Quizá el premio Nóbel se convierta en un boomerang, en una pesada carga para quien tiene que mandar treinta mil soldados más a una guerra que no se puede ganar
El mejor objetivo es el posible. Una obviedad olvidada. Pero un objetivo conseguido desde el desprecio a los argumentos de la mayoría no es un buen acuerdo; es sólo una salvación de las apariencias.
Europa no ha estado identificada en la cumbre de Copenhague. Una partida entre Estados Unidos y China con India como testigo.
Demasiada presión en una mesa tan pequeña. Barack Obama ha demostrado que no es dios. Tiene demasiados agujeros negros en su propia casa: la guerra de Afganistán, la reforma sanitaria, la crisis financiera, el paro.
Su carisma, como la mina de los lapiceros, se va desgastando en la medida que la magia de sus palabras no tienen la alquimia de los resultados.
Mucho boato en poco tiempo: quizá el premio Nóbel se convierta en un boomerang, en una pesada carga para quien tiene que mandar treinta mil soldados más a una guerra que no se puede ganar y además los complicados mecanismos de la política norteamericana lo obligan a negociar cualquier medida estratégica.
El caso es que el cambio climático exigiría unas resoluciones que nadie está dispuesto a admitir. A los países pobres, que ahora se llaman «en vías de desarrollo», se les avisa de que se ha acabado la fiesta junto cuando ellos llaman a la puerta del banquete.
Los países ricos tienen unas opiniones públicas tan ancladas en el despilfarro -incluso de los humildes- que nadie es capaz de dictar leyes de verdadera contención: es verdad que se empiezan, en algunos casos, a reciclar las basuras, que los coches de ahora contaminan menos. ¿Pero de verdad esos son los métodos necesarios para que el mundo no se destruya?
Cambiar los hábitos de consumo es cambiar el sistema económico: probablemente requeriría planificación económica que interferiría en la economía de mercado.
Como Europa está en fase de construcción permanente, en Copenhague ha estado sencillamente ausente. Crisis de liderazgo, imposibilidad democrática para la pedagogía política, ausencia de capacidad de sacrificio: demasiado confort concentrado en años de crecimiento económico que parecía ininterrumpible.
Ahora Copenhague ha sustituido a Kioto. Expectativas con el ruego de que la botella se contemple medio llena. Pero las lluvias han decidido su propio gobierno; los hielos se derriten y las cosechas están desconcertadas.
Ahora que sabemos que Obama no es dios y que Europa apenas existe debemos tomar conciencia de nuestro desamparo y de esa forma ser capaces de tomar el mando de la democracia.