La canciller alemana, Angela Merkel, considera que Nicosia debe presentar urgentemente el plan de rescate alternativo
La crisis chipriota ha puesto patas arriba el euro. Un país con una población algo mayor que la de Valencia y con una economía que supone el 0,2% del PIB de la eurozona ha desenterrado el miedo, el tan temido efecto contagio, justo cuando parecía que había una opción de que las cosas volvieran a cierta normalidad.
Rusia certificó ayer que se niega a echarle una mano a Nicosia y los socios del euro debatían al cierre de esta edición el plan B del Gobierno de Nikos Anastasiades, que de momento no convence a casi nadie.
Como explican Claudi Pérez y Luis Doncel en ‘El País‘, las conversaciones están bloqueadas y el ultimátum del BCE deja tiempo hasta el lunes.
Todo está en el aire, incluso las peores opciones imaginables.
Aunque lo normal es que las aguas vayan volviendo -relativamente- a su cauce si el eurobanco consigue encapsular en la isla los problemas e impedir que crucen hacia Grecia.
Fuentes europeas y del Gobierno de Nicosia explicaron que lo más probable es que haya un acuerdo a lo largo del fin de semana para limitar el inventario de daños. Finalmente, ganan opciones la posibilidad de dejar fuera del castigo a los depósitos asegurados, y de hacer pagar parte de la factura a los acreedores de los grandes bancos, que serán duramente reestructurados.
Pero el destrozo causado por la incertidumbre en la última semana es sensacional: según fuentes europeas, Bruselas estudia elevar el monto total del rescate en torno a los 20.000 millones.
Y reclama imponer sine die controles de capital para evitar una fuga de dinero.