Cualquiera que sea el resultado de la elección general de septiembre, una "gran coalición" existe de facto sobre muchos temas
A los líderes alemanes les gusta recordar que hace una década su país fue calificado en la portada del semanario The Economist como el «hombre enfermo de Europa» por su rígido mercado laboral, burocracia ineficiente y baja competitividad.
Entonces, Gerhard Schröder impuso una batería de reformas que convirtieron al país en la economía más fuerte de Europa.
Hoy, gracias a sus sólidas finanzas, unas exportaciones crecientes y un bajo desempleo, Alemania se ve cada vez más a sí misma como el único adulto de Europa, señala Reuters en un análisis.
Y el resto no lo están disfrutando. Algunos, como los chipriotas y los griegos y muchos italianos y españoles, están abiertamente resentidos con «Mutti» (mamá), como algunos funcionarios de Berlín llaman privadamente a la canciller Angela Merkel. Otros, como los franceses, están enojados.
El clima entre los políticos y funcionarios alemanes denota seguridad en su economía junto con una sensación de deber parental de proveer a la zona euro con su firme liderazgo, incluso si eso los vuelve impopulares en Europa.
«Los políticos alemanes han llevado su recientemente descubierto estatus con algo cercano al entusiasmo», apunta Simon Tilford, economista jefe del Centro para la Reforma Europea, en la última edición del boletín del centro de estudios con sede en Londres.
Alemania, ¿un modelo?
«Rutinariamente les dicen a los otros países de la zona euro cómo manejar sus economías, citando Alemania como un modelo para la unión monetaria como un todo».
La visión de Berlín, establecida en base a una serie de políticos que hablaron bajo condición de anonimato, es que Alemania tiene una responsabilidad única para la supervivencia del área de moneda única como su mayor y más dinámica economía.
El subtexto es que desde que los alemanes son los principales contribuyentes en los rescates y tienen más que perder en cualquier colapso de la unión monetaria, deben asegurar que sus socios reduzcan sus déficits, implementen reformas y eviten los errores que podrían hundir al euro.
La confianza alemana en la habilidad de la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) para mantener un curso firme sin ceder a la presión política es limitada.
Por eso la insistencia de Berlín en involucrar al Fondo Monetario Internacional (FMI) en todos los rescates financieros de la zona euro y su propio deseo de jugar al policía malo, incluso si eso significa que Merkel sea representada o vestida con el uniforme nazi por manifestantes.
Algunos socios europeos y muchos economistas argumentan que su receta de una contracción fiscal simultánea en toda Europa está profundizando la recesión y aumentando el desempleo y podría convertir la crisis de deuda soberana en un tsunami social y político.
«Prolongar la austeridad hoy tiene el riesgo de no lograr una reducción en los déficits pero la certeza de volver a los gobiernos impopulares para que los populistas se los devoren cuando llegue el momento», advirtió el presidente francés, Francois Hollande, la semana pasada.
«Acepto perfectamente que los países europeos tienen que ser rigurosos, y Francia primero que nadie. Pero no la austeridad porque quedarse con la austeridad condenaría a Europa no sólo a una recesión sino a una explosión».
Desde Merkel hacia abajo, los líderes alemanes sienten que los franceses no han tomado la medida de la crisis a la que Europa y su propia economía se enfrentan.
Hombre enfermo
«Somos un ejemplo bastante bueno de una historia de éxito», dijo un político de alto nivel que estuvo en la oposición en el 2003 cuando el canciller social demócrata Gerhard Schröder realizó una dura reforma de las leyes laborales y redujo los beneficios a los desempleados.
La celebración bipartidista del mes pasado de la «Agenda 2010» de Schröder mostró un amplio consenso en que las reformas habían generado un milagro laboral ejemplar, aún cuando miles de personas en Alemania ahora trabajan por sólo 3 euros la hora.
Cualquiera que sea el resultado de la elección general de septiembre, una «gran coalición» existe de facto sobre muchos temas políticos entre los conservadores de Merkel y los social demócratas.