MOSCÚ SIN BRÚJULA

Sadam Husein y la salud de Mijail Gorbachov (X)

Sadam Husein y la salud de Mijail Gorbachov (X)
El dictador iraquí Sadam Husein. EP

En el Kremlin, los desorientados golpistas seguían sin saber qué hacer.

Uno de los escasos telegramas de felicitación recibidos hasta el momento llevaba la inconfundible firma de Sadam Husein y se apresuraron a enviar al dictador iraquí un cariñoso mensaje de respuesta.

Yazov, el ministro de Defensa, nunca había ocultado su disgusto por la forma en que Gorbachov condujo la política soviética durante la Guerra del Golfo, ni su oposición a las concesiones hechas a Estados Unidos en materia de desarme.

«Nos ha convertido en el hazmerreír de la comunidad internacional», comentó con rabia Yazov, agitando el taco de fotocopias con los artículos aparecidos ese día en la prensa internacional.

Jóvenes contra tanques, durante el golpe de 1991.

Jóvenes contra tanques, durante el golpe comunista de 1991, en Moscú.

Las críticas y las descalificaciones eran casi unánimes. Llevaban largo rato discutiendo. Yanaev acababa de sugerir la posibilidad de volver a hablar con Gorbachov, cuando el ministro de Defensa retiró hacia adelante los papeles y les dio un manotazo, poniendo punto final a la conversación:

«¡No más pamplinas! Afortunadamente lo hemos quitado de en medio, porque Gorbachov iba camino de convertir la URSS en una potencia de segunda fila, en una especie de Polonia.»

En Crimea, mientras tanto, varios diputados rusos habían conseguido aproximarse a la dacha de Foros y solicitar una entrevista con el presidente soviético.

Boris Yeltsin arenga a las masa, encaramado a un tanque soviético, en 1991.

En un tono de voz cuidadoso y ligeramente paternal, como si estuviera dirigiéndose a un grupo de lunáticos, un oficial del KGB les instó educadamente a alejarse.

Telefonearon a Yeltsin y el presidente ruso interpretó la cortesía del agente como una clara evidencia de que Gorbachov seguía vivo.

Ordenó hacer público un comunicado informando que el presidente soviético gozaba de una «salud de hierro».

Gorbachov en Crimea, sorprendido por el golpe de 1991.

Gorbachov en Crimea, sorprendido por el golpe de 1991.

Los 31 guardaespaldas del presidente soviético habían sondeado ya posibles rutas de escape y sugirieron una huida por mar. La idea era abordar una lancha y dirigirse a todo trapo hacia uno de los buques de la flota del Mar Negro que aparentemente se mantenía fiel al desaparecido presidente.

El abatido Gorbachov desestimó el plan, puntualizando que le parecía demasiado arriesgado.

 

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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