En lugar de carreteras y puentes, el Estado de Obama financia parálisis y esclerosis: un régimen regulador en forma de obstáculo del tamaño de la presa Hoover y un puente Golden Gate a la dependencia
A la vista de los actos electorales Republicanos celebrados la semana pasada, el clásico de éxito instantáneo del Presidente Obama – «Usted no construyó eso» – es a Mitt Romney lo que aquella araña radiactiva a Spider-Man: le mordió y, en un instante, el tipo de aspecto de empollón se transformó en un musculado Capitán Capitalismo que toma la calle y hábilmente da lo suyo al Organizador Man.
Machacada por el renacido Romney, la campaña Obama lanzaba un ataque al ataque de Romney contra el ataque de Obama al sector privado estadounidense. Primero salía Romney citando a Obama: «Dijo que ‘si tiene una empresa, no construyó eso’. Otra persona hizo que se hiciera'». Y luego el equipo Obama entraba a matar: «¿El único problema? Que no es lo que dijo».
Tiene razón. Lo que dijo realmente Obama es: «Si tiene una empresa, no construyó eso. [Interrupción de partidarios enardecidos: «¡Siiiiiiiiiiiiiii!»] «Otra persona hizo que se hiciera».
Puesto que de forma generalizada se conviene en que el presidente «es el tipo más despierto que ha llegado a presidente» (Michael Beschloss, historiador presidencial), el problema no puede ser «lo que dijo», sino que nosotros los idiotas no somos lo bastante despiertos para captar lo que intentaba decir. Según el periodista de la revista Slate David Weigel, lo de «no construyó eso» se refiere a algo que dijo al principio de su discurso – «alguien invierte en carreteras y puentes». Usted no construye eso, ¿a que no? O puede que se refiriera a «esta increíble red estadounidenses de carreteras que nos ha permitido prosperar». Usted no construye eso, ¿a que no? O a lo mejor se refería al teleprompter. Usted no construye eso, ¿a que no? Bueno, a menos que usted se llame Rajiv o Suresh, trabajadores de la fábrica de teleprompters de Bangladesh, no. A lo mejor se refería a algo que dijo en un discurso totalmente distinto – el del Muro de Berlín, a lo mejor. Usted no construye eso, ¿a que no? ¿Quiénes somos nosotros para decir cuál de estas interpretaciones muy matizadas del texto presidencial es la correcta?
Si esto es lo mejor que los defensores del presidente saben hacer a la hora de dar sentido a la privilegiada oratoria del Presi, mejor tirar la toalla y decir que citar con precisión al Presidente Obama es de racistas. La interpretación evidente chirría porque encaja en la realidad de los tres últimos tres años y medio – que el jefe del ejecutivo de América es un caballero que desconoce totalmente el sector privado y que encabeza una administración que es profundamente hostil a él.
Pero, por si acaso, yo sí «invierto en carreteras y puentes», y usted también. De hecho, cada centavo de esas carreteras y de esos puentes sale del contribuyente, porque el Estado no tiene más recurso que lo que quita a la ciudadanía. Y cuanto más éxito tenga, más paga de esas carreteras y esos puentes.
Así que esta es la última hora del Presidente del Matiz: la gente partidaria del gobierno limitado está a favor de las carreteras. Tan difícil como pueda ser de reconocer, las carreteras se conocieron antes que el gobierno intervencionista. Qué fue antes, ¿el pollo que cruza la carretera, o la Agencia de Regulación del Huevo? Es fácil: a mediados del siglo primero a. C., los nómadas Yuezhi oriundos del Asia Central mantenían rutas de comercio conocidas para canjear el jade de Tarim con los clientes chinos a más de 4.000 kilómetros de distancia. Por otra parte, los Yuezhi no tenían competencias para la gestión de los anticonceptivos ni un régimen Bloombergiano para regular el consumo de refrescos en las zonas de descanso a dos días de la región de Jotan, cosa que explica la razón de que hoy no formen parte del G7. En el mundo de Obama, el empresario no construye nada, mientras que el Estado es el más trabajador del planeta. De manera que en su discurso «Usted no construye eso, ¿a que no?» está invocando una vez más la presa Hoover y el puente del Golden Gate. «Cuando invertimos en la presa Hoover o el Golden Gate, en internet, en enviar al hombre a la luna – invertimos en cosas que benefician a todo hijo de vecino. Y ésa es la visión que yo quiero sacar adelante».
Desde luego la presa la saca adelante de un discurso a otro. Justamente el mes pasado estaba con su gancho de la presa Hoover y yo señalaba que parecía existir cierta inconsistencia entre su entusiasmo por la construcción federal de presas y el pronunciamiento definitivo de la administración en la materia, a través de su Secretario de Interior en funciones Deanna Archuleta, en un discurso pronunciado ante los ecologistas Demócratas de Nevada:
«Nunca habrá otra presa federal».
Nunca. Así que el presidente podrá sacar adelante su «visión», pero al parecer no tiene más aplicación real que las visiones que disfrutó siendo porrero escolar allá en Hawái. A la sazón, me llamó la atención aprender a través de la ilustrada nueva biografía de David Maraniss que, durante las sesiones de emporramiento, el joven Barry insistía en subir las ventanillas para que el humo de la marihuana no saliera. Si en serio puede ver al Presidente Obama inaugurando una presa Hoover en el siglo XXI, es que tiene que bajar las ventanillas de su Chevy Volt.
¿El puente Golden Gate? Como señala el columnista de la revista Reason Matt Welch, el precio del Golden Gate fue de 35 millones de dólares de la época – unos 530 millones de dólares de los de hoy. De manera que al precio de la batería de medidas de estímulo económico de Obama de 2009, tendríamos 1.567 puentes Golden Gate. ¿Dónde están? ¿Dónde está, digamos, la primera docena? Si se ponen 1.567 puentes Golden Gate en fila india, podrá pegarse un viaje emporrado desde el instituto Punahou de Obama en Honolulu por el Pacífico hasta el Occidental College al que iba en Los Ángeles, de forma que podrá enganchar un porro con el siguiente sin tener que preocuparse de las patrullas de estupefacientes.
Una batería de medidas de estímulo económico equivalente a 1.567 puentes Golden Gate. Un presupuesto federal para el ejercicio 2011 equivalente a 6.788 puentes Golden Gate. Y no tenemos más que uno
Porque eso es lo que hace el Estado: el Estado del dinero de nadie gasta cada vez más dinero en cada vez menos cosas. Sin nada que tenga la economía estadounidense para justificarlo, el Presidente Constructor cogió prácticamente 1 billón de dólares en estímulo, lo metió en su cacharro, se fue al Golden Gate y lo tiró al Pacífico.
En lugar de carreteras y puentes, el Estado de Obama financia parálisis y esclerosis: un régimen regulador en forma de obstáculo del tamaño de la presa Hoover y un puente Golden Gate a la dependencia. El mes pasado, 80.000 estadounidenses encontraron empleo mientras 85.000 estadounidenses recibían la prestación de la seguridad social por discapacidad. La mayoría de estas personas no son «discapacitados» según se interpreta el término en general. Más bien es la economía estadounidense la que está discapacitada, y de ahí que Obama incentive la dependencia. Lo que el Estado está haciendo a estos 85.000 «discapacitados» es acusadamente nocivo. Permita que cite a un tal Mark Steyn, en su último libro:
La perversión de un sistema así no es derrochar dinero, sino derrochar gente. La cartera de Tony Blair descubrió que era políticamente rentable volver a clasificar a una porción de parados como ‘discapacitados’. El caballero en forma de 40 años de edad que lleva una década recibiendo la prestación por discapacidad comprende en alguna parte de su cabeza que vive de una mentira, y que no sólo el Estado sino su familia y sus amigos son cómplices de esa mentira.
Millones de estadounidenses han levantado la vista al camino, y se imaginan que no lleva a ningún lado. Mejor aparcar en la seguridad social. No se preocupe, no es culpa suya. Como diría el presidente, usted no construye las autovías que llevan a la Agencia del Discapacitado. El Estado las construye, y ya que las construye, usted las coge. En las «visiones» de Obama, él construye carreteras y puentes. En la realidad, el Presidente de Dependistán no pone más que obstáculos en el camino a las oportunidades y el crecimiento.
Obstáculos que sabe poner. Es todo lo que ha sabido hacer.