Hasta ahora se había amenazado a las autoridades que ejercen el poder con no reconocer la legitimidad de la cita electoral
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Cuatro meses y ocho días después del golpe, Honduras sigue igual, pero más sola. Roberto Micheletti sigue en el sillón que le regalaron los militares y Manuel Zelaya continúa fuera de juego, encerrado en la Embajada de Brasil.
El conflicto ha sido mal enfocado desde un principio, de modo que difícilmente podría haberse resuelto con la facilidad que aparentaban los términos del acuerdo firmado hace una semana por representantes del presidente de facto, Roberto Micheletti, y del depuesto Manuel Zelaya.
Tal vez se habían depositado demasiadas esperanzas en ese documento que dijeron aceptar ambas partes bajo la presión de Estados Unidos, porque era evidente que cada cual estaba haciendo una lectura distinta del mismo.
Para Zelaya, el único objetivo era su restitución en el poder, mientras que para las autoridades que reconocen a Micheletti, se trataba esencialmente de salvaguardar la legitimidad de las elecciones que se han de celebrar este 29 de noviembre, según la Constitución hondureña.
¿QUÉ PASA CON LAS ELECCIONES?
La actitud de Zelaya y sus seguidores, declarando roto el acuerdo, obligará a la comunidad internacional a tomar una decisión, en este caso definitiva, sobre la validez de las elecciones.
Hasta ahora se había amenazado a las autoridades que ejercen el poder con no reconocer la legitimidad de la cita electoral.
Después del acuerdo de «Tegucigalpa-San José» se anunció que el resultado de la consulta electoral sería reconocido como parte del pacto, por lo que la actitud de Zelaya forzará ahora a la Organización de Estados Americanos, a la Unión Europea, a Estados Unidos y a España a tener que definirse dando la razón a unos o a otros.
La Administración Obama ya ha dado a entender que respetará el resultado que slaga d elas urnas este 29 de noviembre.
Por ahora, Micheletti ha seguido al pie de la letra lo que establece la Constitución hondureña sobre las elecciones que la ley obliga a celebrar cada cuatro años, incluyendo la transferencia del mando del Ejército al Tribunal Supremo Electoral.
Por el contrario, Zelaya no ha querido aceptar las ofertas de los partidos de izquierda que le abrían sus listas para acoger candidatos que le fueran favorables porque el presidente depuesto ha hecho de su restauración como presidente el elemento central de cualquier solución.
UNOS DIPUTADOS SIN PRISAS
El acuerdo que Zelaya ha dado por roto pone esta eventualidad en manos del Parlamento, pero los diputados -que votaron en junio casi por unanimidad su destitución- no tienen prisa por revisar esa decisión.
Parece evidente que si hay que elegir entre una u otra opción, la comunidad internacional hará bien apoyando la celebración de las elecciones, que son la salida con más posibilidades de poner fin al conflicto y permitir a este pequeño país volver a la senda democrática.
ZELAYA, UN TERRATENIENTE CHAVISTA
Manuel Zelaya, de 56 años, es el hijo de un terrateniente de Olancho, un violento departamento del centro del país con amplias fincas en manos de un puñado de familias.
Abandonó sus estudios de ingeniería industrial cuando su padre fue encarcelado por una matanza de jornaleros, para ocuparse del rancho familiar.
Después de ser representante patronal, ganó las presidenciales en 2005, en las filas del Partido Liberal (derecha). Su aproximación a Hugo Chávez le enfrentó a su partido y a buena parte de su electorado. Ha sido acusado de corrupción.
MICHELETTI, UN RICO HIJO DE EMIGRANTES
Roberto Micheletti, de 61 años, es hijo de un inmigrante del norte de Italia. Se alistó en el Ejército y fue miembro de una guardia de élite presidencial. Fue a la cárcel por apoyar al presidente Ramon Villeda, derrocado por un golpe en 1963.
Pertenece al Partido Liberal, al igual que Zelaya, a quien ayudó a alcanzar la presidencia. Ambos se enemistaron después de que Micheletti perdiera las primarias en su partido para las presidenciales de este año.
Congresista desde hace casi 30 años, apoyó en 1985 una ley que permitía la reelección presidencial.
LA ECONOMÍA DE HONDURAS
Honduras es el segundo país más pobre de Centroamérica, tras Haití, con gran diferencia de renta entre sus 7,2 millones de habitantes.
La economía depende de la exportación de bananas y café y de las remesas que envían los hondureños en EE UU.
Desde 2006, la inversión exterior ha crecido gracias al Tratado de Libre Comercio entre EE UU y Centroamérica.