Lo de Trump con Groenlandia no es tan descabellado como muchos sugieren y tampoco es nuevo.
No es la primera vez y no será la última que EEUU intenta quedársela
En cualquier caso, lo evidente es que el presidente electo de Estados Unidos ha puesto a está región, que es parte de Dinamarca, en el centro de la atención mundial.
A escasos días de su toma de posesión, este 20 de enero de 2025, Trump ha reiterado su intención de incorporar la isla ártica al territorio estadounidense, desatando una tormenta diplomática y generando preocupación en la comunidad internacional.
Suena desquiciado pero no lo es.
Por lo menos no tanto como algunos pretenden, porque al nuevo presidente le bastaría convencer a los 50.000 inuits, que el verdadero nombre de los esquimales, de que les irá mucho mejor como ciudadanos de EEUU que si siguen siendo daneses. Y no es tan complicado.
Groenlandia tiene 56.857 habitantes, de los que el 87% son de origen groenlandés, una mezcla de inuit y europeos.
La inmensa mayoría se concentra en la costa suroeste y de ellos muchos en la capital, Nuuk, que con 16.900 habitantes alberga un tercio de la población total.
El resto se reparte por 17 ciudades y 55 pueblos, que son simples aldeas.
El anuncio de Trump no es nuevo.
Ya en 2019, durante su primer mandato, el magnate expresó su deseo de «comprar» Groenlandia, una propuesta que fue tajantemente rechazada por Dinamarca.
Sin embargo, la reciente visita de Donald Trump Jr. a Nuuk, la capital groenlandesa, ha reavivado las especulaciones sobre los planes del futuro presidente.
La obsesión de Trump por Groenlandia
Trump ha defendido su postura argumentando que el control de Groenlandia es «una necesidad absoluta para la seguridad nacional» de Estados Unidos.
En una reciente conferencia de prensa, el presidente electo llegó incluso a sugerir que no descartaba el uso de «coerción militar o económica» para lograr sus objetivos.
La retórica de Trump ha escalado en los últimos días.
En su red social Truth, afirmó: «El pueblo de Groenlandia, al que Estados Unidos necesita para su seguridad nacional, quiere que Estados Unidos esté allí, ¡y estaremos!».
Esta declaración ha sido recibida con escepticismo tanto por las autoridades groenlandesas como por el gobierno danés.
La respuesta de Dinamarca y Groenlandia
El gobierno danés ha reaccionado con firmeza ante las declaraciones de Trump.
El ministro de Exteriores, Lars Lokke Rasmussen, ha sido claro al responder: «Reconocemos plenamente que Groenlandia tiene sus propias ambiciones. Si se materializan, Groenlandia decidirá su propio futuro».
Esta postura refleja el reconocimiento danés del derecho a la autodeterminación de la isla.
Las autoridades groenlandesas han reiterado que la isla «no está en venta».
El gobierno autónomo de Groenlandia ha expresado su preocupación por las declaraciones de Trump y ha insistido en que cualquier decisión sobre el futuro de la isla debe ser tomada por su propio pueblo.
Las razones detrás del interés de Trump
El interés de Trump por Groenlandia no es casual.
La isla posee un enorme valor geoestratégico debido a su proximidad a Europa y su posición en el Ártico.
Además, Groenlandia cuenta con abundantes recursos naturales, incluyendo las codiciadas tierras raras, fundamentales para la transición energética y los sectores de electrónica y defensa.
Alexander Gray, antiguo jefe de gabinete del Consejo de Seguridad Nacional de Trump, sugirió recientemente en una columna para The Wall Street Journal que la fórmula para la adhesión de Groenlandia podría ser un tratado de libre asociación.
Este acuerdo garantizaría apoyo económico y protección militar a cambio de priorizar la influencia estadounidense en la isla.
Implicaciones geopolíticas
La insistencia de Trump en controlar Groenlandia se enmarca en un contexto de creciente tensión geopolítica.
El presidente electo alega que el control estadounidense limitaría la influencia de Rusia y China en esta región estratégica, considerada crucial para «proteger al mundo libre».
Sin embargo, esta postura ha generado preocupación en la comunidad internacional.
Analistas advierten que las declaraciones de Trump podrían desestabilizar aún más las ya tensas relaciones entre Estados Unidos y sus aliados europeos, especialmente con Dinamarca.
El estatus actual de Groenlandia
Groenlandia es un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca desde 1979. En 2009, una ley amplió las competencias del gobierno local y abrió la puerta a una posible independencia tras negociaciones entre Copenhague y Nuuk.
Actualmente, Groenlandia gestiona su política interna, mientras que Dinamarca se encarga de la defensa y las relaciones exteriores.
Es importante destacar que los subsidios daneses representan la mitad del presupuesto público de Groenlandia y el 20% de su PIB.
Además de su obsesión por Groenlandia, Trump ha hecho declaraciones similares sobre Canadá y Panamá.
Sin embargo, estos anuncios han sido recibidos con menos seriedad por la comunidad internacional.
- Canadá: Trump ha sugerido la posibilidad de una «unión más estrecha» con el vecino del norte, aunque sin especificar detalles concretos. Esta propuesta ha sido rechazada de plano por el gobierno canadiense.
- Panamá: El presidente electo ha expresado su deseo de «recuperar» el control del Canal de Panamá, argumentando su importancia estratégica para Estados Unidos. Esta declaración ha generado indignación en Panamá y ha sido condenada por varios países latinoamericanos.
La viabilidad de las propuestas de Trump
De los tres anuncios, el relacionado con Groenlandia parece ser el más serio y el que podría tener mayores implicaciones geopolíticas.
Sin embargo, la posibilidad de que prospere es extremadamente baja debido a varios factores:
- La firme oposición de Dinamarca y Groenlandia.
- El derecho internacional y el principio de autodeterminación de los pueblos.
- La probable resistencia de la comunidad internacional, especialmente de los aliados europeos de Estados Unidos.
En cuanto a Canadá y Panamá, estas propuestas parecen más retórica electoral que planes reales de política exterior.
La soberanía de ambos países está firmemente establecida y cualquier intento de alterarla sería rechazado categóricamente por la comunidad internacional.