Pakistán, un cerco que complica la política exterior de Obama

Pakistán, un cerco que complica la política exterior de Obama

(DAVID IGNATIUS).- De todos los problemas a los que se enfrenta la administración Obama, ninguno es más espinoso que Pakistán; una potencia nuclear que tiene la guerra de Afganistán en su frontera occidental, una tensa confrontación con la India en su frontera oriental, y una letal insurgencia dentro del país compuesta de musulmanes militantes que quieren derrocar al gobierno proamericano.

En la encrucijada de estos tres conflictos se encuentra el ejército paquistaní y sus servicios de Inteligencia, conocidos como el ISI. La contundente presencia del ejército se resume en un chiste paquistaní: «Todos los países tienen ejército, pero aquí el ejército tiene un país.”

El desafío para Pakistán y sus vecinos quedaba plasmado de manera dramática en el ataque terrorista del 26 de noviembre en la metrópolis india de Mumbai. El asalto a dos hoteles de lujo, una estación de ferrocarril y un centro cultural judío arrojaba un balance de 165 muertos y 304 heridos, según el recuento oficial indio. Los asaltantes estaban profesionalmente entrenados y utilizaron sofisticados dispositivos de navegación GPS para encontrar sus blancos.

«Esto fue una conspiración lanzada desde Pakistán,» argumenta un detallado informe preparado por el gobierno indio y distribuido entre los funcionarios de Washington y las demás capitales. Realiza una lectura fría, página tras página, de mensajes interceptados, registros de interrogatorio y pruebas forenses.

El dossier sostiene que los 10 terroristas fueron entrenados en Pakistán por un grupo militante, la Lashkar-i-Taiba, que funcionarios indios están seguros fue alumbrado originalmente por los servicios de Inteligencia de Pakistán.
Entre líneas del dossier, pero no indicado explícitamente, se encuentra el convencimiento del gobierno indio de que algunos funcionarios del ejército paquistaní y los servicios de Inteligencia tenían conocimiento de los ataques de Mumbai. Párese a pensar detenidamente en eso, el ejército paquistaní, con su arsenal de armas nucleares, podría incluir a funcionarios vinculados con un ataque terrorista perpetrado contra un país vecino.

El funcionario estadounidense que sigue los acontecimientos en Pakistán más íntimamente es el Almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto. Él ha forjado una relación próxima de trabajo con el General Ashfaq Kiyani, el jefe de gabinete del ejército paquistaní, y ha viajado en siete ocasiones a Pakistán durante el último año para reunirse con él y con el Teniente General Ahmed Shuja, que Kiyani instauró el año pasado para encabezar los servicios de Inteligencia.

Conversé esta semana con Mullen acerca de la situación en Pakistán. Comencé preguntando por las sospechas indias de que elementos del ejército paquistaní estuvieron involucrados en los ataques de Mumbai.

«He intentado… con verdadera insistencia entender a Pakistán durante algo más del último año, y me resulta mucho más opaco que transparente,» contestaba Mullen. Parte de esa opacidad, explican fuentes del Pentágono, es producto de la tradición militar paquistaní de delegar la autoridad, de manera que los altos mandos no siempre son conscientes de los contactos que mantienen los oficiales de menor rango. En palabras de un oficial, «en ocasiones puede ser difícil imaginar quién hizo qué a quién.”

Mullen decía que Kiyani y su jefe de Inteligencia, Pasha, «han prometido de manera muy concreta alterar la cultura dentro del servicio… Reconocen que tienen que dejar de hacer lo que hacían, que es apoyar a estos… militantes, intentar hacer acuerdos, y que tienen que superar esa frase. Pero no va a suceder de la noche a la mañana.”

El comandante estadounidense dice que se fía de Kiyani «en función de si hace o no… lo que dice que va a hacer.” Y dice que Kiyani ha cumplido.

Mullen observaba, por ejemplo, que Kiyani ha dado orden de que los efectivos paquistaníes combatan a los insurgentes Talibanes en la región de Bajaur, en la frontera occidental, donde habían sido reticentes a hacerlo con anterioridad. Kiyani también ha doblado el sueldo del Cuerpo de Fronteras, la fuerza policial que opera a lo largo de la frontera afgana. Y ha elegido a un carismático oficial Pashtún como nuevo comandante del Cuerpo.

«Todo eso… es muy positivo,» dice Mullen. “Y la vigilancia de fronteras ha tenido lo que yo calificaría de increíble éxito en un período de tiempo muy corto.”

“En mi mundo ideal,” decía Mullen, la India y Pakistán trabajarían juntos para combatir a los terroristas y «proyectar una forma de solucionar el conflicto de Cachemira,» una región del Himalaya reclamada por ambos países. Pero Cachemira, advierte, sería «un objetivo demasiado ambicioso ahora mismo.”

Mullen decía que él no discutirá Afganistán en detalle hasta que el Presidente Obama haya tomado decisiones sobre la estrategia a seguir allí. Aunque más tropas estadounidenses pueden ser necesarias a corto plazo, decía, la clave de una seguridad duradera será un mejor gobierno y el desarrollo económico.

«No tengo tropas suficientes en el ejército estadounidense para marcar la diferencia que es necesario marcar” en Afganistán, advierte Mullen. “Los afganos tienen que liderar esto. El afgano tiene que llevar la voz cantante.”

© 2009, Washington Post Writers Group

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