MEMORIA HISTÓRICA

¿Nuevas pistas sobre el asesinato de John F. Kennedy?

El cuarto presidente de EEUU asesinado

John F. Kennedy fue el cuarto presidente de EEUU asesinado (con Abraham Lincoln, James Abram Garfield y William McKinley) y el octavo que murió en ejercicio de sus funciones.

Tres investigaciones oficiales concluyeron que Lee Harvey Oswald, apretó el gatillo.

La historia de este magnicidio ha sido narrada innumerables veces al resto del mundo a través de películas, series y libros, eclipsando en cierta medida capítulos esenciales de nuestra propia historia en este lado de Occidente.

El simple hecho de la muerte de Kennedy ya constituía un episodio histórico significativo, pero su leyenda, sombra y peso han crecido con el tiempo, en gran medida debido a la incertidumbre sobre quién fue el asesino.

Aunque tres investigaciones oficiales concluyeron que fue Lee Harvey Oswald, la falta de claridad persiste, ya que una de ellas afirmó que Oswald actuó solo, mientras que otra sugirió la posibilidad de que hubiera colaboradores.

Este 22 de noviembre de 2023 se conmemoraron 60 años desde aquel fatídico 22 de noviembre de 1963, cuando Kennedy perdió la vida en Dallas.

Su mortal herida, infligida por disparos mientras circulaba en el coche presidencial por la Plaza Dealey de la ciudad texana, continúa siendo uno de los eventos más debatidos en la historia contemporánea.

Un día después del fallecimiento de Kennedy, la policía detuvo a Oswald.

El 24 de noviembre, durante su traslado a la cárcel del condado, un hombre se abrió paso entre la multitud y disparó a Oswald, infligiéndole heridas mortales. El autor de estos disparos fue Jack Ruby, una figura secundaria en el mundo del crimen estadounidense.

Según las conclusiones de la Comisión Warren, en el asesinato de Kennedy se realizaron tres disparos.

El primero no impactó en el coche, sino en la acera. La mayoría coincide en que el presidente recibió dos disparos, siendo uno de ellos mortal al alcanzarle en la cabeza.

Kennedy sufrió inicialmente un disparo en el cuello, seguido casi instantáneamente por otro dirigido al gobernador de Texas, John Connally, quien estaba sentado delante del presidente en el mismo coche. Aunque teóricamente Connally resultó gravemente herido por la misma bala, lo que condujo a la teoría de la ‘bala mágica’, logró sobrevivir.

A pesar de las dudas expresadas durante años por los escépticos sobre la viabilidad de que una sola bala causara tanto daño, la comisión gubernamental oficial concluyó que la llamada ‘bala mágica’ fue la responsable y cerró el caso.

Su decisión se basó en que uno de los proyectiles se encontró en la camilla de Connally, asumiendo que era la misma bala que había alcanzado a Kennedy para iniciar el magnicidio.

Sin embargo, las circunstancias indican que la realidad pudo haber sido diferente.

Paul Landis, uno de los agentes del servicio secreto que acompañaba a Kennedy en Dallas el 22 de noviembre de 1963, ha decidido compartir su experiencia rompiendo su largo silencio a través de la publicación de un libro revelador sobre el magnicidio.

En esta obra, Landis presenta nuevos detalles que arrojan luz sobre aquel trágico día.

El agente del servicio secreto relata cómo él mismo recuperó la primera bala de francotirador, que, según sus afirmaciones, estaba alojada en el asiento trasero, justo detrás de la posición de John Fitzgerald Kennedy. Motivado por la creencia de que era una prueba crucial, Landis tomó la bala y la arrojó a la camilla de Kennedy, con la esperanza de que los médicos la encontrarían.

Sin embargo, supone que la bala rebotó en medio del caos, impactando tanto en la camilla de JFK como en la de Connally.

Landis, quien durante mucho tiempo estuvo convencido de que Lee Harvey Oswald actuaba solo, ahora revela que sus certezas se están tambaleando:

«En este punto, estoy empezando a dudar de mí mismo. Ahora empiezo a cuestionarme cosas».

El agente del servicio secreto sostiene que la primera bala que alcanzó a Kennedy no llegó a Connally, lo que da credibilidad a la teoría de un segundo tirador, una afirmación que los teóricos de la conspiración han mantenido durante mucho tiempo.

Estas revelaciones plantean nuevas incertidumbres sobre los eventos que rodearon el asesinato y reabren el debate sobre la posibilidad de una conspiración más compleja detrás del magnicidio.

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