OPINIÓN / FIAMMA NIRENSTEIN

Morsi será una pesadilla para Egipto pero al menos no habrá baño de sangre

Morsi será una pesadilla para Egipto pero al menos no habrá baño de sangre
Mohamed Morsi. EFE

El magistrado Farouk Sultán ha hablado durante una hora con los notables egipcios y la prensa antes de revelar el nombre del ganador de las elecciones presidenciales mientras hervía la plaza: con su corbata y su bigote blanco, con un tono de voz cortés y profundo, canción de cuna para una multitud institucional maleable, les convence de los resultados de los comicios presidenciales.

Trató de convencer a los partidarios de los perdedores de aceptar el terremoto, una inundación de desilusionados y muchos hasta asustados antes la llegada de un nuevo mundo islámico, una prisión tal vez peor que Mubarak. Debieron de pensarlo hasta muchos de los que regalaron las presidenciales a la Hermandad Musulmana, saliendo Mohammed Mursi por tan poco, la mitad de los votos mas un punto.

El país se divide en dos, Egipto entra en un período de transición durante el cual el ejército, con el apoyo de los laicos, jugará muchas bazas para contener a la fuerte marea islámica en contra de la cual intentaba en vano los últimos días gestos desesperados en una especie de golpe de estado con la anulación de la victoria parlamentaria de la Hermandad. El robusto frente formado durante los treinta años de Mubarak ahora acampa camino del compromiso, el islamismo político es el patrón.

Admitámoslo: con la elección de Morsi, el mundo entero ve una pesadilla. No hay duda de que los hijos de la revolución que ha encandilado a Occidente no tienen nada que ver con los fanáticos barbudos, de que la Hermandad sabe colar como moderada a la organización cuando hace falta siendo, sin embargo, la madre de la mayor parte de la violencia que invade el mundo y que ha dado a luz a los peores terroristas del mundo, bin Laden incluido.

La Hermandad Musulmana fue muy hábil y precisa en la búsqueda de la victoria política: al principio de la «Primavera» eligió un tono casual, un perfil discreto. ¿Alguien los vio entre la multitud de Facebook, junto con el joven ejecutivo de Google Wael Gonim? Reparamos en ellos sólo cuando decidieron mostrarse con todo su poder, en marzo de 2011, haciéndose con la mayoría parlamentaria en julio de ese año y expulsando de la Plaza Tahrir (literalmente) a los laicos.

El intento por parte de los militares de controlar Egipto vía fallo judicial del Supremo anulando un tercio del parlamento electo no funciona. Morsi va a poder devolver probablemente a los suyos al parlamento, controlando la redacción de la Constitución y empujando con la mayoría hacia la islamización: un presidente islamista, un parlamento islamista, una constitución islamista… con toda su habilidad táctica la Hermandad hará de Egipto lo que quiera, en ausencia de un golpe militar. Ambas cosas excluyen los efectos de la revolución según se diseñó en febrero de 2011.

Ochenta y siete millones de personas estarán sujetas a un poder que ciertamente no revela inmediatamente su ideología de guerra contra Israel, al precisar de la gestión occidental y prudente del poder. Pero se dibuja la estrategia a largo plazo del islam político en la Hermandad Musulmana con los protagonistas, lanzando Hamás un centenar de proyectiles contra el estado del pueblo hebreo sabedor de que la respuesta habrá de ser limitada para no molestar al nuevo gobierno egipcio.

Tal como escribe la periodista Caroline Glick en el Jerusalem Post, el mayor reto de los laicos fue la ausencia de estrategia frente al enemigo, muy motivado sin embargo y cuyas intenciones vienen en el Corán.

Así, el país que lleva muchos años en el filo entre Occidente y el mundo árabe, que ha mantenido la paz con Israel, que ha hecho frente contra Al Qaeda en el desierto del Sinaí, que venció varios golpes de estado de su propia Hermandad Musulmana y también uno de los más recientes con el Hezbolá de Irán de fondo, el país que ha contenido a Hamás muchos años y que ha impedido que Irán se convierta en potencia regional con Siria y el Líbano, ya no es el mismo. Más de uno reiría ayer en el Cairo invitado a beber la última cerveza antes del anuncio de la victoria de Mohamed Morsi: el alcohol está prohibido por la ley islámica, así como muchas costumbres occidentales, entre ellas por ejemplo ver a las mujeres como iguales, respetar todas las religiones, ideas, u orientaciones sexuales.

La victoria de Morsi evita probablemente un baño de sangre entre la multitud de su advertencia, emocionada y temblorosa, en la Plaza Tahrir: otros vendrán en Oriente Medio que bueno te harán, sin respetar a mujeres, derechos humanos, homosexuales, judíos, cristianos, budistas…..

Fiamma Nirenstein es escritora y periodista italiana. Desde 2008 es la vicepresidenta del Comité de Exteriores de la Cámara Baja de Italia.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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