McCain, atascado entre un discurso mojigato y el ciclón Palin

McCain, atascado entre un discurso mojigato y el ciclón Palin

(Michael Gerson).-Esta temporada electoral está marcada por una realidad política incuestionable: es un buen año para ser Demócrata y es un mal año para ser Republicano. Pero este hecho no se traduce automáticamente en una buena estrategia para Barack Obama, ni en una causa insalvable para John McCain.

Obama obtuvo su candidatura desafiando a la partidista más efectista de la política estadounidense, Hillary Clinton, con un mensaje difuso pero atractivo de unidad y esperanza. Después vino Denver, en el que el equipo Obama siguió el consejo (a pies juntillas) del estamento Demócrata al que había derrotado: puesto que es un año Demócrata, preséntate como el candidato de la lucha de clases de toda la vida, crítico con Bush y obsesionado con atacar a McCain. Olvídate de la retórica elevada, el post partidismo y el resto de toda esa basura. Danos la victoria progresista que Al Gore y John Kerry fueron demasiado torpes para alcanzar.

Con su feroz pero prescindible discurso de la semana pasada, Obama estaba consumido por la formación que había conquistado. Eligió conducir a su partido a la batalla bajo la bandera blanca de su propia rendición tonal.

Puede ser suficiente para ganar. Con los Republicanos a la zaga en alrededor de 10 puntos en la encuesta genérica del Congreso, Obama dispone de votos que desperdiciar en la búsqueda de una victoria ajustada y polarizada.

Pero este enfoque plantea riesgos. La marca Obama, esbozada en las primeras primarias Demócratas, se ha visto menoscabada — igual que si el lagarto Geico se hiciera de pronto carnívoro agresivo. Y este cambio eleva las perspectivas de que Obama el idealista sea simplemente una etiqueta — un número realizado a propósito para distraer de un historial de votación progresista en el Senado y un historial de votación bastante radical en la legislatura de Illinois en asuntos tales como delincuencia o aborto (se opuso a las leyes encaminadas a evitar la liberación de delincuentes sexuales antes de cumplir las penas, se opuso a endurecer las penas contra los miembros de bandas delictivas, y a proteger a los niños nacidos con vida tras un intento de aborto).

En resumen, los Demócratas pueden por fin obtener la presidencia con las habilidades de Barack Obama y la ideología de Walter Mondale. Pero Obama debería darse cuenta: los partidistas de su partido le han convencido de presentarse de una manera en la que ningún Demócrata moderno ha ganado nunca antes. Los únicos modelos recientes de victoria Demócrata — Jimmy Carter y Bill Clinton — eran centristas del Sur. Los americanos están enfadados y desconcertados, pero América sigue siendo un país de centro-derecha.

Mientras que Obama tiene fácil ganar como Demócrata típico, McCain no tiene ninguna posibilidad de ganar como Republicano típico. McCain podría atacar en la práctica la escasa experiencia de Obama y la inocencia de sus juicios en política exterior y movilizar a la base electoral en una agitación estilo era Reagan, pero seguiría sin ser suficiente. Si McCain no desafía abiertamente a su partido en su discurso de convención, su partido volverá al exilio. Los Republicanos deberían celebrar la enjundia.

Los desafíos de McCain incluyen no solamente a un presidente impopular, sino los recuerdos recientes de un Congreso Republicano que logró ser ideológicamente rígido y éticamente comprometido a la vez. McCain tiene solamente dos opciones: ser un reformista, o ser una víctima. El principal beneficio de tener a Sarah Palin en la lista no es su sexo ni su conservadurismo, sino su merecida reputación de enemiga de la corrupción Republicana en Alaska.

McCain cuenta con la trayectoria para transmitir un mensaje de reforma con credibilidad. Su propia reputación de Republicano rebelde también es merecida, en asuntos que van desde la financiación de campaña a la inmigración, pasando por la tortura o el cambio climático. Pero los pronunciamientos políticos de su campaña, hasta la fecha, han sido bastante convencionales — más recortes fiscales, más prospección petrolera, modestas reformas sanitarias. Y los americanos no van a dar crédito a los rebeldes del pasado sin la promesa de un rebelde futuro.

Normalmente supone un error que un discurso de convención sea programático; es como pronunciar un discurso del Estado de la Nación en una feria estatal. Pero McCain necesita anunciar propuestas de reforma nuevas e inesperadas. Quizá debería seguir valientemente la lógica de su plan de jubilación y prometer cobertura sanitaria como derecho universal garantizado mediante subsidios a la contratación de un seguro médico privado. Quizá debería suscribir el objetivo de obtener toda la electricidad estadounidense a partir de fuentes renovables y no vinculadas al carbón en alguna fecha ambiciosa pero realista. Quizá debería ofrecer financiación garantizada a la educación superior a cambio de la prestación social. Quizá debería anunciar planes concretos para el cierre de Guantánamo, ideas nuevas para hacerse con los corazones y las mentes del mundo en desarrollo, o reformas al sistema de abastecimiento del Pentágono, con frecuencia escandaloso. Quizá debería proponer alguna reforma ética que enfurezca de forma genuina a cada uno de sus colegas del Congreso.

Al margen del contenido del discurso de McCain, existe una prueba de fuego de su éxito. Los votantes tienen que poder decir: nunca he escuchado eso antes a un Republicano.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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