PERIODISTA DIGITAL EN GUANGZHOU

Apunte de un viaje de negocios a China

Apunte de un viaje de negocios a China
Luis Balcarce dejando la firma de PD en China.

«Yo era un campesino y mira el poder que tengo», dice con arrogancia el señor Chang. Dueño de una fortuna incalculable, se dirige al resto de los mortales con un tono chulesco y maleducado. De no tener nada ahora lo tiene todo. Me cuentan que cuando estuvo en España se comportó como un humilde empresario, atento y servicial a la hora de pagar comidas en restaurantes de lujo y dejar suculentas propinas.

¿Quien es Mr Chang, a quienes en Guangzhou apodan como ‘Chang, el poderoso’? ¿Un campesino emprendedor convertido en multimillonario? ¿Un apparatchik con escaño en el Partido Comunista y línea directa con el presidente Xi Jinping? Ambas cosas, me dicen al tiempo que nos muestran las obras de lo que será el centro comercial más grande de China: 12.000 millones de euros –todo el Plan E de Zapatero– invertidos con dinero del Partido Comunista y capital extranjero en una megaconstrucción de proporciones apabullantes.

‘Chang, el poderoso’ y E. García Agüera

«Alli –nos dice Chang señalando cuatro paredes de concreto– quiero que esté el Corte Inglés». Está obsesionado por conseguir que la marca España tenga un lugar de preferencia en su sueño más ambicioso.

A los chinos les gusta aparentar

A los chinos como Mr. Chang les gusta presumir y aparentar. El primer contacto que tuvimos con la china real fue en el mismo aeropuerto de Barajas. Allí nos encontramos con Yao, un joven chino que viajaba a Shangai, de apariencia despreocupada, que al entablar conversación con Wang, nuestro traductor, nos invitó una ronda de cervezas.

Lo hizo a la manera china: poniendo un billete de 500 euros con la palma de la mano abierta golpeando el mostrador. Me explican que es muy típico de los chinos aparentar poder, dinero e influencia. En Guangzhou no hay nada mejor que hacer un ‘pequeño Nicolás’ y poner una foto nuestra en el wechat con algún español famoso o influyente para que los chinos te tomen en serio.

No diga Godzilla, diga Guangzhou

Guangzhou es una metrópoli gigantesca y tentacular de 20 millones de habitantes que engulle todo a su paso. Atravesada por una red infinita de autopistas, es un monstruo de concreto ruidoso, gris y sin alma iluminado por horteras luces de neón en ruinosos bloques de edificios. Ir a comprar en el mercado de la seda o el Bai Mai de las imitaciones es un ejercicio agobiante que exige nervios de acero para no ser arrastrados por una frenética colonia de hormigas humanas que lo devora todo a su paso.

La utopía de Mao

No quedan vestigios de la tradición milenaria china: donde antes había una pagoda ahora hay la chimenea de una fábrica. Legado de Mao cuya utopía comunista no era rural sino industrial y militar. En nombre del progreso se perdió todo el disco duro de la civilización china.

El comunismo odia lo viejo. Será por esa razón que en Guangzhou no se ven ancianos en las calles. Pregunto por ellos pero no obtengo respuesta hasta que alguien me dice por lo bajo que están hacinados en geriátricos a miles de kilómetros de la ciudad, tomada por los jóvenes.

Rascacielos

El mayor atractivo de Guangzhou son sus rascacielos. Decenas de ellos acariciando las alturas con el objetivo de aparentar poder y riqueza pese a estar la mayoría deshabitados. Detrás de los rascacielos y las torres de urbanizaciones de lujo hallamos el otro propósito de estos monumentos a la burbuja inmobiliaria y la especulación: esconder a ojos de los extranjeros las casas ruinosas y en penoso estado de conservación de los sectores más bajos de la población.

Un rascacielos podría ser considerado obra pública porque el Partido Comunista o lo ha construido o es dueño de su suelo. Como en España, las obras públicas financian a los partidos políticos. Los chinos se quejan en privado de la enorme corrupción que hay en el Partido: cuando es demasiado obvia, cortan la cabeza a algún Bárcenas, se vanaglorian de ello y dejan el sistema que les trae beneficio intacto. ¿Les suena?

 

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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