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LA GUERRA DE UCRANIA AHONDA EN LA CRISIS HUMANA

‘Sacrificio a Baba Yaga’: el despiadado castigo ruso a sus desertores y el drama de la deserción en ambos bandos

El ejército ruso recurre al temido “Sacrificio a Baba Yaga” para castigar a desertores, mientras la deserción se dispara tanto en Rusia como en Ucrania

Periodista Digital 01 Ago 2025 - 12:47 CET
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Es una epidemia.

Pasa en todas las guerra, pero en esta influye de forma significativa.

Y no hay piedad.

Hoy, 1 de agosto de 2025, las guerras no solo se libran en el frente: también se libran en la moral, el miedo y la desesperación de los soldados.

El conflicto entre Rusia y Ucrania, que ya supera los tres años, ha llevado a situaciones extremas donde la supervivencia personal choca con la disciplina militar y los intereses estatales.

Una de las prácticas más inquietantes que han salido a la luz es el llamado “Sacrificio a Baba Yaga”, el brutal castigo que el ejército ruso impone a quienes intentan desertar.

Este fenómeno, junto al incremento de deserciones en ambos ejércitos y los recientes avances rusos, dibuja un panorama inquietante sobre la situación actual y las posibles derivas del conflicto.

El sacrificio a Baba Yaga: mito y terror como herramienta militar

La expresión “Sacrificio a Baba Yaga” no es casual. En el folclore eslavo, Baba Yaga representa una bruja temible que devora a sus víctimas. Para los soldados rusos del frente ucraniano, ese mito ha cobrado una forma real y mortal: según testimonios recogidos por medios internacionales y confirmados por imágenes filtradas, los comandantes ordenan atar a los desertores a un árbol, abandonándolos deliberadamente para que caigan bajo el fuego de drones ucranianos. La orden es fría y directa: “Escóndelo en algún sitio… luego sácalo y átalo a un árbol en la próxima media hora”. Para muchos soldados, los drones enemigos —bautizados también como “Baba Yaga”— se han convertido en sinónimo de muerte inminente y despiadada.

Esta práctica tiene un doble objetivo: castigar al desertor y enviar un mensaje aterrador al resto del contingente. Los relatos recogidos por la prensa describen cómo estos castigos “siembran un pánico terrible entre las personas afectadas”, tal como afirma un comandante ucraniano testigo de estos hechos. La psicología del miedo, reforzada por la tradición y la crudeza de la guerra moderna, actúa aquí como disuasión extrema.

Las imágenes difundidas en redes sociales y medios muestran no solo este tipo de castigos, sino también otras formas de tortura: soldados arrastrados por vehículos atados con cinturones (“el carrusel”), palizas brutales o humillaciones públicas como atarles un cubo oxidado en la cabeza antes de golpearles repetidamente. Todo ello contribuye a mantener la disciplina interna mediante el terror, ante un ejército donde las ganas de combatir parecen flaquear cada vez más.

La dimensión de la deserción rusa

En este contexto brutal, no sorprende que el fenómeno de la deserción esté creciendo. Según estimaciones basadas en filtraciones del propio Ministerio de Defensa ruso recogidas por instituciones independientes como el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), al menos 50.000 soldados rusos podrían haber desertado desde el inicio de la guerra. Esta cifra es significativa si se compara con los efectivos desplegados en Ucrania y confirma una tendencia preocupante para Moscú.

Las razones detrás de estas deserciones son múltiples:

Los propios familiares suplican ayuda al Kremlin mientras algunos oficiales han llegado incluso a disparar contra quienes se niegan a combatir. El desgaste humano se hace evidente.

La otra cara: deserciones en Ucrania

El drama no es exclusivo del lado ruso. Desde febrero de 2022, Ucrania también ha registrado decenas de miles de casos de deserción entre sus filas. Según datos oficiales citados recientemente, más de 100.000 soldados han sido acusados bajo leyes relacionadas con abandono del puesto o deserción hasta noviembre de 2024; algunos legisladores elevan esa cifra real hasta cerca de 200.000 casos si se incluyen aquellos que simplemente no regresan tras permisos médicos o cuyos casos no se reportan oficialmente.

Las causas principales son similares:

Los relatos personales —como el caso reciente del soldado ucraniano Oleksandr— reflejan esta realidad: “Nosotros queríamos vivir. No teníamos experiencia militar. Éramos gente normal”. Su historia ilustra cómo la presión psicológica termina empujando a muchos a buscar cualquier vía para escapar del frente.

Ofensiva rusa y consecuencias

Mientras tanto, las últimas semanas han sido testigo de una ofensiva rusa renovada durante este verano. Las fuerzas bajo mando directo del Kremlin han logrado avances territoriales modestos pero simbólicos gracias al desgaste progresivo del ejército ucraniano, cuya capacidad defensiva depende ahora más que nunca del apoyo externo occidental y del mantenimiento del espíritu combativo interno.

Las autoridades rusas endurecen cada vez más sus medidas disciplinarias internas conforme aumentan las bajas propias —que algunos combatientes denuncian como ocultadas para evitar indemnizaciones— y las dificultades logísticas persisten. Por su parte, Ucrania enfrenta una crisis humana agravada por la falta de relevo para sus soldados agotados y una población civil cada vez más expuesta al recrudecimiento bélico.

Datos clave

Bando Desertores estimados (2022-2025) Métodos represivos principales Consecuencias recientes
Rusia 50.000 Sacrificio a Baba Yaga; torturas; ejecuciones sumarias Desmoralización; represión interna; denuncias públicas
Ucrania 100.000-200.000 Prisión; estigmatización social Pérdida operativa; presión política interna

Perspectivas

El uso sistemático del terror interno —como muestra el “Sacrificio a Baba Yaga”— revela hasta qué punto el Kremlin teme perder el control sobre sus propias tropas. La represión feroz puede contener temporalmente las fugas pero difícilmente resolverá la raíz del problema: un conflicto enquistado, sin final claro ni motivación suficiente para quienes arriesgan su vida diariamente.

Por su parte, Kiev también enfrenta desafíos enormes para mantener cohesionada una defensa exhausta tras años sin rotación ni descanso suficiente.

En ambos bandos crece una realidad silenciada: la guerra está rompiendo no solo cuerpos sino también voluntades. Si esta tendencia continúa —con altas tasas de deserción y métodos represivos extremos— cabe esperar un deterioro aún mayor tanto en la capacidad militar real como en la legitimidad política interna.

Las próximas semanas serán clave para comprobar si los avances rusos consolidan una ventaja estratégica o si se producen nuevos episodios dramáticos que evidencien aún más el coste humano —y moral— que está pagando toda una generación.

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