El asesino nazi Breivik disfruta d euna vida de marqués en prisión

¿Sabes qué Noruega es el mejor país del mundo para matar gente y que te metan preso?

En la isla de Bastoey, en el sur de Oslo, por ejemplo, los reclusos pueden caminar alrededor de una cárcel que parece un pueblo rodeado de granjas

¿Sabes qué Noruega es el mejor país del mundo para matar gente y que te metan preso?
El autor confeso de la matanza de Utoya, Anders Behring Breivik. EFE

Queremos que todos los presos estén lo más listos posible para una vida ordinaria cuando sean puestos en libertad

Anders Breivik, el facineroso que asesinó a sangre fría a 77 personas en Noruega en junio de 2011 en dos atentados sucesivos, denunció esta semana al gobierno de su país al considerar que las condiciones en las que está recluido violan sus derechos humanos.

Y suena a sarcasmo, porque si de algo se puede criticar a las prisiones noruegas es de ser extremadamente cómodas para los criminales.

De hecho, el sistema penitenciario noruego ha sido descrito por varios visitantes y analistas como «la utopía de las prisiones» o en otras palabras, como «el paraíso del delincuente».

Aunque dos instituciones carcelarias noruegas prefieren otros títulos, igualmente elogiosos, pero menos rimbombantes: «La más humana de las prisiones» y «La cárcel más agradable (del mundo)».

En la isla de Bastoey, en el sur de Oslo, por ejemplo, los reclusos pueden caminar alrededor de una cárcel que parece un pueblo rodeado de granjas.

Allí practican el esquí, cocinan, juegan al tenis y a las cartas. Tienen su propia playa e incluso son los encargados de administrar el ferry que conecta a la isla.

Y en la tarde, cuando la mayoría de los empleados de la cárcel se va a casa, solo un puñado de guardias se queda para cuidar a 115 prisioneros.

«Tenemos algo que llamamos el ‘principio de normalidad’ dentro del sistema correccional de Noruega», le explica a la BBC Tom Eberhardt, el director de la prisión.

«Un día en la prisión no debe ser para nada distinto a lo que sería en la vida diaria, tanto como sea posible».

Halden, la utopía

Otra prisión que podría dejar a los extranjeros sin habla es la de Halden, en el sur de Noruega, cerca de la frontera con Suecia.

En 2014, una compañía de televisión finlandesa llevó al exdirector de prisiones de Nueva York, James Conway, a visitar Halden.

«No creo que se pueda ser más progresista y liberal, a menos que se les den las llaves de la cárcel a los presos», fue su veredicto después de recorrer el lugar.

En el programa se muestra el taller donde trabajan los internos, lleno de serruchos y objetos metálicos, además de los bien afilados cuchillos que se hallan en la cocina.

«Ya no necesitas hornear una torta para meterlos en una cárcel».

Y en el estudio de música -donde hay guitarras, teclados y una batería- el funcionario estadounidense se pregunta si no es un «poco pasarse del límite» darle a los condenados todas estas comodidades.

«Esto es la utopía de las prisiones. Esta es la mejor prisión que puedas imaginar, si eres un preso, claro».

Pero aunque Halden es una prisión de máxima seguridad, rodeada de un muro, no es para nada una cárcel típica.

Y la mayoría de los prisioneros noruegos viven, al menos al inicio de sus condenas, en instalaciones que la mayoría reconocería como cárceles: espacios con rejas en las ventanas en los que los prisioneros pasan la mayor parte del día encerrados en sus celdas.

Rehabilitación

«La mayoría de los presos comienza a pagar sus penas en cárceles de alta seguridad», explica Jan- Erik Sandlie, subdirector del Sistema Correccional de Noruega.

«Luego se considera una transferencia a una prisión de menor seguridad, con la idea de crear una transición gradual de la prisión a la libertad».

Y hacia el final de la sentencia los presos también pueden ser transferidos a casas de adaptación, que permiten una existencia todavía más parecida a la vida normal.

En esta etapa los reclusos pueden tener algunos «permisos» dentro de su encarcelamiento, para hacer viajes a sus casas y enfocarse en su reintegración a la sociedad.

«Queremos que todos los presos estén lo más listos posible para una vida ordinaria cuando sean puestos en libertad«, explica Tom Eberhardt, de la prisión de Bastoey.

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