Me grababan con tres cámaras de vídeo y me hacían fotografías de forma continuada con flash, a sabiendas de la debilidad ocular que padezco por los cuatro años que pasé en una cárcel marroquí con vendaje en los ojos
La fisura abierta en las relaciones entre España y Marruecos por la situación de Aminetu Haidar sigue creciendo.
La prensa marroquí, tan sumisa al poder de Mohamed VI, ha iniciado ya la exhibición de su «lista de agravios» -Perejil, Ceuta, Melilla…- y agita algunas amenazas, subrayando que es de sus playas desde donde salen los cayucos y que tanto en lucha contra el terrorismo islámico, como en las drogas, la colaboración es esencial.
Esta insensata pendiente debería cesar de inmediato, no sólo porque el deterioro de las relaciones entre España y Marruecos puede resultar desastroso para los intereses compartidos, sino también porque es urgente buscar una salida que evite la muerte por inanición -«¿Puede ser alimentada a la fuerza?«- de la vida a la activista de derechos humanos saharaui.
Marruecos retiraró el pasaporte a Haidar y forzó su deportación por haber escrito «Sáhara Occidental» en la casilla correspondiente a la nacionalidad de un formulario administrativo de frontera.
Es un compartamiento arbitrario, cruel, ilegal e injusto. Dicho esto, una vez subrayado que la decisión de Marruecos es «intolerable», hay que analizar a fondo el comportamiento del Gobierno Zapatero.
LAS GRANDES INCÓGNITAS
Y quedan todavía en el aire muchas incógnitas. Haidar fue rechazada en el aeropuerto de El Aaiún, despojada de su pasaporte e introducida en un avión español.
El piloto solicitó autorización para embarcar a una pasajera sin documentación y alguien se la concedió. Es difícil suponer que fuera la propia compañía, no sólo porque hubiera ido contra la normativa internacional bajo su propia responsabilidad, sino también porque, una vez en Lanzarote, la policía franqueó el paso a Haidar aunque esta carecía de documentos.
¿Quién, cómo y por qué se autorizó su entrada en territorio español?
De esos datos depende, ni más ni menos, la responsabilidad del Gobierno Zapatero en este caso; en concreto, la responsabilidad de haber colaborado voluntaria o involuntariamente con el Gobierno marroquí en la ejecución de un castigo arbitrario y contrario a los Derechos Humanos como es la deportación y puede que el exilio de una persona.
EL RELATO DE AMINETU HAIDAR
El pasado 15 de noviembre, a las 10.15, Aminetu Haidar, saharaui de 43 años, se presentó en la comisaría del aeropuerto de Lanzarote acompañada por dos abogadas españolas y un intérprete.
Llevaba ya un día y una noche en sus instalaciones después de que, la víspera, la policía marroquí le retirara el pasaporte, la subiera a la fuerza a un avión en El Aaiún (Sáhara Occidental) y la mandara a la isla canaria.
Éste es un extracto del relato de Haidar, reescrito en primera persona aunque en el original es el inspector de policía el que va tomando nota de los hechos.
- – La detención. «Llegué el viernes 13 de noviembre a El Aaiún procedente de Gran Canaria. Sabía de los incidentes ocurridos en octubre en Casablanca, donde la policía marroquí detuvo a siete activistas saharauis. Al ver el despliegue policial pendiente de mi llegada, consideré que correría la misma suerte que mis compañeros. Cuando ya estaba en la fila del control policial se dirigió a mí el comisario Falah Mohamed, me pidió la documentación y me pidió que le acompañase».
- – El interrogatorio. «Fui sometida a interrogatorio policial desde la una de la tarde hasta las tres de la madrugada, bajo presión psicológica constante. Me grababan con tres cámaras de vídeo y me hacían fotografías de forma continuada con flash, a sabiendas de la debilidad ocular que padezco por los cuatro años que pasé en una cárcel marroquí con vendaje en los ojos. Por la noche estuvo presente el procurador del rey (fiscal)».
- – El traslado forzoso. «A las 11.10 del sábado me condujeron a una aeronave, me mostraron un billete y me dijeron que iba a ser trasladada a territorio español. Los policías, de forma jocosa, me decían: ‘¿Dónde vas a vivir más tranquila? Desde allí puedes defender sin problemas tus planteamientos separatistas’. Les pedí que me devolviesen mi pasaporte y mis teléfonos pero me respondieron que estaban ‘depositados’ en el Tribunal de El Aaiún. Me dijeron: ‘No te vamos a detener, te vas a España».
- – Las llamadas del piloto. «Antes de entrar en el avión le conté al comandante que las autoridades me habían arrebatado el pasaporte, que yo no quería viajar a España. Le pregunté: ‘¿Va usted a llevarme en estas circunstancias?’, y les recordé a todos que no había ninguna documentación formal de expulsión para podérsela mostrar a las autoridades españolas. El comandante hizo entonces una llamada telefónica preguntando a su interlocutor si podía llevar a una pasajera sin pasaporte; cuando colgó le dijo a la policía marroquí que no podía llevarme, que la compañía le multaría. Los agentes replicaron que yo tengo residencia en España, el piloto hizo otra llamada y volvió a responder que, sin pasaporte, era imposible. Entonces el comisario provincial, tras una llamada telefónica, dijo al comandante: ‘La tienes que llevar porque el Ministerio de Asuntos Exteriores español está informado y ha dado su conformidad’. El piloto recibió una nueva llamada de teléfono y mientras hablaba me preguntó mi nombre y apellidos para confirmar que eran los que le estaba dando su interlocutor. Tras recibir una última llamada, accedió a las exigencias de los policías y fui presionada para subir al avión».
- – La entrada en España. «Cuando el avión aterrizó, informé al comandante de que yo no iba a bajar. Él hizo una llamada y a continuación llegaron varios vehículos de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía. Uno de los agentes dijo al piloto que tenía instrucciones de la superioridad y que mi permiso temporal de residencia era suficiente para entrar en España. Yo le expliqué lo ocurrido, que había estado detenida 24 horas en El Aaiún, sin asistencia letrada, que no había ninguna orden de expulsión y que mi permiso temporal de residencia fue concedido sólo porque preciso tratamiento médico en España, pero que yo nunca he pretendido residir en España y que ese permiso no se puede convertir en una orden contra mí. Manifesté que esta situación está producida por una complicidad entre el Gobierno marroquí y el de España: Marruecos me expulsa y España me secuestra. Finalmente, accedí a bajar del avión. A las doce de la noche de hoy iniciaré una huelga de hambre. Hago responsable a las autoridades españolas de las consecuencias que me pueda acarrear».
EL PECADO Y LA PENITENCIA
El relato y lo oucrrido los últimos días en el aeropuerto de Lanzarote, donde se ha removido de su puesto a un agente de policía español por negarse a ejecutar una orden verbal ilegal, demuestran que el Gobierno Zapatero la ha pifiado y a fondo.
Y en el error, lleva la penitencia: es él quien está pagando y pagará las consecuencias de un atropello cometido por Marruecos.