Tailandia celebra elecciones con la esperanza de cerrar la crisis política

Casi 50 millones de tailandeses acudirán obligatoriamente el próximo domingo a las urnas para depositar su voto en las elecciones parlamentarias convocadas el año pasado a raíz de los letales enfrentamientos entre Gobierno y partidarios del ex primer ministro y figura central de estos comicios, Thaksin Shinawatra, cuyo derrocamiento el pasado 2006 en un golpe militar originó la crisis política más violenta de los últimos años en un país que ha sido escenario de 18 golpes de estado y 17 constituciones distintas desde su proclamación como democracia en 1932.

De entre los 42 partidos que comparecen a los 500 escaños en juego, dos son los candidatos principales: el partido Demócrata del actual primer ministro, Abhisit Vejjajiva, y la última encarnación política de la influencia de Thaksin, el Partido Puea Thai (Para Los Tailandeses), dirigido por su hermana, Yingluck. Este partido es ahora mismo el máximo favorito en los sondeos pero los analistas no están tan pendientes de la victoria, prácticamente asegurada, como de la ventaja final.

Dada la gran importancia estratégica del país, comunidad internacional aguarda con impaciencia el desenlace de los comicios y el impacto que podrían tener no sólo en las relaciones internacionales del país con Estados Unidos –de quien ha sido socio comercial desde 1833, el más antiguo del este de Asia– y China –quien podría beneficiarse de unas elecciones caóticas para extender su influencia en la región–, sino también en el seno de la muy debilitada Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), que representa a 10 países, 600 millones de personas y tiene a Tailandia como socio fundador.

Queda además por despejar una incógnita: el papel del Ejército. Mientras ONG como Human Rights Watch advierten de un aumento de la represión militar en país bajo la excusa de la guerra contra las drogas, varios oficiales han instado abiertamente a los votantes a que no depositen sus papeletas a favor de Yingluck: temen que la victoria de su hermana desencadene el inmediato regreso de Thaksin al país, cargado de rencor y ánimo de represalia contra quienes planearon su caída en desgracia.

EL PODER EN LA SOMBRA

Hace cinco años que Tailandia no conoce la paz. Desde 2006, se han registrado periódicos brotes de violencia de mayor o menor intensidad y protagonizados por los miles y miles de simpatizante de Thaksin, los conocidos como «camisas rojas». Se da la circunstancia de que los tribunales tailandeses han obligado a dos primeros ministros favorables a Thaksin a que abandonen el poder, uno de ellos por compra de votos, el otro por aceptar un sueldo a cambio de ejercer de anfitrión en un programa de cocina.

Es imposible, en suma, concebir la Tailandia actual sin Thaksin Shinawatra, magnate de las telecomunicaciones de 61 años que aspira a regresar de su exilio en Dubai si Por Los Tailandeses se alza con la victoria. Su hermana niega categóricamente toda relación. «No ha tenido relación alguna con el partido, al margen del ánimo que nos ha dado», aseguró Yingluck.

Los sondeos conceden al partido de la hermana del ex primer ministro, tan inexperta como carismática Yingluck, unos 240 escaños del total, insuficientes para conseguir una mayoría directa «que podría facilitar las cosas a todo el mundo», indica a Reuters el experto del Instituto de Estudios para el Sudeste Asiático en Singapur, Pavin Chachavalpongpun. «La cuestión no es quién va a ganar, sino por cuánto».

El primer ministro Abhisit ha intentado dar la vuelta a esta tendencia en las últimas semanas. La semana pasada, en un mítin en el centro de Bangkok, instó a los votantes a que no respalden al clan Shinawatra, responsables según sus palabras del clímax de violencia que se cobró más de 90 muertos el año pasado en el centro de la capital, tras semanas de enfrentamientos entre el Ejército y miles de «camisas rojas» atrincherados.

Nadie quiere un resultado ajustado que pueda ser puesto en duda. «Espero que después de los comicios todo el mundo coincida en que se han desarrollado con limpieza», en palabras a la CNN del director para el sudeste de Asia del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Ernest Bower. «Un escenario infeliz», según Bower, desencadenaría la posibilidad de un nuevo golpe de estado militar, por mucho que el jefe del Estado Mayor, el general Paryuth Chan-Ocha, haya calificado de «rumores infundados» la posibilidad de revocar por la vía de las armas la victoria del Por los Tailandeses.

Las imagen exterior de Tailandia podría quedar seriamente dañada si se duda del resultado electoral, en un momento en el que el país tiene varios frentes abiertos, en la frontera con Camboya por la posesión del templo Preah Vinear y, ya como miembro de la ASEAN, como mediador en el conflicto entre China, Vietnam y Filipinas sobre la delimitación del mar de la China Meridional. «Una Tailandia dividida impide que la ASEAN sea capaz de enviar un mensaje contundente», añadió Bower.

«Desde un punto de vista enormemente maquiavélico, China nunca se ha mostrado explícitamente a favor de una Tailandia unida», añadió el experto. De cara al exterior, resulta imprescindible que «las elecciones del 3 de julio consoliden la democracia en el país» no sólo para beneficio de Tailandia, sino de las «tendencias democratizadoras» que se perciben en países vecinos como Indonesia, según el director del Instituto de Estudios Internacionales y de Seguridad de Bangkok, Thitinan Pongsudhirak.

RESPONSABILIDAD DE LOS DISTURBIOS

Las ONG pro derechos humanos ya miran más allá de las comicios. Human Rights Watch ha pedido a todos los oficiales electos, gocen o no de mayoría parlamentaria, que aborden los «serios problemas de Derechos Humanos» en el país, donde no se ha hecho responsable absolutamente a nadie de las pérdidas humanas y materiales causadas por los enfrentamientos de 2010″.

«El Gobierno tiene que da un paso al frente e investigar y condenar a los responsables», aseguró el informe de HRW publicado el pasado 30 de junio.

HRW denuncia que decenas de defensores de los Derechos Humanos han sido asesinados o han «desaparecido» sin que se haya acusado a una sola persona. La ONG asegura que se han cometido miles de asesinatos extrajudiciales y otros abusos relacionados con la guerra contra las drogas.

La presión oficial sobre los medios es cada vez mayor. «Las interferencias oficiales desembocan en censura, ya sea autoimpuesta o forzada. Los disidentes se enfrentan a un castigo cruel», añadieron. Así, «las elecciones no harán que el problema de derechos humanos desaparezca», según el director de HRW para Asia, Brad Adams.

«Para que el país evoluciones, los partidos políticos tailandeses necesitarán presentar medidas concretas para poner fin a los abusos, terminar con la censura y poner fin a la impunidad»

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