El espectáculo lamentable de un pirata de paseo por las calles de Madrid mientras los marineros del «Alakrana» padecen un cautiverio intolerable
Si no fuera por la tragedia que supone el secuestro de 36 personas con grave riesgo para sus vidas, la larga serie de despropósitos en torno al joven pirata apresado en Somalia podría calificarse de auténtico sainete.
Estamos ante un espectáculo impropio de una sociedad madura que debería de hacer frente a este tipo de situaciones con sentido de la responsabilidad y eficacia institucional.
Por mucho que la Fiscalía pretenda acreditar con informes de todo tipo que el imputado es mayor de edad, parece que no hay manera de convencer al juez Santiago Pedraz, que ha decidido inhibirse en favor del Juzgado de Menores.
Por lo visto, éste tampoco sabe qué hacer, todo ello en medio de una estrambótica discusión jurídica que se ahoga en lagunas legales y en elucubraciones sobre qué instancia judicial es competente para decidir sobre la situación personal y procesal del pirata.
LA DISCUTIDA MAYORÍA DE EDAD
El Gobierno Zapatero es el primer interesado en demostrar esta discutida mayoría de edad para evitar cualquier sombra de irregularidad en el proceso, y ello explica que la Fiscalía esté empleándose a fondo aunque con escaso resultado.
Sin embargo, el asunto no debería ventilarse bajo la luz de los focos, una mala práctica a la que nadie pone remedio cuando el órgano que sale al campo de juego es la Audiencia Nacional.
De hecho, ha estado a punto de producirse en algún momento el espectáculo lamentable de un pirata de paseo por las calles de Madrid mientras los marineros del «Alakrana» padecen un cautiverio intolerable.
LOS ERRORES DEL GOBIERNO ZP
Los errores del Gobierno ZP en la gestión de las crisis relacionadas con nuestros pescadores en el océano Índico conducen de lleno en este caso al riesgo para la vida de muchas personas.
La angustia de los familiares resulta comprensible, lo mismo que la inquietud en el sector afectado, cuya reivindicación acerca de la seguridad de los buques que faenan en aquella zona peligrosa tenía que haber sido atendida hace tiempo.
Después de muchos titubeos, el Ejecutivo propone ahora una reforma legislativa y trata de jugar sus bazas a escala diplomática sin que se perciban todavía resultados positivos.
El juego de despropósitos entre jueces y fiscales sobre la normativa aplicable a uno de los piratas trasladados a España contribuye a ofrecer una imagen poco seria de nuestro país y, en esa medida, alimenta la esperanzas de los secuestradores de sacar provecho de su acción criminal.
Es imprescindible tomar decisiones eficaces, con pleno respeto a las garantías jurídicas pero sin ofrecer la sensación de que nadie es capaz de poner orden en un problema que se complica más cada día que pasa. Y peligrosamente.
¡QUIERO MIS CORDONES!
El presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, aludió ayer a un «cúmulo de fatalidades», para explicar el ridículo que el órgano que preside ha hecho en el caso del pirata.
Porque Abdu Willy se encuentra muy divertido con la situación. A uno de los jueces le dijo:
«¡A cuánta gente estoy conociendo en tan pocos días!».
Y es que en esta semana y media el somalí ha visto a cuatro jueces: Garzón, Pedraz, Andreu y De Castro, al menos tres fiscales y ha estado en la cárcel, en un centro de menores de protección y en otro de régimen cerrado, mientras lo pasean arriba y abajo por Madrid.
Sus incomodidades pasan porque quería recuperar su teléfono móvil, lo que no es posible.
Este viernes, sin embargo, sus reivindicaciones eran otras. Había pasado la noche en un centro de protección de menores y le habían retirado los cordones de las zapatillas porque no es la primera vez que alguno se suicida uniendo sus extremos.
Como fue trasladado a la Audiencia, clamaba:
«¡Quiero mis cordones!»