Colombia escucha a las víctimas de cinco tragedias en la Semana de la Memoria

Colombia escucha a las víctimas de cinco tragedias en la Semana de la Memoria
. EFE/Archivo

Las víctimas de cinco de las más emblemáticas tragedias ligadas al conflicto colombiano cobrarán protagonismo durante la IV Semana de la Memoria que inicia hoy, y en la que se ahondará en los detalles de esas desgarradoras vivencias.

Durante el acto de presentación de este periodo conmemorativo, que en realidad superará la semana y se extenderá hasta el próximo 6 de diciembre, se reunieron al menos 26 supervivientes de los cinco actos de violencia estudiados por el Grupo de Memoria Histórica (GMH) de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR).

El GMH, reconoció su coordinador, Gonzalo Sánchez, ha trabajado por la «reconstrucción detallada» de esos casos, ubicados «del lado de las víctimas al acoger con respeto sus voces», lo que consideró que es «el mejor homenaje» que se les puede rendir.

Este grupo ha preparado cinco informes que presentará tanto en Bogotá como en las comunidades que vivieron las masacres de Segovia y Remedios, el desplazamiento forzado rural de San Carlos y el interurbano de la Comuna 13 y la resistencia de los campesinos del Carare y de las mujeres del Caribe.

Bajo el título «Silenciar la democracia. Las masacres de Remedios y Segovia», el documento analiza las cuatro masacres cometidas en estos municipios del departamento de Antioquia (noroeste) entre 1982 y 1997, que dejaron un total 147 muertos a manos de paramilitares asociados con civiles y miembros del Ejército y la Policía.

Los objetivos militares de esta ola violenta fueron los participantes de incipientes tendencias de disidencia política como las juntas cívicas, asociaciones y el movimiento políticos de la Unión Patriótica (UP), cuyos miembros sufrieron una campaña de exterminio que dejó más de 4.000 muertos.

Estas acciones desencadenaron también numerosos casos de desplazamiento rural, al igual que en el municipio antioqueño de San Carlos, donde a la violencia se sumaron los efectos de la presencia de las principales hidroeléctricas del país y de hasta seis actores armados, dando lugar a un «éxodo total».

Entre 1985 y 2010, según el correspondiente informe, cerca de 20.000 personas de los 25.840 habitantes de entonces tuvieron que abandonar San Carlos, y según la histórica líder comunitaria Pastora Mira los que quedaron atestiguaron un millar de asesinatos, 200 desapariciones y 150 víctimas de minas antipersonas.

Muy cerca, en un núcleo urbano de construcción artesanal y de miseria en la ciudad de Medellín, la exdirectora de la Asociación de Mujeres de la Independencia (AMI) de la Comuna 13, Luz Dary Ospina, también tuvo que dejar su casa en 2002, después de que «hombres encapuchados y de la fuerza armada» la acusaran de ser guerrillera.

«Entran los paramilitares y empiezan a desplazar a los líderes sociales, de organizaciones, amenazan y empieza a haber desapariciones forzadas, torturas» y desplazamientos masivos, relató Ospina, quien confía en que los ejercicios de memorias esclarezcan «la verdad».

Sin embargo, no todos los afectados por la violencia pusieron tierra de por medio; otros, como la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) en el departamento de Santander (noreste), decidieron hacer una resistencia pacífica.

Uno de sus representantes, Ronaldo Quiroga, explicó que la ATCC nació en 1987 tras una «escalada de violencia» perpetrada por las guerrillas, el Ejército, narcotraficantes y paramilitares que les impusieron un ultimátum para abandonar la zona.

Pero ellos tomaron la «decisión masiva» de mantenerse sin participar en actos violentos, lo que según Quiroga «dio resultado».

Además de la resistencia colectiva, otras víctimas del conflicto hallaron en pequeñas adaptaciones de su cotidianeidad una forma de mantenerse y ejercer un papel de liderazgo: es el caso de las mujeres del Caribe ante las estrategias de conquista de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en los noventa.

En un doble informe sobre las mujeres que hacen historia en el conflicto como víctimas y resistentes, el GMH las retrata también como combatientes e incluso comandantes de los grupos armados, como muestra de que tuvieron todos los roles en el conflicto.

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