Europa toma decisiones

(PD).- El informe sobre el futuro energético de Europa que se elaboró para la cumbre de 2007, el llamado “informe Reul”, consideraba a la energía nuclear como “una fuente de generación imprescindible a medio y largo plazo como garantía de potencia”.

Subraya Gerardo del Caz, analista de Política Internacional en el Grupo de Estudios Estratégicos que, sumidos en una crisis económica y movidos por el pragmatismo de la necesidad de limitar la dependencia energética, muchos países de Europa vuelven a considerar la opción nuclear hoy en día.

El último giro

Hace pocos días el Gobierno sueco anunció su intención de anular la prohibición que se impuso en 1980 de construir más reactores nucleares o prolongar la vida de los ya existentes. Actualmente Suecia genera cerca del 50% de su electricidad a partir de sus 10 reactores nucleares y el periodo de funcionamiento de algunos de ellos se agota con lo que era necesario tomar una decisión.

En los últimos años, a través de su empresa estatal de electricidad, Vattenfall, el Gobierno había seguido una inteligente política que combinaba una visión estratégica de capacidad de aprovisionamiento exterior, con una orientación comercial que llevó a la empresa a adquirir importantes activos de generación en el norte de Europa. Se apostó por las energías renovables y se persiguió tanto una bajada de las emisiones como una seguridad de suministro.

Al final el Primer Ministro Fredrik Reinfeldt ha optado por que los actuales reactores se sustituyan y se amplíen con otros nuevos. La decisión se precipitó ante los recientes problemas de abastecimiento en los países bálticos debido a la crisis del gas que evidenciaban una dependencia energética del exterior y a que Suecia quiere ser un líder mundial en la reducción de emisiones de gases contaminantes,

Suecia es uno de los países con más sensibilidad por la naturaleza, y sus políticas ambientales son una referencia para grupos ecologistas. La decisión sueca de 1980, debido a un referéndum, de prohibir la construcción de centrales nucleares ha sido exhibida por estos grupos como un modelo a seguir en política energética ya que, a cambio, el país decidió apostar por la energía hidráulica y las renovables. Treinta años más tarde la coalición conservadora que dirige el país rectifica y afirma que se han de renovar las centrales nucleares y construir nuevas para poder reducir las emisiones de gases contaminantes para cumplir los compromisos de Kioto.

Hay varias cuestiones añadidas que hacen esta decisión tremendamente importante. El hecho más significativo es que esta rectificación ha sido posible gracias a un cambio en la opinión pública. Una evolución que en 30 años ha pasado de aprobar el parón nuclear a apoyar en un 82% la opción nuclear.

Y en ello influye otro hecho y es que la sociedad sueca es, según los estudios realizados, la mejor informada sobre la energía nuclear. El Partido de Centro, socio minoritario del Ejecutivo, fue clave al cambiar una posición histórica que fue justificada por su líder, Maud Olofsson, afirmando que “tomaba la decisión por el bien de sus hijos y nietos”.

La novedad no queda ahí. El país más estatalista de Europa, con monopolios vigentes en importantes sectores, adoptará el modelo finlandés, es decir, será la iniciativa privada, los grandes consumidores industriales, los que encabecen los futuros proyectos nucleares y el Estado no subvencionará la construcción ni de manera directa ni indirecta. Y no hace falta, puesto que la energía nuclear es la más económica.

No sólo Francia

Europa cuenta con 145 reactores nucleares y desde hace prácticamente 30 años -excepto en contadas excepciones como Francia- no se ha ampliado la capacidad de generación nuclear y se ha apostado por fuentes como el gas o las energías renovables. El resultado es que a pesar de haber sido una energía denostada e impopular tanto para la opinión pública como para los Gobiernos, la energía nuclear es hoy imprescindible para muchos países de Europa.

Suecia se suma a una lista de países europeos (ver Fig.1) que ante la tozuda realidad deben asumir posturas basadas en el pragmatismo y en la responsabilidad.

Prácticamente una decena de gobiernos han decidido iniciar y relanzar programas atómicos ante la evidencia de dos importantes problemas: la creciente dependencia energética que es una debilidad estratégica y económica, y la necesidad de reducir emisiones contaminantes.

No es de extrañar pues que los países más sensibles a estas cuestiones sean los primeros en adoptar soluciones. Por su cercanía a Rusia y la dependencia energética heredada del antiguo bloque comunista, muchos países de Europa oriental ven en la energía nuclear una solución. Elovaquia, Bulgaria, Rumania, Polonia, República checa, Estonia, son sólo una muestra de los Gobiernos que manifiestan su interés y que reaccionan ante una opinión pública que parece despertar de un largo e injustificado letargo.

Implicaciones para el futuro nuclear de Europa

El giro político que ha protagonizado Suecia es sumamente importante y constituye un ejemplo para el resto de Europa. Hace casi 30 años, cuando se optó por votación popular abandonar la energía nuclear, su decisión fue presentada como una referencia de progreso, de sensibilidad ambiental y como otro factor de admiración hacía la referencia para los partidos europeos de izquierda.

La relativamente reciente percepción de que la energía nuclear no es beneficiosa viene en gran parte motivada por ese giro sueco que fue asumido por movimientos socialistas y apoyado por grupos ecologistas que, bien mal informados, bien respondiendo a otras motivaciones económico-políticas, se empeñaron en repetir obstinada e interesadamente que la energía nuclear era perniciosa. Chernobyl, en 1986, les sirvió de excusa perfecta y confundiendo una central nuclear civil con una instalación de enriquecimiento de uranio, la opinión pública europea y mundial se inclinó a rechazar la energía nuclear. Después de tres décadas el país de la corrección política da marcha atrás y, en lugar de cerrar las centrales, renovará sus licencias y aprobará que se construyan nuevas.

Suecia, en estos treinta años, ha apostado por un modelo de desarrollo limpio, basado en limitar al máximo posible sus emisiones, en reducir el consumo de carbón y en aprovechar al máximo las energías renovables. Sin embargo, su pretensión de convertirse en líder mundial contra el cambio climático y la reciente crisis energética entre Ucrania y Rusia le han obligado a tomar decisiones.

La dependencia energética de Europa ante Rusia coloca a la primera en una situación de inferioridad y de debilidad. Suecia, que ha apostado por incrementar las interconexiones entre países nórdicos, escandinavos y bálticos y que ha invertido en activos de generación en los mismos, se vio afectada de forma indirecta cuando Rusia cortó los suministros a través de Ucrania. Después de años y muchos recursos invertidos en garantizar el suministro, al final es una llave en Rusia la que decide si hay o no electricidad en buena parte de Europa.

No se puede conjeturar sobre cómo afectará este cambio de política a otros países europeos pero, lo que es indudable es que aumenta la presión sobre países que siguieron su ejemplo. Alemania, la potencia industrial europea, tiene una moratoria impuesta bajo un gobierno de coalición con una minoría ecologista y se enfrenta ahora a una necesidad de renovar el parque de generación eléctrica. Las voces en contra de la actual moratoria son cada vez mayores y las asociaciones industriales ya han pedido la extensión del periodo útil de vida de las centrales.

En España el periodo de vida de las centrales nucleares se va agotando. Dentro de poco habrá que tomar decisiones en cuanto a prolongar su vida útil y, más allá de la actitud sentimental y voluntarista del actual Ejecutivo, es necesario un plan energético serio y responsable que aborde la cuestión de la desproporcionada dependencia energética de España. La opción no puede ser que se incrementen año tras año las compras de electricidad nuclear a Francia mientras en España subvencionamos tecnologías como la eólica o la solar que, en realidad, sirven para bien poco.

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