Para los alemanes, las reformas de los países periféricos deben preceder a cualquier unión.
Las cumbres de la UE del verano desembocaron en un consenso en toda la zona euro de que la unión monetaria es incompleta e inestable salvo que venga acompañada por una unión bancaria, fiscal, económica y política.
Sin ella, la desunión, desintegración, fragmentación, balcanización y ruptura final son inevitables. Este consenso provisional llevó a la eurozona a poner sobre la mesa propuestas específicas para la unión bancaria, que pronto vendrían seguidas de propuestas de unión fiscal, a fin de revocar la balcanización de los sistemas bancarios, sistemas financieros y mercados de deuda pública.
El mayor obstáculo para la formación de las uniones bancarias y de otra índole es que Alemania pone problemas al calendario para la toma de medidas. La primera refriega ha sido por la primera medida encaminada a conseguir la unión fiscal: la supervisión de los bancos de la zona euro por parte del BCE.
Aunque los alemanes han subrayado todo un abanico de detalles pendientes de resolución (si el BCE debería supervisar los bancos; cómo separar la supervisión de la política monetaria; cómo tratar a los miembros de la UE que no sean miembros de la zona euro) para justificar la demora en la introducción de la supervisión de los bancos por parte del BCE (y, de hecho, la supervisión incluso sólo de los bancos más grandes de la eurozona ahora ha quedado pospuesta a marzo de 2014), este retroceso es reflejo de un escepticismo mucho más profundo sobre si la resolución de la crisis de la zona euro exige un paso hacia la unión bancaria, fiscal, económica y política. La preocupación alemana consiste en que la actual balcanización de las economías, sistemas bancarios, mercados financieros y mercados de deuda pública no se debe a la ausencia de una unión económica, bancaria y financiera; sino que nace de hechos como que los países de la periferia de la zona euro tienen graves problemas de déficit y deuda pública, y de que una gran parte de su deuda pública está en manos de sus bancos.
Además, estos países tienen problemas fundamentales de crecimiento y competitividad que no serán resueltos hasta que se aceleren claramente las reformas estructurales y la austeridad fiscal, cosa que, según los legisladores alemanes, es lo más importante que hay que hacer para detener la balcanización y resolver la crisis de la eurozona.
Ahora que se ha suavizado la presión del mercado, a los alemanes les preocupa que la mayoría de los países de la periferia de la zona euro -y algunos del núcleo, como Francia- se duerman en los laureles y ralenticen el ritmo de la austeridad y la reforma.
Así, a los alemanes les preocupa que ir corriendo dando bandazos hacia una unión bancaria, económica y fiscal sería de lo más arriesgado, y que dicha unión traería consigo un mayor grado de solidaridad financiera y reparto del riesgo (recapitalización de los bancos de la eurozona, fondo para bancos insolventes, seguro de depósito conjunto, mayores ingresos y gastos en el ámbito de la zona euro, mutualización de la deuda, etc.).
A Alemania le preocupa que la rápida transición hacia una unión de este tipo cuando los problemas fundamentales de los países de la periferia de la zona euro siguen sin resolver no traería consigo un reparto justo y simétrico de riesgos, sino más bien una unión de transferencia masiva que resultaría políticamente inaceptable para los votantes alemanes y que arriesgaría la calificación crediticia alemana de triple A.
En opinión de los legisladores alemanes, una unión monetaria no es un equilibrio inherentemente estable que desembocará inevitablemente en la desunión y desintegración sin una unión bancaria, fiscal, económica y política.
Más que adelantarse a los acontecimientos, preferirían convertir la actual unión monetaria inestable en un equilibrio más estable mediante la intensificación de políticas encaminadas a garantizar la austeridad fiscal y las reformas estructurales, estabilizando con ello los coeficientes de deuda y restaurando el crecimiento y la competitividad.
En opinión de los alemanes, salvo que se aborden esos problemas fundamentales, avanzar demasiado rápido hacia una unión fiscal o bancaria creará un riesgo moral, autocomplacencia, inactividad política y, finalmente, una zona euro más inestable.
Sin un compromiso más creíble con la austeridad y las reformas por parte de los países de la periferia de la zona euro, Alemania hará lo que haga falta para ralentizar el proceso de integración, al menos hasta después de las elecciones de otoño de 2013.
Sin duda, Alemania hará frente a los elementos de una unión fiscal y bancaria que conlleve un claro reparto de riesgos: una recapitalización de los bancos de la periferia que incluya pérdidas heredadas; un fondo de resolución conjunto para bancos insolventes que cuente con un respaldo centralizado e ilimitado; un seguro de depósitos para toda la zona euro, y cualquier forma de mutualización de la deuda incluido un fondo de amortización y euroletras.
Algunos alemanes llegan a alegar que no sólo es que no esté la mutualización de la deuda sobre la mesa, sino que la zona euro debería avanzar hacia el modelo estadounidense o suizo, en el que el centro no proporciona ningún respaldo implícito ni explícito para las deudas de los estados (o cantones, en el caso de Suiza).
Para forzar de manera creíble a los países de la periferia de la zona euro a ocuparse de su déficit y deuda pública, algunos alemanes dicen que lo mejor sería no proporcionar ningún apoyo financiero del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) o Transacciones Monetarias Directas (OMT). Evidentemente, estas opiniones alemanas son problemáticas dado que la falta de apoyo oficial desembocaría en el colapso de la eurozona y en reestructuraciones coercitivas de deuda en la mayoría de los países de la periferia.
Además, mientras que en Estados Unidos no hay ningún apoyo federal de la deuda de los estados, hay una gran unión de transferencias (dado que los estados ricos subvencionan a los pobres) y un ingente sistema de reparto del riesgo a través de los gastos, transferencias e impuestos federales.
Cuando el PIB (producto) de un estado de Estados Unidos cae un dólar, la correspondiente caída en el PIB (ingreso) es de sólo 60 céntimos, por el mecanismo automático y discrecional de gasto, impuestos y transferencia del seguro de riesgo.
Por ello, resulta algo ilusorio que los alemanes crean que pueda resultar viable con el tiempo una unión monetaria que no incluya elementos de una unión de transferencia y un reparto significativo del riesgo en los asuntos bancarios y fiscales.