El best seller de Rutger Bregman contó su historia a partir de un diálogo con uno de ellos y con el capitán del barco que los rescató

El ‘milagro’ de Tonga: seis jóvenes sobreviven a un naufragio en el Pacífico y su historia se convierte en ‘best seller’

Tuvieron que mantenerse con vida durante 15 meses en una isla deshabitada llamada ’Ata

El 'milagro' de Tonga: seis jóvenes sobreviven a un naufragio en el Pacífico y su historia se convierte en 'best seller'
Seis jóvenes sobreviven a un naufragio en el Pacífico PD

El historiador holandés Rutger Bregman narró uno de los ‘milagros’ más misteriosos de Tonga.

Tras buscar historias sobre la superación de la inocencia infantil y la transformación en la adolescencia, el escritor encontró lo que estaba buscando en 1965, cuando un grupo de adolescentes de Tonga se lanzaron al mar y naufragaron en una isla desierta, donde sobrevivieron durante 15 meses.

Al principio se topó con una pista falsa: “Un día, en 1977, seis niños salieron de Tonga en un viaje de pesca. Atrapados en una gran tormenta, naufragaron en una isla desierta. ¿Qué hizo esta pequeña tribu? Un pacto: nunca pelearse”, leyó en un blog dudoso.

Investigó en los medios de Australia, y no encontró nada. Porque “1977” había sido un error: el año del rescate, en realidad, fue 1966. Lo comprobó en The Age, un periódico que en su edición del 6 de octubre de 1966 tituló “Espectáculo dominical para los náufragos tonganos”.

Escribió Bregman en Humankind, su nuevo libro –que Yuval Noah Harari elogió porque lo hizo “ver la humanidad desde una perspectiva nueva”–, que la historia aludía a seis niños que tres semanas antes habían aparecido perdidos en un islote rocoso al sur de Tonga, en el océano Pacífico.

“Los niños habían sido rescatados por un capitán australiano después de haber quedado varados en la isla de ‘Ata durante más de un año. Según el artículo, el capitán incluso consiguió que un canal de televisión hiciera una recreación de la aventura de los muchachos”, citó en su libro, que sale en inglés en junio y anticipó The Guardian.

El capitán se llamaba Peter Warner: Bregman comenzó a buscarlo. Además de hablar con él, que tenía 83 años, encontró a uno de aquellos chicos, ahora de 67 años, llamado Mano Totau. Juntos reconstruyeron la historia.

“Peter era el hijo menor de Arthur Warner, quien alguna vez fue uno de los hombres más ricos y poderosos de Australia”, escribió el historiador holandés.

En la década de 1930, Warner padre dirigía el emporio Electronic Industries, que dominaba el mercado de las radios en el país. Se suponía que Peter sería el heredero, y para eso su padre lo había educado.

Pero a los 17 años, Warner se escapó de su casa.

Navegó a Hong Kong, a Shanghái. Desde San Petersburgo cruzó el Báltico hasta Estocolmo, donde se quedó a estudiar.

Tenía 22 años cuando regresó a Australia con su certificado de capitán, en sueco. Su padre no se dejó impresionar:

“¿Podría, por favor, estudiar algo útil ahora, como administración de empresas?”.

Peter comenzó a trabajar en Electronic Industries, pero mantuvo su corazón cerca del mar: cada tanto navegaba, y por fin creó, en Tasmania, una pequeña flota pesquera.

Por ese negocio lateral llegó a Tonga en el invierno de 1966.

Al regresar se dio el lujo de tomar un desvío en la masa de agua cerúlea y vio allí una formación rocosa. “’Ata”, le indicaron sus mapas. Había tenido habitantes hasta 1863, cuando un barco de traficantes de esclavos secuestró a la población nativa para venderla.

Desde entonces había quedado desierta, y olvidada por su historia maldita.

La historia

La historia comenzó en junio de 1965 en un internado católico muy estricto, donde seis niños de 13 a 16 años, Mano Totau, Tevita Siola’a, Sione Fataua, Luke Veikoso, Fatai Latu y Kolo Fekitoa, alimentaban fantasías de viajes. Querían ir a Fiji, a unos 800 kilómetros. ¡O acaso podrían ir hacia el sur, llegar hasta Nueva Zelanda!

Ninguno tenía un barco. Así que el día que lograron escapar de la escuela debieron improvisar una solución, y tomaron prestado el de un pescador que les caía mal, Taniela Uhila. Lo cargaron con dos bolsas de bananas, algunos cocos y un pequeño quemador de gas. A ninguno se le ocurrió llevar un mapa o una brújula.

Quedaron a la deriva durante ocho días. “Sin comida, sin agua”, recordó Mano. Trataban de atrapar peces con las manos y de juntar agua de lluvia en las cáscaras vacías de los cocos. Compartían equitativamente lo poco que conseguían.

“Entonces, en el octavo día, observaron un milagro en el horizonte. Una pequeña isla”, siguió Bregman su relato.

“No precisamente un paraíso tropical con palmeras ondulantes y playas de arena, sino una enorme masa de roca que sobresalía 300 metros sobre el océano.

Actualmente, ‘Ata se considera inhabitable. Pero ‘cuando llegamos”, escribió el capitán Warner en sus memorias, ‘los niños habían establecido una pequeña comuna con un jardín de vegetales, troncos de árboles ahuecados para almacenar agua de lluvia, un gimnasio con pesas curiosas, una cancha de bádminton, corrales de gallinas y un fuego permanente, todo hecho con sus manos, con la hoja de un viejo cuchillo y mucha determinación’.

Mientras que los niños en El señor de las moscas llegan a los puños por el fuego, los de esta versión de la vida real cuidaron su llama para que nunca se apagara durante más de un año».

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído