Miles de japoneses no podrán regresar nunca a sus casas

TOKIO, 29 (Reuters/EP)

Decenas de miles de agricultores y pescadores que trabajan o viven cerca de las zonas afectadas por la dañada central nuclear de Fukushima-1 empiezan a enfrentarse al hecho de que nunca puedan volver a sus casas.

Más de dos semanas después de que un terremoto y el posterior tsunami sacudiesen la costa noroeste de Japón y afectasen a una central nuclear, las esperanzas de una solución rápida parecen más lejanas cada día.

Las autoridades informaron este jueves de que habían encontrado plutonio en el suelo de la planta a unos 240 kilómetros al norte de Tokio. Además, se ha encontrado radiación en el mar frente a la planta nuclear, en verduras e incluso en el agua de la capital, aunque en cantidades muy pequeñas, según el Ejecutivo.

Cada mala noticia enciende las alarmas en Japón y más allá de sus fronteras, aunque la peor parte se la llevan las 200.000 personas que viven cerca de la planta. Tomo Honda, miembro de la Asamblea de Fukushima, aseguró que «las tierras son herencia de sus ancestros, y su afecto por ellas es enorme».

«El primer paso es decir realmente a estos refugiados que no pueden volver, aunque la población no se enfrenta todavía a dicha realidad», aseguró Honda. Este vecino ha colaborado en las labores de ayuda para las personas afectadas por el terremoto y el posterior tsunami, que ya dejan 28.000 muertos y desaparecidos.

Más de 70.000 personas han sido evacuados de la zona de exclusión en un radio de 20 kilómetros alrededor de Fukushima, mientras que a las 130.000 personas que viven en un margen de entre 20 y 30 kilómetros de la central se les ha pedido que se marchen, o que si no lo hacen, permanezcan en casa.

El Gobierno no ha aumentado la zona de evacuación, aunque se está enfrentando a fuertes críticas por no hacerlo. Los Gobiernos de algunos distritos en la zona de 30 kilómetros se han trasladado y comienzan a escasear productos ante las reticencias de algunas compañías de transporte a aventurarse para realizar entregas.

Y, según los expertos, parece que no se va a arreglar pronto. «La cantidad de tiempo que va a llevar solucionar este accidente no se mide en días o semanas, sino que se mide en meses, o incluso años», explicó Robert Gale, profesor de la División de Hematología del Imperial College en Londres tras visitar Fukushima, que añadió que no era «práctica» la recomendación de quedarse en casa.

CHERNOBIL y FUKUSHIMA

Tras el accidente de 1986 en Chernóbil, se obligó a permanecer a 30 kilómetros alrededor de la planta. Muchos no han vuelto a sus casas. Actualmente, es una zona extraña, con una naturaleza con vida salvaje, aunque casi vacía de personas y con edificios en ruinas.

Algunas personas temen que éste sea el destino de Fukushima. El área afectada es una franja larga y delgada de tierra de cultivo y bosques entre el Pacífico y una cordillera montañosa. La economía se basa en la pesca, la agricultura, principalmente el arroz, aunque también se cultivan frutas como melocotones, y la producción de energía, tanto nuclear como de otras fuentes convencionales, la mayoría destinada a Tokio.

La prohibición de la importación de alimentos ya ha traído desesperación. Un agricultor de 64 años se ahorcó la semana pasada después de asegurar que «las verduras ya no son buenas», según medios japoneses.

Honda explicó que «esas centrales nucleares producen energía que se consume en Tokio». «Por eso la gente está enfadada», continuó. «Hemos vendido nuestra tierra para esas plantas eléctricas y ahora la gente de Tokio no nos compran los productos agrícolas. El pueblo se siente traicionado», añadió.

Mientras que el Gobierno y muchos expertos intentan apartar las comparaciones con Chernóbil, las substancias radiactivas que se están emitiendo son las mismas: yodo-131, celsio-134 y celsio-137.

La radioactividad provocada por el yodo-131 desaparece en 80 días, aunque puede llegar rápidamente a las personas a través del aire, la leche o vegetales con hojas. El celsio es más problemático ya que puede ser peligroso durante más de 200 años, lo que amenaza a las personas que tienen una alta exposición a través de la comida y si se mantienen en la zona.

Las personas que han tenido que abandonar sus hogares sólo pueden esperar, muchos en los gimnasios de los colegios, y pensar en su destino. «La maldición de la población de Fukushima es que su nombre va a ser asociado con la radiación, quizás por todo el mundo», se lamentó Honda. «Esta es una pequeña zona de un país, pero ahora la gente sabe exactamente donde está», añadió.

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Autor

Irene Perezagua

Ejecutiva de cuentas en Interprofit. Fue redactora de Periodista Digital entre 2011 y 2013

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