Entre los cabecillas eliminados por las fuerzas especiales de Estados Unidos figura el libio Abu Laith al-Libi
¿Novedad? No es seguro que la haya. Al menos, no muy sustancial. Lo más relevante, sin duda, es que esta Administración Obama tiene un control de sus propios archivos que permite que decenas de miles de documentos relativos a la guerra de Afganistán se puedan hacer públicos en una página websin que al cierre de esta edición hubiese dimitido nadie.
El consejero nacional de Seguridad, general James Jones, dio la cara diciendo que nada de lo publicado iba a cambiar la estrategia que se sigue en Afganistán.
Y así debe ser -con la única modificación de mejorar la seguridad de la documentación secreta, como sin duda estará de acuerdo Jones.
Aparte de la incapacidad de la Administración para controlar sus papeles secretos, la filtración nos enseña que vivimos en un tiempo en que la opinión pública no se contenta con saber lo que les ocurre a sus tropas en el campo de batalla, sino que quiere saber cuándo, cómo y por qué sufren una baja el enemigo y sus civiles.
Algo comprensible, pero que no tiene precedente histórico en el siglo pasado y anteriores. Al menos, no en los mismos términos.
Porque antaño se querían conocer todas las bajas del otro lado de la trinchera para subir la moral de tu propio bando. Y ahora se quieren emplear esas bajas del rival en detrimento propio.
Además de los numerosos daños colaterales causados en Afganistán -como en todas las guerras precedentes de la Historia- los documentos filtrados ofrecen algunos otros datos de mucho interés.
- 1) Los talibanes saben que el tiempo siempre juega a su favor. Que contra Occidente tienen un arma casi infalible: nosotros medimos nuestra presencia en Afganistán en meses, y ellos, en siglos.
- 2) Los talibanes tienen misiles portátiles con infrarrojos de alta efectividad contra las aeronaves de la OTAN.
- 3) Pakistán ha hecho un doble juego, hasta el punto de que había miembros de su servicio de inteligencia entrenando a terroristas suicidas en Afganistán en 2006.
Así que hay razones sobradas para estar preocupados por lo que revelan los documentos filtrados. Pero hay más razones para estar preocupados por el escándalo que generan a mentes biempensantes.
Por si alguien no se había enterado, en Afganistán hay una guerra en la que están involucradas tropas españolas con una situación agravada en los últimos dos meses. Y a todos nos va mucho en ganar la guerra.
TRES INCIDENTES CON TROPAS ESPAÑOLAS
Los documentos filtrados ayer por la web Wikileaks incluyen tres acciones protagonizadas por las tropas españolas entre febrero del 2008 y diciembre del 2009 con el resultado de dos civiles muertos y tres heridos.
En las tres ocasiones, los soldados españoles dispararon contra otros vehículos en marcha que, según el informe, no atendieron las órdenes de detenerse.
El primer incidente ocurrió el 10 de febrero del 2008 en la Ruta 1, a la altura de Ivo Bala Beluk, provincia de Farah. Un coche ocupado por civiles afganos fue sobrepasado por un convoy militar español.
Desde el último vehículo del convoy alguien disparó contra el coche a través del parabrisas. Murió un ocupante y otro resultó herido.
El mando español admitió los hechos pero no sabía si el soldado disparó a matar o como una advertencia.
LA LETAL MISIÓN DE LA TASK FORCE 373
Se les conoce con el nombre bastante inocuo de «Task Force 373» pero en realidad son una de las herramientas más letales en el arsenal desplegado por Estados Unidos en Afganistán.
Como explica Pedro Rodríguez en ABC, esa fuerza de intervención, compuesta por tropas de élite tipo «Delta Force» del Ejército de Tierra y «Seals» de la Armada, tiene encomendada la misión de salir casi todas las noches a eliminar líderes de los talibanes y Al Qaida, si fuera preciso con incursiones armadas en territorio de Pakistán.
Los efectivos de la «Task Force 373» reciben sus ordenes directamente de Washington y operan con ayuda de una lista negra conocida por sus iniciales en ingles JPEL (Joint Prioritized Effects List). De esa secreta base de datos, que incluye las identidades de más de dos mil enemigos destacados, salen los objetivos a«capturar o matar».
Algunos informes confidenciales divulgados a través de la masiva filtración de Wikileaks detallan las misiones a cargo de los comandos del Pentágono.
Los papeles hablan de algunos éxitos quirúrgicos pero también de errores fatales que han provocado la muerte de civiles inocentes.
Estos «daños colaterales», multiplicados por una ofensiva de indiscriminados atentados con bombas-trampa por parte de los talibanes, a la postre han dañado la confianza de la población afgana en las tropas aliadas que operan en su país.
Entre los cabecillas eliminados por las fuerzas especiales de Estados Unidos figura el libio Abu Laith al-Libi, descrito como un comandante de Al Qaida a cargo de campos terroristas de entrenamiento en la anárquica zona paquistaní de Waziristán, fronteriza con Afganistán.
Durante una incursión para acabar con al-Libi en junio de 2007 habrían resultado muertos seis enemigos y siete civiles, todos niños.
Las restrictivas reglas de combate instituidas por el general Stanley McChrystal habrían servido para aminorar el número de víctimas civiles en estas operaciones secretas.
Pero los documentos divulgados confirman que desde la toma de posesión del presidente Obama, el Pentágono ha aumentado tanto el número de sus tropas especiales en Afganistán como el ritmo de incursiones.
Otra herramienta especial en este capítulo de ejecuciones selectivas son los aviones teledirigidos «Reaper» y «Predator» desplegados en el frente afgano por el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia.
Pero de acuerdo a los documentos filtrados, estos ingenios también tienen graves problemas en sus operaciones, con fallos catastróficos pese a su fama de perfeccionista invulnerabilidad.
Con casos de aparatos fuera de control que tienen que ser derribados. Además de fallos mecánicos sobre territorio hostil que fuerzan peligrosas misiones para impedir que los talibanes se hagan con el armamento que llevan a bordo esos aviones robotizados.
Ante todas estas indiscreciones, el Pentágono ha indicado ayer que necesitará «días, incluso semanas» para revisar y asimilar el daño causado a sus operaciones por los documentos diseminados por Wikileaks.
Un portavoz militar, el coronel Dave Lapan, no dudaba en calificar esta masiva filtración como «un acto criminal». Con indicación de que el material filtrado podría ser en su mayor parte confidencial pero sin llegar a la categoría de «top secret».