Cuando era niño Lee Rigby soñaba con unirse al Ejército y lo consiguió.
Le encantaba su trabajo y adoraba a su familia, a la que siempre protegió. Lo cuentan hoy los más cercanos, sobrecogidos por el dolor.
«Siempre has sido un héroe», ha asegurado su padrastro, que le ha despedido con la voz entrecortada, arropado por su madre y por su viuda.
«Sólo quiero decir que amo a Lee y siempre le amaré, estoy orgullosa de ser su mujer», ha dicho, emocionada, su viuda, Rebecca.Y sin ningún reproche a la profesión que le costó la vida, pero no en las zonas de peligro.
Rigby había estado en dos misiones en Afganistán.
«Descansa en paz, Lee, no merecías esto. Has muerto por tu país y has hecho bien», ha dicho su padrastro».
Una vida truncada a los 25 años por el capricho de unos terroristas que le mataron por ser militar. Cuando murió llevaba puesta una camiseta en la que se leía ‘Ayudad a los veteranos de guerra’.