan a pecho como para llevárselo al terreno de las hostilidades, así es como deberían ser las cosas.

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