Tailandia entrega a EEUU al «Mercader de la Muerte»

Tailandia entrega a EEUU al "Mercader de la Muerte"
. EFE/Archivo

Tailandia extraditó hoy a Estados Unidos al presunto traficante de armas de origen ruso Víctor But, apodado el «Mercader de la Muerte», tras un largo proceso judicial que tensó las relaciones entre Washington y Moscú.

Tres días antes de que expirara el plazo dado por el Tribunal de Apelaciones, el primer ministro del país, Abhisit Vejjajiva, anunció que el Gobierno daba luz verde a la extradición.

En apenas una hora, But fue conducido desde los calabozos de una prisión al antiguo aeropuerto de Don Muang, a unos 30 kilómetros al norte de Bangkok, escoltado por agentes de EEUU y acompañado por una caravana de vehículos todoterreno que sonaron la sirena y a los que se les abrió el tráfico hasta llegar a la pista, vigilada por francotiradores.

Allí se revisaron los documentos y, todavía esposado y con grilletes, fue subido a un avión chárter con destino al país que ahora le juzgará por varios delitos de terrorismo, entre ellos vender armamento a la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Después de un año y medio de litigio legal, la rapidez en la deportación sorprendió el abogado tailandés de But, Lak Nitivat, quien se quejó de que Tailandia no notificó la extradición a la Embajada de Rusia ni a su cliente, quien tampoco pudo despedirse de su mujer.

«Lo que ha ocurrido hoy es totalmente escandaloso», afirmó el letrado tailandés.

Por su parte, la misión diplomática estadounidense en Bangkok se limitó a indicar a través de un portavoz que acatan «los fallos del sistema judicial tailandés».

El Departamento de Justicia de Estados Unidos acusa al «Mercader de la Muerte» de haber vendido a las FARC misiles tierra-aire, fusiles de asalto AK-47, explosivos C-4 y minas antipersona valoradas en varios millones de dólares.

También intentó, según el FBI, adquirir una batería antiaérea y conspiró para asesinar a ciudadanos estadounidenses, delitos por los que puede ser condenado a cadena perpetua.

But siempre ha negado los cargos, mientras fuentes independientes afirman que también trabajó para «Tío Sam» cuando sus vetustos aviones Antonov e Ilyushin fueron contratados para suministrar a las tropas estadounidenses después de la invasión de Irak.

El ruso también denuncia que Washington no tiene pruebas contra él y que su «cruzada» tiene motivaciones políticas, una tesis en la que siempre fue defendido por Rusia.

Moscú alega que EEUU no tiene competencias para juzgar las actividades fuera de su territorio de un ciudadano extranjero, mientras Washington sospecha que el Kremlin teme que But revele sus relaciones con el espionaje soviético.

Los servicios de inteligencia occidentales creen que este ex piloto y traductor políglota de 43 años empezó su carrera en el KGB, donde hizo los contactos que le permitieron hacer dinero con los arsenales militares de la Unión Soviética cuando ésta se desintegró a principios de los 90.

El «Mercader de la Muerte» supuestamente encabezó a partir de entonces una de las mayores redes privadas de contrabando de armas de todo el mundo, que vendía desde fusiles y bazocas hasta carros de combate y helicópteros al conflicto que fuera en cualquier rincón del planeta.

Hizo negocios con algunos de los regímenes más sanguinarios de las últimas dos décadas en África, donde se convirtió en el proveedor número uno de dictadores como el liberiano Charles Taylor.

También se le ha relacionado con Al Qaeda y Osama bin Laden, quien al parecer pagaba los pedidos al contado.

Su vida es tan de película que inspiró el film de Hollywood «Lord of War», en la que le interpreta el actor Nicholas Cage, aunque muchos creen que, en el caso de But, la realidad supera la ficción.

La extradición pone fin a una larga batalla en los tribunales que arrancó en marzo de 2008, cuando el ruso fue detenido en un hotel de lujo de Bangkok por agentes estadounidenses que se hicieron pasar por compradores de armas.

Tailandia luego le juzgó por apoyo al terrorismo, y su absolución allanó el camino para iniciar el proceso de entrega, que se alargó durante un año medio por un sinfín de recursos pese a los esfuerzos de Estados Unidos por acelerar los trámites.

Por Carlos Santamaría

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