Era un chiste típico de la URSS, incluso en tiempos de Stalin: ‘¿Qué importaría el desierto del Sahara tras una década de comunismo?… ¡arena!».
Pues va a resultar que es verdad. Tras dos décadas de chavismo, Venezuela, un país que nada en petróleo, va a tener que importar gasolina.
En una semana en que los futuros del crudo cayeron por debajo de cero, los venezolanos no tienen combustible de ningún tipo y cuando lo encuentran en el mercado negro lo tienen que pagar a precio de oro: 2,5 dólares el litro.
Hace unas semanas, el precio era aproximadamente de 1,50 dólares por litro y, durante años anteriores, no se pagaba esencialmente nada.
La gasolina venezolana ha pasado de ser la más barata a la más cara del mundo o a ser a la vez la más barata, al precio oficial, y la más cara, en el mercado negro.
La crisis ahora se ha extendido a la capital, Caracas, donde los conductores con prioridad, como médicos y la policía, deben hacer cola desde las 3 de la madrugada para tener la oportunidad de comprar gasolina altamente subsidiada en una de las pocas estaciones de servicio que aún están abiertas.
En un buen día, podrán obtener 20 litros después de una espera de 10 horas, ni siquiera lo suficiente para llenar medio depósito de la mayoría de los autos compactos.
A menudo no hay suficiente para todos, y hasta las ambulancias quedan marginadas por la escasez.