El nuevo régimen de Bretton Woods II

El nuevo régimen de Bretton Woods II

(DAVID IGANTIUS).-A estas alturas todos somos chinos. Es decir, tenemos una economía nominalmente capitalista, pero a la hora de la verdad no confiamos en el funcionamiento a su aire del libre mercado. De manera que recurrimos al gobierno en busca de protección y estabilidad.

El nuevo intervencionismo no es tan socialista como Confuciano – la creencia en que una sociedad entre los sabios público y privado nos va a sacar del desastre. Y por si sirve de consuelo, los chinos se están volviendo más como nosotros, incluso mientras nosotros nos volvemos más como ellos.

Una versión china de la recapitalización de los bancos financiada por el gobierno esta semana surgió de la crisis de la Bolsa de Hong Kong en agosto de 1998. Para contrarrestar un huracán especulativo que había asolado el mercado local, las autoridades chinas intervinieron para adquirir con dinero público los valores más castigados. El gobierno gastó 15.100 millones de dólares para adquirir alrededor del 7,3% de las compañías del índice tecnológico Hang Seng.

Allá por 1998, los activistas del libre mercado en Occidente estaban escandalizados por la intervención china, y la condenaban como un peligroso precedente. Pero ayudó a estabilizar el mercado de Hong Kong. Bien, el rescate previo parece realmente discreto – en comparación con la cuasi-nacionalización de los principales bancos del mundo de la que estamos siendo testigos esta semana.

Los chinos han seguido estando inquietos con los mercados, incluso al mismo tiempo que su versión de capitalismo ha generado un crecimiento y una prosperidad sin precedentes. Prefirieron encabezar desequilibrios comerciales positivos gigantescos, una especie de ahorro público obligatorio, en lugar de gastar su nueva riqueza. Y se resistieron a la presión encaminada a reevaluar su divisa al alza como habrían dictado las fuerzas del mercado, porque temieron las consecuencias.

Un banquero central chino me explicaba en Pekín hace unos cuantos años que creía que la “década perdida” de estancamiento económico de Japón era producto de dejar que el yen japonés se apreciara con demasiada rapidez durante los años de expansión, y que los chinos no iban a cometer el mismo error. Los chinos también eran aprehensivos mientras contemplaban a los rusos durante su fase de “capitalismo oligarca salvaje” de los años 90. El modelo ruso les resultaba demasiado elemental, demasiado voraz.

Las cosas van a tardar muchos meses en calmarse en esta crisis, y en hacer juicios acerca de la forma del nuevo orden Pero mi futurólogo favorito del Monitor Group, Peter Schwartz, predice ya que estamos entrando en un nuevo paradigma político y económico. “Claramente acabamos de dar un gran paso lejos del capitalismo democrático,” dice.

Una fuente de inestabilidad que tiene que ser solucionada es el desequilibrio estructural en el comercio global fruto de lo que se ha dado a conocer como «Bretton Woods II.» Esencialmente, significó que los chinos y las demás economías asiáticas registrarían enormes desequilibrios comerciales positivos y financiarían los déficits comerciales estadounidenses correspondientes adquiriendo valores del Tesoro – financiándonos en la práctica el dinero para financiar nuestro sobreconsumo. Eso ayudó a crear las gigantescas reservas de capital que se repartieron por los mercados internacionales, y los bajos tipos de interés que animaron a los inversores a asumir demasiados riesgos.

El régimen de Bretton Woods II tiene que evolucionar en algo más estable. En los términos más simples, la solución requerirá más consumo por parte de China, y menos consumo por parte de Estados Unidos. Es una transición espinosa: tras las sorpresas de los últimos meses, los chinos desearán ser menos vulnerables a los mercados globales; van a poner más énfasis en el crecimiento nacional y el consumo, y menos en los mercados de exportación. Pero China y Occidente siguen necesitándose, quizá más que nunca.

Una señal esperanzadora la semana pasada fue que los chinos avanzaban hacia la propiedad privada, al mismo tiempo incluso que América y Europa se alejaban de ella. El gobierno chino anunciaba una nueva política agraria encaminada a permitir a millones de granjeros ser propietarios de la tierra que han estado cultivando. Esto generará una enorme reserva nueva de riqueza privada en China, que podría alimentar el gasto nacional y el crecimiento.

La realidad que se ha hecho evidente a pesar de todos nosotros durante el gran episodio de pánico de 2008 es que a nadie le gusta vivir en la cuerda floja del mercado. Queremos el dinamismo y la flexibilidad que una economía capitalista proporciona de manera exclusiva. Pero también queremos protección – una red de seguridad para nosotros mismos y nuestras familias cuando los mercados nos fallan.

Afortunadamente, la gente próspera desprecia esta necesidad humana de protección cuando soplan buenos tiempos y la ayuda va al desafortunado y el indigente. Pero no escuchemos más estruendos altisonantes acerca de la iniciativa propia y la “escuela de la vida” procedentes de los banqueros y los ejecutivos de las sociedades de inversión recién salidos de la Universidad, que son los beneficiarios del rescate. Para mejor o para peor, a estas alturas todos somos chinos, y todos comemos del mismo cuenco.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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