La teoría es que los sicarios de Pekín maquinaban para la guerra, sacaron el genio de la botella y no pudieron volver a meterlo dentro

¿Crearon los chinos el coronavirus en un laboratorio?

La opacidad china y las deficiencias de la investigación de la OMS, alimentan la sospecha.

Y en esta ocasión, los ‘progres’ obsesionados con los políticamente correcto y que estigmatizaban a cualquiera que osara sugerir que el coronavirus podía no proceder de un pangolín o usara los términos ‘Peste China’, no tiene siquiera la excusa de Donald Trump.

El el propio Joe Biden quién exige explicaciones Pekín y moviliza recursos para descubrir, de una vez por todas, el verdadero origen del mal.

Trascurrido casi año y medio desde que las primeras infecciones por covid-19 se documentaran en China, el origen de la peor pandemia del último siglo sigue siendo un misterio.

Ni siquiera la investigación conducida a principios de 2021 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sirvió para determinar de forma concluyente la génesis de una plaga que ha matado a más de 3.5 millones de personas en todo el mundo.

Y aunque la mayoría de científicos siguen apuntándose a la teoría de la transmisión zoonótica, la idea de que el virus habría pasado a los humanos a través de un animal infectado, en Estados Unidos vuelve a ganar enteros la posibilidad de que todo comenzó a raíz de una fuga en el Instituto de Virología de Wuhan (China), famoso por sus experimentos con distintas cepas de coronavirus.

Esta tesis tuvo un amplio respaldo desde los primeros compases de la pandemia entre los cuadros de la Administración Trump, pero no tardó en ser desestidama en los grandes medios estadounidenses.

Lo correcto políticamente era exculpar a China. El presidente Joe Biden cerro incluso,m al poco de llegar a la Casa BVlanca, la investigación abierta por Mike Pompeo en el Departamento de Estado para determinar si el SARS-Cov-2 se pudo haberse gestado como parte del programa de armas biológicas chino, pero ahora cambia de opinión.

Esta misma semana Biden pidió a los servicios de inteligencia que redoblen sus esfuerzos para tratar de obtener una “conclusión definitiva” sobre el origen del virus, una decisión que anunció tras constatar que sus espías no se ponen de acuerdo sobre las dos teorías en liza.

¿Qué ha cambiado, entonces? El ‘Wall Street Journal’ publicó el pasado lunes, citando fuentes de la inteligencia estadounidense, que tres científicos del Instituto de Virología de Wuhan fueron ingresados en el hospital con síntomas de covid-19 en noviembre del 2019, antes de que las primeras noticias sobre virus se hicieran públicas.

Una información semejante a la que aireó el Departamento de Estado a finales del mandato de Trump.

Casi en paralelo, ese mismo diario informó de que China está restringiendo el acceso a una mina de cobre abandonada donde los científicos de Wuhan recogieron varias muestras de coronavirus en 2012, poco después de que seis mineros enfermaran por una “misteriosa” enfermedad respiratoria.

Continuará…

LA MUERTE SOSPECHOSA

La sospechosa muerte Li Wenliang, el médico chino que intentó advertir sobre el brote de coronavirus, desató un nivel de indignación pública y dolor sin precedentes en China y tenebrosas teorías en medio mundo.

En diciembre de 2019, Li estaba trabajando en un hospital de Wuhan cuando detectó siete casos de un virus que se asemejaba al SARS, el que provocó una epidemia global en 2003.

Se sospechaba que los casos provenían del mercado de pescados y mariscos, y los pacientes fueron puestos en cuarentena en su hospital.

El 30 de diciembre, Li les envió un mensaje a sus colegas en un chat, en el que les advirtió del brote y les recomendó usar ropa protectora para evitar contagiarse.

Li no sabía en aquel entonces era que lo que acababa de identificar era un coronavirus completamente nuevo.

Cuatro días más tarde, recibió una visita de funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública, quienes le dijeron que firmase una carta.

En ella, lo acusaban de «hacer comentarios falsos«, que habían «perturbado severamente el orden social«.

Una semana más tarde, en el texto que publicó en Weibo, el médico describió cómo el 10 de enero empezó a toser, que al día siguiente tuvo fiebre, y dos días más tarde estaba en el hospital.

Le hicieron pruebas varias veces para ver si se trataba de coronavirus, y le dijeron que en todas daba negativo.

El 20 de enero, ya con Li muy enfermo, China declaró la emergencia a raíz del brote.

El 3 de febrero fallecía Li Wenliang y la sospecha de que la causa de su muerte no fuera un virus llegado del mercado, sino de un siniestro laboratorio, se disparó.

Brotaron de inmediato teorías de la conspiración, que apuntan a que el virus podría haber sido creado en un laboratorio, bien modificando un virus existente o creándolo artificialmente desde cero.

 Teoría 1

Una de las primeras fue que el SARS-CoV-2 surgió de un laboratorio de Wuhan en el que se estaba trabajando con, precisamente, un coronavirus de murciélago llamado RaTG13. Este virus, presente en una especie muy común en el sudeste asiático (Rhinolophus affinis) tiene una similitud del 96% con el protagonista del brote.

¿Cuál es el problema? Que hasta el propio virus SARS que circuló en 2003 es mucho más homologable al virus actual, con un 99,8% de parecido genético.

También el coronavirus que suele afectar a la civeta —se cree que fue este animal el huésped intermedio donde se gestó el SARS— comparte con el microorganismo detrás del Covid-19 apenas 202 diferencias en los nucleótidos, las moléculas orgánicas que conforman el genoma del virus.

Por tanto, ¿qué sentido tendría para alguien que quisiera crear el SARS-CoV-2 utilizar como modelo un coronavirus tan diferente?

Entre el virus actual y el citado RaTG13, hay más de 1.100 diferencias en los nucleótidos, demasiadas teniendo en cuenta que el genoma del coronavirus contiene casi 30.000 nucleótidos.

«Es altamente improbable que el RaTG13 sea la fuente inmediata del SARS-CoV-2», explicaba un trabajo publicado hace unos días en ‘Emerging Microbes and Infections’.

Es cierto que aún no se ha identificado el reservorio animal donde un virus de murciélago mutó hasta adquirir la capacidad de infectar a los humanos. Esta información es clave para tirar por tierra todas las teorías alternativas. Se sospechaba del pangolín, pero a día de hoy aún se desconoce. Lo cual está dando pie a que sigan las especulaciones.

 Teoría 2

En China, las redes sociales pronto aludieron a un estudio publicado en 2015 por la revista ‘Nature Medicine’. En él, se detallaba que una cepa de coronavirus de murciélago similar al SARS estaba circulando por ahí y mostraba potencial para saltar al ser humano.

Para probarlo, en el estudio, los investigadores de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU) crearon un coronavirus quimérico mezclando el gen SHC014 de murciélago con la base de un SARS adaptado para infectar ratones. La idea es lo suficientemente atractiva como para inspirar una novela de Michael Crichton: el virus quimérico que acabó escapando a sus creadores e infectando el mundo.

Todo lo que aparece en una imagen microscópica tiene potencial de asustar. (NIH)

Pero la realidad es más tozuda. En realidad, que un virus de ratones fuese capaz de infectar a humanos no tiene base científica. Para empezar, porque cuenta con una divergencia de más de 5.000 nucleótidos con el SARS-CoV-2. Cuando el virus se ‘especializa’ para ser capaz de replicarse mejor en ratones, pierde indefectiblemente esta capacidad para hacerlo en seres humanos.

Sí es cierto que se realizaron bastantes experimentos para tratar de encontrar receptores que permitieran que un virus animal fuese capaz de acceder a las células humanas, concretamente, se pensó en el receptor ACE2.

El temor a que pudiera encontrarse un patógeno capaz de saltar directamente de murciélagos a humanos generó bastante resquemor, y fue determinante para que durante años la financiación para este tipo de experimentos se congelara por parte del Gobierno estadounidense.

Pero, en resumen, el candidato más eficaz que pudo crearse, un virus murino con capacidad teórica de infectar a humanos llamado SL-SCH014-MA15, se diferencia del actual SARS-CoV-2 en más de 6.000 nucleótidos.

Teoría 3

Otra de las conspiraciones que se maneja en redes sociales y foros es que el llamado coronavirus de Wuhan es un invento absolutamente artificial, ni siquiera una modificación de un virus existente.

Un ‘preprint’ —artículo previo a su publicación y no revisado— aparecido este mes en el repositorio BioRvix declaraba que el SARS-CoV-2 tiene en su genoma una secuencia del VIH, y que por tanto no podía ser otra cosa que una fabricación deliberada.

Pronto, muchos otros científicos han salido a reanalizar esos datos y los resultados han tirado por tierra la especulación. Si hay partes del genoma similares al VIH-1, no es sino por aleatoriedad. Los autores del ‘preprint’ original decidieron finalmente retirar el informe ante las preocupaciones generadas en la comunidad científica.

«Un análisis incorrecto y parcial puede llevar a conclusiones peligrosas que alimenten conspiraciones y dañen el proceso de los verdaderos descubrimientos científicos y el esfuerzo por controlar el daño a la salud pública», escribía en su reanálisis Feng Gao, de la Universidad de Duke.

Los análisis que han estudiado el genoma del coronavirus coinciden en señalar los murciélagos como la fuente más probable de la epidemia.

Todo lo demás es científicamente infundado, aunque narrativamente sea mucho más atractivo.

 

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