Los problemas energéticos en China

Los problemas energéticos en China

(PD).- El proceso de destrucción creativa, escribía Joseph Schumpeter, es «el hecho esencial del capitalismo.» Lo viejo es destruido por lo nuevo y mejorado. Pero es un hecho esencial que la dirección china es reticente a aceptar. Durante 30 años por tanto, con gran éxito, China ha aprovechado el capitalismo sin suscribirlo. Así lo explica Daniel J. Ikenson en este artículo publicado en el Far Eastern Economic Review.

Pero mientras la economía crece y se diversifica, la capacidad de éxito con la fórmula antigua se vuelve cada vez más dudosa. Hay demasiados intereses que equilibrar; demasiadas señales que manejar. Aun así, la respuesta de la directiva a los crecientes precios de la energía — el asunto económico más acuciante de nuestro tiempo — sugiere que no tiene intención de cambiar de rumbo a corto plazo.

China ha proporcionado desde hace tiempo subsidios a los combustibles, lo cual es atacado por instar al consumo masivo, sustentando industrias inútiles, degradando el medio ambiente y obligando a los consumidores de energía de otros países a pagar precios más elevados. Pero los precios récord del carbón y el petróleo, impulsados y no en pequeña medida por el crecimiento económico de China, han hecho mucho más caro subsidiar las gasolinas, el diesel y el consumo de electricidad.

Más que nunca, la economía de los chinos precisa de señales del mercado pará distribuir los caros recursos. Sume a eso la creciente aceptación en todo el mundo de la gravación fiscal de las emisiones de carbono como respuesta apropiada a los ineficaces procesos de producción, y pronto el coste de esos subsidios chinos en términos financieros directos podría duplicarse. Se diría que ahora es el momento adecuado para que el gobierno anuncie la desaparición de los subsidios, los límites a los precios y demás intervenciones en los mercados energéticos, de golpe.

Si los precios de la energía y la producción fueran determinados por la oferta y la demanda, se podría lograr el progreso en un amplio abanico de objetivos políticos chinos importantes, desde mayor eficacia en el consumo energético y la restauración medioambiental hasta eliminar el progresivo paro económico y reducir los desequilibrios comerciales. En su lugar, el 20 de junio, el gobierno anunciaba incrementos en los precios (reducciones en esos subsidios) para el diesel, las gasolinas, el gasóleo y la electricidad, y volvía a establecer límites a los precios del carbón de central, que ya había sido liberado del control público. Para evitar que los productores de carbón buscasen los precios más elevados del extranjero, y para paliar la creciente probabilidad de carencia de carbón, se espera que el gobierno prohíba las exportaciones de carbono en el futuro próximo (que ya están limitadas).

Las reducciones de los subsidios son un paso en la dirección adecuada, el gobierno sigue fijando los precios sin ninguna capacidad para proyectar con precisión la oferta y la demanda. Su arcaico objetivo, por supuesto, no es la eficiencia ni la racionalización económica y un mayor equilibrio comercial, sino la estabilidad social, lo que en este contexto significa dirigir prestaciones a aquellos intereses más impacientes y cargar los costes a los relativamente más sumisos.

Los límites a los precios del carbón, en coordinación con los incrementos de los precios de la electricidad, son una apuesta por permitir a las compañías energéticas — de las que millones de agitados chinos poseen valores — la oportunidad de exprimir por fin beneficios y evitar cortes eléctricos durante los meses de verano de máximo consumo. Los precios de venta se han limitado en una apuesta por contener la inflación. Pero la inflación de los precios de la energía sería tratada de manera más eficaz si el gobierno permitiera al mercado determinar el valor de la divisa china. La mayor parte de las apuestas dicen que el Yuan se apreciaría considerablemente, reduciendo los precios en China de carbón y petróleo importados. Esa maniobra política en solitario podría estimular el consumo de más energía, pero no necesariamente, si los subsidios y los límites de los precios también fueran abandonados.

Daniel J. Ikenson es director asociado del Centro de Estudios Comerciales Políticos del Cato Institute

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