La conciencia turbia del Gobierno ZP

La conciencia turbia del Gobierno ZP


Christian Rubio (PD).- Los Juegos Olímpicos de Beijing pasarán a la historia, sí. Pero, paradójicamente, lo harán por tratarse de una antología selecta de cuentos chinos, todos ellos con un final marcado por los embustes y el cinismo. El Gobierno ZP calla ahora ante un socio comercial, mira hacia los Derechos Humanos sólo cuando le conviene, amordaza a nuestros deportistas y baila al son de la dictadura comunista china.

Aquí todos eligen su propia historia y muchos han decidido abonarse a la fábula, donde reina el bienestar y luce el arco iris. Sin embargo, el Partido Comunista Chino pinta de una sola tonalidad su horizonte. El rojo de la pasión se disfraza de rojo opresor, el color de la buena suerte para el simbolismo chino y el de la ignominia para la democracia.

El maoísmo, que toma su nombre del máximo dirigente de la República Popular China hasta 1976, Mao Zedong, nació con el objetivo de alcanzar el ideal de la dictadura del proletariado. En las últimas tres décadas, el Partido ha evolucionado hacia un modelo autoritario con un fuerte componente nacionalista, adoptando un modelo económico capitalista. ¿Está curado el país después de las atrocidades que se cometieron durante el siglo XX?

Es cierto que la evolución de los principios ideológicos del comunismo chino ha sido muy positiva. Es verdad que la represión social se ha mitigado (su tiempo ha costado) y que el último dirigente, Hu Jintao, ha impulsado las reformas políticas y económicas hacia el sentido común. Pero la historia no se escribe con maquillaje, sino con estabilidad y paciencia, siendo constante. La metamorfosis es un proceso largo y costoso, y requiere un mimo demasiado especial como para tomárselo a la ligera.

Lo que no está siendo constante precisamente son los baremos a la hora de juzgar. Es fácil tomar la vía rápida y mirar para otro lado, ignorando un progreso al que aún le queda mucho camino por recorrer y unos Derechos Humanos que respetar. La vicepresidenta Fernández de la Vega ahora ve la opresión con otros ojos, se aleja de la línea progresista y no afronta la realidad, cegada por aquel famoso arco iris de las fábulas. Fernández de la Vega apoyó el martes las recomendaciones realizadas por el Comité Olímpico Internacional (COI) en las que se aconsejaba a los deportistas no hagan declaraciones políticas durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín:

«La familia olímpica tiene sus propias normas que hay que respetar», aseguró la vicepresidenta, que aludió a que «la Carta Olímpica en su norma 50.3 establece que en la villa olímpica esta prohibido hablar o realizar cualquier manifestación o propaganda política, religiosa o racial».

Y no sólo apartan la mirada desde el Gobierno sino que además pretenden silenciar a nuestros deportistas, apoyando la decisión del COI de no hacer declaraciones políticas durante el evento. Jacques Rogge, su presidente, no sabe o no quiere admitir la censura a la que está siendo sometida la prensa extranjera ni el castigo sobre las libertades individuales. Prefiere valorar estos juegos como un negocio redondo: China es una mina por explotar, y nos encontramos ante el escaparate perfecto.

Por otro lado, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha decidido abrir una investigación contra dos ministros y cinco altos cargos de la República Popular China por represión en Tíbet. Era el momento oportuno, pero el proceso será en vano: los hechos que se denuncian tienen que juzgarse en el país en el que se cometieron o en un tribunal internacional. Y volvemos a los baremos. ¿Por qué ahora, de una manera tan infértil, y no se mueve ni un solo dedo para luchar contra el autoritarismo en Cuba?

La decisión del juez Pedraz alertó al Gobierno, que rápidamente quiso calmar las aguas a través de Moratinos. El ministro de Exteriores se reunió con su homólogo chino, Yan Jiechi, en un intento hipócrita de impulsar las relaciones bilaterales entre ambos países. El jefe de la Diplomacia española aseguró que el Gobierno español, como la Unión Europea, habla con sus interlocutores chinos sobre Derechos Humanos desde el «respeto» y en el marco del «excelente nivel de relación» entre los dos países.

Lo dicho, la izquierda calla ahora ante un socio comercial, mira hacia los Derechos Humanos sólo cuando le conviene, amordaza a nuestros deportistas y baila al son de los cuentos chinos, buscando una manera de escribir un final feliz a algo que, a día de hoy, no lo tiene.

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