Putin se atribuye las ansias democratizadoras del pueblo ruso

Putin se atribuye las ansias democratizadoras del pueblo ruso
El primer ministro ruso, Vladímir Putin (i), llega a una reunión con la organización de empresarios Delovaya Rossiya (Rusia Empresarial) el pasado 21 de diciembre en Moscú, Rusia. EFE/Archivo

El primer ministro ruso y candidato a la Presidencia, Vladímir Putin, se presentó hoy como garante del futuro en una Rusia históricamente desgarrada por una elite dividida entre «los revolucionarios» y «los corruptos», y se atribuyó incluso las nuevas aspiraciones democráticas de sus conciudadanos.

Putin calificó las ansias democratizadoras de los rusos como «el mejor testimonio del éxito» del régimen político que instauró en Rusia durante los últimos doce años.

«La actual predisposición de la sociedad (rusa) para probarse los más altos estándares en calidad de vida y democracia es la mejor prueba de nuestro éxito», escribió el candidato presidencial del partido oficialista Rusia Unida (RU) en la página web de su campaña electoral, Putin2012.ru.

En un amplio artículo de marcados tintes electoralistas, el actual jefe de Gobierno, cabeza visible del sistema político que él mismo ha levantado junto a sus colaboradores durante los últimos doce años, defendió los éxitos logrados y trazó las líneas maestras de su programa electoral, aún sin concluir.

En un nuevo arrebato de arrogancia política y mes y medio antes de las elecciones que se celebrarán en Rusia el próximo 4 de marzo, Putin volvió a descalificar a la oposición, a cuyos líderes tachó de populistas perdedores sin posibilidades de alzarse con la victoria.

«La retórica populista sonó durante la campaña de las recientes elecciones parlamentarias. Seguramente volverá a sonar durante la campaña presidencial de boca de los perdedores, que no tienen esperanzas de ganar por lo que no temen hacer promesas que no tendrán que cumplir», subrayó el candidato oficialista.

El político que pretende hacerse de nuevo con la jefatura de Estado tras haberla cedido al actual presidente, Dmitri Medvédev, hace cuatro años, se erige en figura casi imprescindible para que Rusia no sea desgarrada por su elite, a la que divide en dos tendencias, irreconciliables y por igual perjudiciales para el futuro del país.

«Un problema que se repite históricamente en Rusia es la aspiración de una parte de su elite al salto revolucionario en lugar del desarrollo consecuente. Mientras tanto, la experiencia mundial y rusa nos señala el daño de los saltos históricos», apuntó el actual jefe de Gobierno.

En el lado contrario, el candidato de RU sitúa a «la otra corriente, que tiende a la parálisis, la incompetencia, la falta de competitividad y un alto nivel de corrupción».

De estos males, precisamente, ha sido tachado en los últimos tiempos al sistema político y estatal erigido por Putin.

El propio candidato se sitúa entre estas dos corrientes, una representada por la oposición «revolucionaria» y la otra, por los funcionarios del oficialismo, detestados y odiados por el pueblo.

A los opositores los critica por la falta de propuestas políticas: «Ahora se habla mucho sobre distintas formas de renovar el proceso político. ¿Y después, qué? Me preocupa que prácticamente no se hable de qué hacer después de las elecciones».

Ahora que decenas de miles de personas y decenas de ciudades rusas se han levantado contra los funcionarios de Rusia Unida, contra los resultados de las elecciones parlamentarias que ganó recientemente esta formación de manera cuestionada por muchos, Putin se desentiende de los resortes del poder de su régimen.

Hasta el pueblo, según el candidato a presidente, debe cambiar y tomar cartas en la vida política del país, sin confiar la solución de sus problemas a las autoridades.

«Perderemos de antemano si solo confiamos en las decisiones de las autoridades y del limitado círculo de grandes inversores y compañías estatales. Perderemos si nos apoyamos en la pasividad de la población», advirtió Putin en su artículo.

El hombre designado por el primer presidente ruso, Boris Yeltsin, como sucesor en los últimos compases del siglo XX, no duda en atribuirse la salvación de Rusia de un colapso social, económico y hasta moral durante los primeros años de su Gobierno, cuando dice haber plantado cara al crimen organizado y al terrorismo.

«En la década de los noventa el país sufrió una verdadera conmoción y degradación, con enormes pérdidas sociales. El debilitamiento del Estado era inevitable. El propio hecho de que varios miles de criminales (islamistas) intentaran plantar cara a un país con un (gran) ejército habla por sí sólo de la trágica situación», dijo.

Se refirió así a la guerra de Chechenia, uno de los episodios más sensibles de su carrera política por el que sigue siendo muy criticado por los defensores de los derechos humanos pero al mismo tiempo alabado por quienes siguen soñando con recuperar la grandeza del imperio perdido.

De su primera década en el poder Putin recordó que tuvo que reconstruir «la autoridad y la fuerza del Estado como tal».

Como otras tantas veces, aquella guerra en el Cáucaso Norte, «la oligarquía, la corrupción, e incluso la presencia de criminales en los órganos del poder» son el sustento en el que se escuda el candidato Putin para justificar, de manera velada, el autoritarismo instaurado desde el Kremlin.

Arturo Escarda

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Autor

Irene Ramirez

Irene Ramirez. Responsable de campañas en Grand Step. Fue redactora de Periodista Digital entre 2012 y 2013.

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