OPINIÓN / DANIEL GREENFIELD

Análisis de Daniel Greenfield: «Inseguro Obama, inseguro el mundo»

En el debate se vio a un caballero inseguro que caneja la seguridad de EEUU por más tiempo en el candelero

Estados Unidos ha tenido presidentes buenos y malos, pero nunca ha tenido un líder que llegara con tanta inseguridad a un debate de seguridad nacional. Se mostró como el caballero pedante sentado en una esquina de la pantalla que alternativamente frunce el ceño y sonríe de forma afectada, apretando los dientes y lanzando un ataque tras otro en lugar de aprovechar por fin la oportunidad de dejar las cosas claras al pueblo estadounidense.

Barack Obama llegó al debate con un abanico de discursos preparados, poco que ver con la política exterior y de economía en su mayoría.

Aun cuando su Secretario de Defensa ha recibido órdenes sin precedentes de cerrar la boca a los funcionarios militares con el fin de obstaculizar la investigación legislativa del Bengasi-gate, incluso si se ha sabido que su Administración contempló morir a cuatro estadounidenses en tiempo real y no movió un dedo por salvar su vida, ganchos verbales preparados por redactores de discursos muy bien remunerados salían de su boca para asegurar al pueblo estadounidense que todo va perfectamente.

No tiene nada de malo de no ser porque los baches del camino idóneo están jalonados de estadounidenses muertos.

Cualquiera que escuche a Obama habrá llegado a la conclusión, igual que el Cándido de Voltaire, que vivimos de verdad en el mejor de los mundos. Durante la administración Bush, a los políticos progres como Obama les gustaba decir que ellos formaban parte de la minoría que vivía en la realidad.

Pero como dice el Calvin de la tira cómica ‘Calvin & Hobbes’: «Yo no niego nada. Simplemente soy muy selectivo en la realidad que acepto». Se diría que Obama se ha unido a la minoría de la realidad selectiva de Calvin.

En lugar de debatir cuestiones de seguridad nacional y asuntos exteriores, el ponente en jefe se empleó a fondo en desviar la atención del debate con un cliché que llama «construcción de la identidad nacional en casa».

«Construcción de la identidad nacional» es normalmente un término reservado a la reconstrucción de países atrasados o destruidos. Que Obama insistiera en aplicarlo a Estados Unidos es revelador, pero todavía más revelador es que su gran idea para el debate no sólo fuera una distracción sino un llamamiento a repetir la misma catastrófica batería de medidas de estímulo y derroches de proyectos de mantenimiento de la infraestructura nacional que han enterrado al país en una deuda de 16 billones de dólares.

La idea de política exterior que tiene Obama es pedir prestados a China billones de dólares para invertir en renovables y en sindicatos de profesores, al tiempo que lo llama construcción de la identidad. En el aire queda la pregunta de cuál es el país cuya identidad construye: ¿China o América?

En un momento verdaderamente barroco, insistió en que la Marina ya no necesita buques porque han quedado igual de desfasados que los caballos. El portaviones y el submarino, según Obama, han dejado al destructor igual de desfasado que la bayoneta o el caballo de batalla.

Mientras que muchos veteranos de la Marina se habrán despachado tras escuchar una estupidez así, pueden decirse afortunados de que Obama esté a cargo de América en 2012 y no en 1942, en plena Batalla de Midway. Pero sin duda Obama tiene un plan para eliminar el bloqueo iraní del Estrecho de Ormuz y al mismo tiempo seguir adelante con su programa de contener a China en el Pacífico… utilizando solamente portaviones y submarinos.

¿Y qué decir de los 20.000 marines que Obama va a despedir tras prometer tener fe en nuestras tropas? A lo mejor ellos también son caballos y bayonetas que relevar con tecnologías más avanzadas, como robots asesinos.

Obama dijo haber recortado el paro de los veteranos al tiempo que planea despedir a 50.000 efectivos regulares, 10.000 pilotos militares y 20.000 marines. Y luego recorta también su prestación sanitaria para que esos hombres y mujeres, que se jugaron el cuello en el desafortunado incremento de Obama en Afganistán con 1.500 vidas y 15.000 heridos, tengan que pagar ahora una parte mayor de su seguro médico mientras hacen cola en el paro.

Como hace en todos los discursos y en todos los mítines, Obama se felicitaba por poner fin a la guerra de Irak según el calendario de Bush, pero sin reconocer que el calendario era de Bush, al tiempo que acusaba a Romney de querer dejar las tropas destacadas en Irak. En realidad, el propio vicepresidente de Obama y su Secretario de Defensa han intentado negociar un acuerdo para dejar destacados a los efectivos en Irak. Obama mintió entonces y ha seguido la orgullosa tradición de mentir hasta la fecha.

De nuevo Obama repetía su anuncio de que las maniobras de Afganistán son un intento de reorientar la lucha contra Al Qaeda. Pero Al Qaeda sigue perpetrando muchos más atentados terroristas en Irak que en Afganistán.

Terroristas de Al Qaeda en Irak esta semana proporcionaban explosivos a un plan que habría costado la vida a miles de personas en la vecina Jordania, detonando explosivos contra centros comerciales y la embajada norteamericana y poniendo de manifiesto que Al Qaeda sigue siendo una presencia mucho más peligrosa y desestabilizadora en Irak que en Afganistán.

Obama volvió a demostrar su desorientación al presumir de haber arruinado la economía de Irán al tiempo que aseguraba a su audiencia que esto obligará a renunciar a su programa nuclear a la República Islámica.

Pero la economía norcoreana está todavía más arruinada que la de Irán, y su programa nuclear sigue adelante. Cuando se le da a elegir entre las armas y la comida, la dictadura fanática elige las armas. En palabras del líder Nazi Hermann Goring: «Las armas nos hacen poderosos; la comida sólo engorda».

«Una cosa de la que deben enorgullecerse los americanos», decía Obama con la barbilla en alto, «es que los tunecinos han empezado a manifestarse, este país, yo, de parte de los manifestantes». Y como resultado de la postura de Obama, Túnez, antes un país libre, ha sido tomado por islamistas genocidas, los sufís son perseguidos, los turistas son atacados y las víctimas de violación juzgadas. A lo mejor es algo de lo que se enorgullece Obama, pero pocos estadounidenses se van a enorgullecer de eso.

«Nos pusimos de parte de la democracia en Egipto», proseguía Obama, y es cierto. El resultado de esa posición de parte de la democracia ha sido otro golpe islamista genocida, un atentado contra la embajada norteamericana de El Cairo, el final de los Acuerdos de Camp David, la limpieza étnica de los cristianos egipcios y un presidente islamista salido del movimiento inspirado por la Alemania Nazi que canta amén al llamamiento de exterminar a los judíos.

«Los libios están con nosotros», asegura Obama a los norteamericanos. Y no puede haber prueba más clara que la negativa del gobierno libio a permitir que Estados Unidos mantenga aparatos no tripulados o al menos investigue adecuadamente los atentados.

Obama mencionaba la multitud populista que atacó a las milicias islamistas de Bengasi. Lo que se dejó es que la multitud solamente actuaba porque el gobierno libio insistió en proteger y salvaguardar a las milicias.

De Irak a Libia, de Afganistán a Egipto, pasando por casa, donde el programa de construcción de la identidad nacional nunca se detiene y los beneficiarios son los propios donantes y enchufados, Obama no supo señalar un solo éxito. Ni en el estado de realidad selectiva de Obama hay algo que mencionar. Irak, Afganistán y Libia son zonas peligrosas violentamente inestables, y lo seguirán siendo en el futuro próximo.

Y el frente nacional está dividido entre los que buscan trabajo, los que han renunciado a tener trabajo, y los que esperan ponerse a buscar trabajo dentro de poco.

A medida que progresaba la noche, Obama habló, se rio, señaló, se burló y recitó discursos preparados. Lo que vio el mundo y lo que vimos fue a un caballero inseguro que vuelve a canjear la seguridad de su país por más tiempo en el candelero.

Cuando empezó la Guerra de Libia, Obama se marchó a Río. Cuando el consulado de Bengasi fue atacado, prefirió irse a Las Vegas en lugar de ocuparse de la seguridad nacional. Con una última oportunidad de contar la verdad al pueblo estadounidense, se tomó otras vacaciones en el estado de su propia inseguridad antes que hacer lo mejor para el país.

Daniel Greenfield ocupa la cátedra Shillman de periodismo y es periodista radicado en Nueva York especializado en el islam. Está a punto de publicar un libro acerca de los desafíos internacionales a los que se enfrenta América en el siglo XXI.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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