Lo han cazado como un conejo y lo han dejado como un colador.
Abdel Hakim Sahrawi, abatido por tropas de élite francesas en una operación que ha tenido lugar en Mali, para algunos el máximo responsable del Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS) aunque el jefe oficial sea Walid Sharoui, se había ganado el liderazgo en la banda yihadista a base de cometer brutalidades delante de sus fanáticos.
Por un lado, les daba el “ejemplo” a seguir y, por el otro, infundía el miedo a posibles disidentes.
Hakim no se andaba con medias tintas y cuando capturaban a un enemigo, sobre todo si era sospechoso de colaborar con las tropas extranjeras en Mali, le sometía a terribles tormentos antes de degollarle y enterrarle en la tumba que había obligado a cavar a la propia víctima.
En un vídeo, difundido por el Estado Islámico se puede contemplar una de sus últimas “hazañas”, en este caso contra el alcalde de una población del norte de Malí.
Primero, le corta los dedos de una mano, después le saca un ojo y, finalmente, le degüella antes de meterlo en una tumba cavada por la propia víctima.
Abdel Hakim Sahraw procede del Muyao, como su jefe.
La difusión del vídeo, mientras sus hombres coreaban los atrocidades que cometía con la víctima, avala su preeminencia dentro del EIGS.
Como explica J.M. Zuloaga en ‘La Razón’, este tipo de filmaciones son las que llegan a los actores, “lobos”, solitarios que hay en occidente, con el fin de animarles a que repitan semejantes atrocidades.
