Es un tipo que se viste por los pies. Emmanuel Macron ha demostrado repetidamente, en campaña y desde que es presidente, que no teme pisar el terreno y enfrentarse a situaciones que otro gobernante consideraría incómodas.
El martes 6 de febrero de 2018, en Ajaccio, la capital de Córcega, volvió a demostrarlo.
Macron salía de una visita al Museo de Bellas Artes local. A la salida esperaba un grupo de personas, según Le Monde.
Como hace a veces, se acercó a saludarlas. Entonces se le acercó una mujer.
Era Stéphanie Colonna, esposa de Yvan Colonna, condenado a cadena perpetua por el asesinato el 6 de febrero de 1998 del prefecto Claude Érignac.
Macron acababa de conmemorar, la misma mañana, el aniversario del asesinato.
«Soy la mujer de Yvan Colonna. Mi hijo no ha visto a su padre desde hace un año y medio. Por favor, señor presidente, haga algo. Por favor, no es un animal, es un ser humano».
«Que su hijo pueda ver a su padre, que las personas detenidas en nuestro país puedan ver a su familia, esto forma parte de las cosas que vamos a garantizar», respondió Macron.
«Eso espero, cuento con usted», continuó Colonna.
Macron replicó: «Míreme a los ojos. No le miento».
Por la mañana el presidente había recordado que no habrá amnistía para los presos por actos de terrorismo en Córcega, una reclamación del nacionalismo.