La campaña electoral de Estados Unidos entra en un terreno peligroso. En una nueva declaración potencialmente incendiaria, el candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump insinuó este 9 de agosto de 2016 que los partidarios del derecho a llevar pistola podían frenar a la candidata demócrata Hillary Clinton.
No aclaró cómo, pero en seguida convocó el espectro de la violencia en un país donde circulan más de 300 millones de armas de fuego y donde el asesinato político es un trauma recurrente en su historia.
«Si ella logra elegir a sus jueces, no habrá nada que hacer, amigos».
Se refería a la capacidad del presidente de EE UU de nominar a jueces del Tribunal Supremo.
La teoría de Trump es que si Clinton gana en noviembre y nombra a jueces progresistas, estos abolirán la Segunda Enmienda de la Constitución, que garantiza el derecho a portar armas.
Trump añadió: «Aunque la gente de la Segunda Enmienda [los propietarios de armas]… quizá si haya [algo que hacer], no lo sé».
El comentario de Trump, en un mitin en Carolina del Norte, es ambiguo y agramatical, pero puede interpretarse como un llamamiento algún tipo de acción contra su rival en las elecciones presidenciales de noviembre, o contra los jueces. No sería la primera vez que Trump llama a la violencia, aunque nunca lo ha hecho directamente contra su rival.
Las palabras del candidato del Partido Republicano son suficientemente confusas como para estar abiertas a la interpretación y permitir a su autor negar cualquier propósito maligno. Pero constituyen un nuevo paso en una campaña, la de Trump, que con sus insultos, ofensas, comentarios xenófobos y machistas, y salidas de tono ha traspado casi todos los límites conocidos en tiempos recientes.