Dicen que no hay dos sin tres.
Y en el caso del hispano John Henry Ramírez, el aserto se cumple en todos sus extremos.
Este tipo, encarcelado por un asesinato cometido en el año 2004 tras apuñalar a un hombre para robarle un dólar y 25 centavos, ya ha visto aplazadas tres veces su ejecución en una cárcel de Texas.
Las dos primeras ocasiones en las que se libró de la pena capital fue por una cuestión de defecto de forma en la sentencia, en 2017, y la otra en el año 2020, cuando por el Covid-19 se aplazaron varias ejecuciones.
Sin embargo, este tercer aplazamiento tiene ya una trascendencia ‘divina’.
El Tribunal Supremo Federal ha optado por parar la ejecución con inyección letal ante la petición del reo de que un pastor rece y pose sus manos sobre él en el momento en que sea administrada la dosis que acabará con su vida.
Inicialmente, el estado de Texas y dos tribunales inferiores habían rechazado su solicitud al considerar que va contra la normativa.
Pero unas horas antes de la ejecución, prevista para el 8 de septiembre de 2021, el tribunal emitió una orden concediendo su solicitud de suspensión mientras decide si se violaron sus derecho religiosos. El tribunal ordenará una sesión informativa completa y argumentos en el caso, que se agregarán al expediente del tribunal en octubre o noviembre de 2021.
El Departamento de Justicia Criminal de Texas rechazaba que el pastor ponga sus manos sobre Ramírez durante su muerte y que pueda orar o leer las escrituras, argumentando que el contacto directo representa un riesgo para la seguridad y la oración vocal podría ser perjudicial.
La moción del reo asegura que, si no se concede su solicitud, el religioso se vería obligado a permanecer en un pequeño rincón de la habitación a pesar de que su declaración jurada ante notario explica que poner sus manos sobre un cuerpo moribundo y vocalizar oraciones durante la transición de la vida a la muerte están entrelazadas con los servicios religiosos.
