El Ejecutivo chavista parece convencido de que no habrá referéndum revocatorio contra el sátrapa
Cabían pocas esperanzas de que surgiera una solución razonable a la gravísima situación que afronta Venezuela, pero poco a poco se han desvanecido, una tras otra. Nicolás Maduro está dispuesto a precipitar a su país por el abismo y no contempla ninguna opción para una transición pacífica (Así ‘condena’ Pablo Iglesias el estado de excepción de Maduro: «Felicidades al Barça y a todos sus seguidores»).
La decisión de volver a decretar el estado de emergencia -apelando a pretextos sobre inexistentes ataques externos- es la prueba de que el sucesor de Hugo Chávez puede llegar a cualquier extremo antes que reconocer que la inmensa mayoría del país ya solo espera el fin de la pesadilla bolivariana («Si yo fuera Maduro, además de hacer el memo, reclamaría el dinero a Podemos»).
La tesis del autogolpe que podría estar barruntando Maduro no funcionaría, entre otras cosas porque las características del régimen ya han acabado con las libertades (El chavista Maduro moviliza al Ejército y ordena el cierre de plantas y meter en la cárcel a empresarios).
Con los principales líderes opositores en la cárcel y toda la maquinaria institucional dedicada a anular el papel de la Asamblea Nacional, hay cientos de miles de venezolanos a los que no les importa saber que los servicios de seguridad están revisando su nombre entre los que han firmado a favor del referéndum revocatorio.
No hay peor represalia que soportar la vida diaria en un país completamente arruinado y que tiene al frente a alguien como Nicolás Maduro.
Cualquier acción militar podría desembocar en una situación infernal de violencia y confrontación. La posibilidad de una guerra civil es parte de la herencia de esa utopía populista que engendró Hugo Chávez.
Un golpe de palacio en el seno del chavismo podría servir apenas para desalojar a Maduro, que no es más que una parte del problema: la economía, la sociedad y las instituciones están arrasadas y los países amigos de Venezuela -los verdaderos amigos, porque al chavismo apenas le quedan aliados- deberían prepararse para hacer frente a una desastrosa situación humanitaria.