«Los iraníes no quieren que su país se convierta en un paria internacional»

"Los iraníes no quieren que su país se convierta en un paria internacional"

(PD).- La comunidad internacional se muestra expectante a las movilizaciones en Irán. Con una veintena de heridos y decenas de detenciones, todos se preguntan a dónde se encamina esta República Islámica. Para Haizam Amirah Fernández, investigador del Real Instituto Elcano, aunque cesen las manifestaciones, «el régimente saldrá tocado y la fractura estará abierta».

¿Pueden prosperar estas protestas?

Es llamativo que las protestas hayan durado tanto tiempo y, por la información que nos llega, no hayan bajado la intensidad. No ha sido cosa de dos días. Ahora la pregunta es si el movimiento que se ha producido podrá tener una continuidad en torno a la figura de Musavi o si puede adquirir cierta autonomía con varias cabezas visibles que aglutinen el descontento que se ha producido y la sensación del engaño masivo que tienen muchos iraníes.

¿Es una movilización exclusiva de la sociedad?

Por un lado están las movilizaciones en las calles y por otro las negociaciones dentro del propio régimente entre las distintas facciones que se están disputando el poder. El ala ultraconservadora parece haber dado un golpe sobre la mesa queriendo apoderarse de prácticamente todos los resortes del poder dentro de la República Islámica. Va a ser muy difícil encontrar una salida en la que todos los bandos enfrentados salven la cara, porque la apuesta ha sido muy fuerte; incluso por parte del Líder Supremo, saltándose el papel de árbitro que se le presupone.

Hasta el momento, las imágenes que nos llegan sitúan las movilizaciones en las calles de Teherán; ¿no se han producido disturbios más allá de la capital?

La reacción del ala dura del régimen está siendo la típica de un ‘golpe interno’: corte de las comunicaciones, amenazas a periodistas, expulsión de la prensa internacional, llamar a los manifestantes «terroristas» e, incluso, «herejes»… Esta reacción nos está indicando que las dimensiones de la movilización son suficientemente preocupantes para el régimente y que el potencial para la desestabilización es muy alto.

Pero no está limitado a Teherán. No llega información de que también se han producido manifestaciones en otras partes del país; ciudades con menos población y donde es más fácil reprimir movimientos sociales mediante las fuerzas locales y los Guardianes de la Revolución, conocidos por su brutalidad.

¿Suponen estas movilizaciones contra el Gobierno de Ahmadinejad una ruptura contra el régimen de los ayatolás?

Más bien es una ruptura de la sociedad iraní. El modelo de República Islámica que tienen en mente distintos sectores de la población no se parece. Están los que han sido atraídos por la Revolución y ven en el apoyo a Ahmadinejad casi el deber religioso; luego los que están hartos de sus políticas por los efectos económicos y que muchos iraníes no quieren que su país se convierta en un paria internacional. Es una suma de descontentos y, sobre todo, decepciones con los intentos de reforma.

Jatami no consiguió llevar a cabo todo su programa -que entusiasmó a la sociedad iraní- y muchos culpan al entorno del Líder ya que son los que ponen las trabas bien sea de tipo jurídico, control de libertades o, como vemos, este intento de apoderarse de la Revolución, sus símbolos y sus instituciones.

¿Cuáles han sido los grandes errores de Ahmadinejad?

Ha llevado una política social de coartar libertades individuales y colectivas muy dura donde las mujeres lo han sufrido emn primera persona más que otros sectores de la sociedad. Luego ha estado buscando apoyos y lealtades entre los grupos más radicalizados de la población.

En cuanto a errores económicos, lo que podía verse como una política de distribución de la riqueza -entrega de ayudas y subvenciones- ha disparado la inflación, algo que los iraníes acaban notando. Además, su discurso en política internacional puede tener apoyos en los sectores más revolucionarios, pero entre los iraníes se detecta que su país está en el centro de la comunidad internacional. Cuando se convierte en aliado de Venezuela o Siria, a muchos iraníes no es donde les gustaría verse.

Este lunes se ha anunciado la detención de cinco «espías» europeos; ¿se trata de un intento por legitimar la represión?

Sin duda. Es un recurso conocido por todos los regímentes autoritarios del mundo: buscar al enemigo fuera y atribuir las reacciones de la sociedad a conspiraciones internacionales como si los iraníes no tuvieran motivos por su cuenta para mostrar su enfado. Este recurso demuestra también el nerviosismo del régimen; una percepción de que esto puede llegar más lejos y poner en jaque la estructura del Estado.

¿Si Ahmadinejad consigue sofocar las revueltas habrá consolidado su poder?

Aunque cesen las manifestaciones, el régimen saldrá tocado y la fractura estará abierta. Incluso el propio Líder se ha convertido en blanco de críticas. En el equilibrio de poderes de un régimen tan complejo como el iraní -que no es puramente dictatorial-, esta ruptura puede llevar a una serie de reajustes que no beneficien necesariamente a Ahmadinejad.

¿Cuál podría ser la reacción de Israel?

La victoria de Ahmadinejad viene a reforzar el discurso de los dirigentes israelíes sobre Irán como máxima amenaza a Israel y al sistema internacional. El propio presidente iraní es el mejor propagandista de esa visión ya que personifica todos los males.

La reacción de Israel puede ser muy variada y hasta se comenta de una acción militar. Pero cualquier acción unilateral sería muy difícil de entender sin el visto bueno o la participación de EEUU. Los estadounidenses se han dado cuenta de que cualquier ataque contra Irán tendría que ser a gran escala e incendiaría el conjunto de la región; por no hablar de los efectos sobre la economía internacional en este momento de incertidumbre.

Precisamente algunos expertos acusan a Obama de un exceso de prudencia, ¿comparte esa crítica?

Se le podrá criticar eso, pero la pregunta es, si hubiera sido más duro, qué hubiera sacado. La reacción de Washington no es la que estamos acostumbrados a escuchar en épocas anteriores y seguramente demuestra una comprensión mayor sobre la naturaleza de la región. Apoyar a un bando se acabaría utilizando como una injerencia externa, algo que los iraníes no desearían ya que recordaría a capítulos pasados de la historia en Irán.

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