En una jugada que ha estremecido a gobiernos y expertos en seguridad internacional, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó reanudar los ensayos con armas nucleares por primera vez en más de tres décadas. La noticia, divulgada justo antes de su encuentro con el presidente chino Xi Jinping en Corea del Sur, detonó críticas globales y la alarma de organismos internacionales.
El mandatario estadounidense —que se describe como un «promotor de la paz»— justificó la medida como una respuesta «responsable» ante los avances rusos en armamento nuclear.
“Necesitamos una disuasión creíble”, afirmó el secretario de Defensa, Pete Hegseth, intentando contener la ola de reacciones adversas que la decisión destruyó.
Desde Teherán, el canciller Abás Araqchi calificó la acción de “irresponsable” y acusó a Trump de comportarse como “un matón armado con cabezas nucleares”. Al otro lado del Pacífico, los sobrevivientes japoneses de Hiroshima y Nagasaki expresaron su indignación, calificando la orden como “una ofensa a la humanidad” y “una sombra sobre la paz mundial”.
Trump argumentó que la medida responde a las pruebas recientes anunciadas por Vladimir Putin, quien presumió el desarrollo de misiles Burevestnik y drones submarinos Poseidón capaces de portar cargas atómicas. “He instruido al Departamento de Guerra para probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones”, escribió el presidente en Truth Social.
El vicepresidente JD Vance respondió la decisión alegando que el arsenal nuclear “debe funcionar correctamente”. Trump incluso presumió que Estados Unidos sigue liderando en poder nuclear frente a Rusia y China, aunque las estadísticas del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) lo contradicen, mostrando a Moscú con 4.309 ojivas, frente a las 3.700 estadounidenses y 600 chinas.
La confusión aumentó al no precisar si las pruebas incluirán ojivas reales o sistemas de lanzamiento. Los expertos advirtieron que cualquier detonación nuclear violaría el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares, firmado por Washington en 1996. “Sería una violación flagrante del derecho internacional”, declaró un vocero de Naciones Unidas, instando a evitar “acciones que puedan tener consecuencias catastróficas”.
China exigió a Washington “respetar seriamente” los acuerdos de desarme, mientras que Moscú aseguró que sus ensayos no involucraron bombas reales. En medio de este cruce de acusación y demostraciones de fuerza, el planeta vuelve a sentir el escalofrío de un pasado que se creía enterrado desde 1992: la era de los hongos nucleares parece haber regresado.

