OPINIÓN / CAROLINE GLICK

Olmert, el peor primer ministro que ha tenido nunca Israel

Olmert, el peor primer ministro que ha tenido nunca Israel
Captura de una entrevista a Ehud Olmert. Channel-9

No he tenido oportunidad de leer el fallo judicial del caso Olmert. Y mis ideas acerca de su absolución no tienen por tanto mucho que ver con los méritos de la fiscalía en los tres casos en manos de la sala de lo penal de Jerusalén.

Tengo problemas con las investigaciones por cargos de corrupción abiertas a los políticos en general y con la abierta a Ehud Olmert en particular. En general, encuentro inherentemente parciales esta clase de investigaciones a los políticos.

Me apoyo en el Manual Parlamentario, y por eso estoy convencida de que fue James Madison el que dijo que la presunción en el caso de los políticos es que son todos corruptos. Sus competencias les ponen en contacto directo con los ricos y los poderosos, que utilizan su enchufe para impulsar sus intereses. Cuanto mayor es el Estado — es decir, cuanto mayor es la influencia del Estado en la actividad económica de una sociedad — más elevada es la probabilidad de corrupción. Cuanto más poder ejerce lo político sobre la economía, mayor es su tendencia a aceptar sobornos de los interesados en obtener un beneficio.

Es la esencia del mundo. Y en nuestro mundo, en donde los gobiernos controlan colosales estados del bienestar y ejercen por tanto una influencia masiva sobre la actividad económica de un país, la presunción tiene que ser por fuerza que todos los políticos son corruptos.

Este supuesto conduce pues a la conclusión clara de que cualquier investigación de corrupción o investigación abierta a los políticos es inherentemente discriminatoria. Si todos los políticos cometen actos deshonestos en mayor o menor medida, entonces la decisión de a quién investigar es en esencia una decisión relativa a en quién centrarse. Y por tanto, cualquier investigación abierta a un político por corrupción es injusta por naturaleza. Las investigaciones abiertas son en sí mismas corruptas.

Estas teorías condujeron a Madison y sus colegas a la conclusión de que el Estado ha de tener unas competencias tan limitadas como sea posible. También les condujo a crear un sistema de reparto de poderes de forma que todos los brazos del Estado se controlaran entre sí.

En Israel (y con cada vez mayor frecuencia en Estados Unidos, como vimos en el caso del fallo de la reforma sanitaria Obamacare), la tercera rama del Estado — el poder judicial — se vuelve progresivamente más independiente de este sistema. En Israel, el poder judicial ha neutralizado a la fiscalía del estado. Con el control oficioso de la judicatura, la fiscalía se coloca en una posición en la que, como poder judicial, elige y asciende a los suyos sin tener que rendir cuentas a los funcionarios electos. Esta situación ha debilitado enormemente el sistema democrático israelí, limitando la capacidad de la opinión pública de ejercer un control sobre su gobierno o confiar en sus instituciones.

Es debido a estos temas relacionados — que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, y que por tanto cualquiera con poder ha de suponerse corrupto; y la naturaleza imperial del sistema jurídico israelí — que veo con gran sospecha todos los escándalos de corrupción en Israel. Hemos visto de forma consistente la tendencia de los amigos juristas a abrir de forma selectiva casos de corrupción para impulsar la fortuna de la extrema izquierda contra la derecha.

Y esto me conduce a mi extraordinaria dificultad con la imputación de Olmert.

Hablando objetivamente, Olmert fue el peor primer ministro que ha tenido nunca Israel. Y eso es mucho decir. Tenía la estrecha competencia de Ehud Barak, pero logró superarlo en términos de incompetencia y fracaso estrepitoso a la hora de satisfacer el reto que planteaba la cartera a la que aspiraba en su torpeza y desvergüenza sin paliativos.

Olmert perdió la guerra contra Hezbolá en 2006. Perdió la campaña de Israel contra Hamás en 2008-2009. Fracasó a la hora de obstaculizar la búsqueda de armamento nuclear por parte de Irán. Debilitó la posición internacional israelí y su alianza con Estados Unidos. Y así sucesivamente.

La opinión pública nunca le perdonó su fracasado liderazgo en la guerra de 2006. Y con razón. No puede haber perdón ni olvido en su decisión de enviar efectivos a su muerte en una batalla DESPUÉS de haber aceptado el alto el fuego que garantizaba que ninguna de sus acciones tuvieran repercusión alguna. Sé que 34 efectivos del ejército perdieron la vida en las últimas 36 horas del conflicto que tuvo lugar DESPUÉS de que Olmert hubiera accedido al alto el fuego.

Y esto nos conduce a la cuestión de la presunta corrupción.

Los medios israelíes en concreto, y la izquierda en general, tienen parte de responsabilidad del estallido de la guerra en 2006 debido a su masiva campaña propagandística encaminada a inducir a los sucesivos gobiernos a retirarse del sur del Líbano en el año 2000. Si Israel no hubiera salido corriendo en mayo de 2000, Hezbolá no habría tenido libertad para atacar a Israel en 2006. Es así de sencillo.

En 2006, los medios fueron reacios a reconocer la causa de la guerra — ellos mismos. De manera que una vez terminada, pretendieron sepultarla y olvidarla. Pero la opinión pública no estaba con ellos. Los reservistas movilizados para participar en el conflicto y poner en peligro sus vidas por una guerra que su gobierno había decidido perder formaron un movimiento de protesta y se manifestaron en Jerusalén exigiendo la dimisión de Olmert.

La institución intentó desviar su indignación en primer lugar buscando la forma de desacreditarles. Liderados por el izquierdista dueño del Canal 10 Raviv Drucker, los medios pretendieron castigar a los reservistas acusándolos de ser derechistas encubiertos cuyo único objetivo era vengar la expulsión de Gaza.

Cuando eso no funcionó, intentaron escurrir el bulto formando la Comisión Winograd para investigar el conflicto. El encargo del comité consistía en abrir una investigación a lo sucedido DESPUÉS de la retirada unilateral de mayo de 2000. Al determinar así el encargo de la comisión, la institución se aseguraba de que no se pusiera ninguna atención en el origen del conflicto — la retirada del Líbano por parte de Israel.

Pero ni siquiera las conclusiones de la Comisión Winograd pudieron aplacar el odio de la opinión pública a Olmert. Así que los medios decidieron sacrificarle arrojándole a los lobos de la fiscalía del estado bajo cargos de corrupción. Decidieron que Olmert tenía que ser sacrificado para proteger su ideología. Y por eso lo fue. Constituye un escándalo de proporciones históricas que Olmert no fuera expulsado por su imperdonablemente fracasado liderazgo del país en un conflicto bélico. Su presunta corrupción es en el mejor de los casos una minucia.

Se rumorea ahora que Olmert podría volver a la política. Todo lo que puedo decir es que si la opinión pública es lo bastante imbécil para permitirle volver al poder, entonces nos merecemos lo que tenemos. Pero no me creo este rumor.

El único aspecto positivo de todo esto es que la absolución parcial de Olmert pone a la fiscalía en la picota. Si su fracaso a la hora de condenar a Olmert permite por fin al parlamento poner orden entre nuestros descontrolados fiscales, entonces a lo mejor podemos decir que había un plan divino en todo esto. Pero dado que los designios de Dios son inescrutables, todo lo que puedo decir es que en esta historia no hay buenos. Los malos ganaron, y los malos perdieron.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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